Imaginen un país donde existiera un sistema múltiple de partidos con representación, con sus diferencias ideológicas pero con un sentido por el bien común. Añádanle diversas tensiones regionales y extremas. En un sistema así el partido que quiere ocupar ese centro (imaginario) político representaría la estabilidad al evitar los extremos y las tensiones secesionistas/regionalistas al pactar con socialdemócratas y/o conservadores. Eso ha pasado en Alemania durante un buen tiempo pero es algo imposible en España. Fuera de los apegos ideológicos de cada, lo racional, ya que hay una suma de más de 180 diputados (mayoría absoluta), se atisba crisis y hay que seguir reduciendo deuda sería un gobierno entre PSOE y Ciudadanos. Esto han demandado desde la clase dominante a ambos partidos y el partido que se decía liberal se ha negado. Y como quienes mandan tienen control sobre los aparatos ideológicos han comenzado la caza del insurgente.
Albert Rivera odia a Pedro Sánchez. No se sabe si es porque dicen que es más guapo, porque está en el sitio que a él le gustaría, o simplemente porque es un vanidoso que se ha creído el salvador de España. Vivir a caballo de encuestas tiene estas cosas y si se añade que vives en una secta, lo que es Ciudadanos, normal que estés separado de la realidad. Al final esa separación de lo real, de la cotidianeidad y de los deseos de quien te ha puesto donde estás acaban llevando el barco al hundimiento. Se produce, además, el primer caso donde en un barco que se hunde quienes se marchan primero son los que tienen una concepción más liberal y/o más racional y se quedan las ratas. El establishment no quiere hundir el barco porque consideran que tener un partido liberal (de verdad) en España es muy rentable al poder jugar a derecha e izquierda, dotar de estabilidad al sistema (para su propio beneficio evidentemente), evitar los extremos y las tensiones regionalistas. Les ha costado mucho dinero y muchas horas de televisión acrítica y compra de voluntades en los medios para que ahora un niñato ególatra les chafe la inversión.
Cuando Ana Botín dijo que quería un gobierno PSOE-Cs, replicado por editoriales de los medios más establishment (El País, El Español, El Independiente…), no estaba aconsejando a Rivera sino que le estaba indicando el camino a seguir. Pero en Ciudadanos, absortos en su mismidad de secta de creyentes, se lanzaron a cazar al PP para hundirle y echarle de la derecha. Se encontraron a la vuelta de boomerang electoral que el partido conservador les había batido en las urnas y además les llevaba a pacta con uno de los extremos. Económicamente Vox no molesta a la clase dominante, pero no les gusta en sí por lo polemistas que son y la sinrazón que provocan en las personas. En una teoría de vasos comunicantes, piensan que si Vox existe es imposible eliminar a Podemos, el verdadero monstruo de las pesadillas del Ibex-35. De ahí que, en un reparto equitativo, nadie en el establishment veía con malos ojos que Ciudadanos hubiese dado poder institucional a unos preferentes (PP) y a otros (PSOE). Siempre evitando extremos que les perjudican en sus negocios, que es lo importante para la clase dominante. Pero Rivera ha puesto un veto sanchista inamovible que quiebra la estrategia pensada en los poderosos.
Ciudadanos nació no para acabar con PP y PSOE sino con el secesionismo y las encomiendas nacionalistas (esa doble tributación del País vasco duele y mucho) por un lado, pero especialmente para impedir que Podemos gobierne y toque poder. Y justo la estrategia de la formación naranja va a poner en el Gobierno, así sea en cargos menores, a Podemos. Sánchez tiene que asegurarse una cierta estabilidad y visto que no la consigue por el centro, no tiene más remedio que buscarla por su izquierda. Su preferencia, como ha expresado a ciertos poderosos en sus reuniones secretas en Moncloa (a una de ellas no quiso asistir Rivera), hubiese sido un gobierno de mayoría absoluta, más cuando en la Unión Europea están pactando liberales y socialdemócratas. No puede ser por el empecinamiento del dirigente naranja y el establishment ha tomado una decisión que venía gestándose desde hace tiempo.
Rivera sabe que su cabeza tiene precio y por ello está intentando quemar a sus posibles sustitutos, como Inés Arrimadas, pero se ha encontrado con personas que sí son liberales, que sí tienen sentido común y que piensan en términos del bien común o de lo menos malo. Normal que Toni Roldán y Javier Nart abandonen la ejecutiva, no sólo es una medida de presión sino que responde a cierta lógica. En esa famosa votación también han pedido abrirse a cambiar la estrategia Luis Garicano (con muy buenas relaciones en el establishment europeo y estatal), Fernando Maura y Francisco Igea (muy enfadado por el trágala de Castilla y León con el PP). También hay que sumar tres abstenciones de Ignacio Prendes, Marta Martín y Orlena de Miguel. Estas palabras de Roldán en su adiós como diputado dejan claro el porqué: “Todas las estrategias políticas tienen costes, pero los costes para España de la estrategia elegida por Ciudadanos son demasiado altos”. Nart no deja el acata de eurodiputado por estar alineado con Garicano y desde la UE mantener la respuesta crítica del establishment.
No es que las dimisiones hayan sido programadas por el establishment, aunque no caen en saco roto y son consecuentes con lo que va a venir. Rivera está muerto políticamente y se le comenzarán a cerrar puertas; habrá duras críticas; le sacarán algún trapo sucio o poco ético (hacerle un Cifuentes vamos); le van a presionar mucho más de lo que hicieron con Sánchez porque ahora hay mucho más en juego. Un gobierno estable y, a poder ser mayoritario, es lo que piden los poderosos y la mayoría de partidos están por la labor de conceder. El problema es que la cúpula de Ciudadanos, mayoritariamente, es más un cúpula sectaria, una cúpula como la de esos partidos de extrema izquierda donde defendían la mayor pureza posible, y se hace complicado meter cuña. Igual el neotoledano es una pieza clave junto a Garicano. En los mentideros madrileños del establishment, empero, las cosas están claras, Rivera tiene fecha de caducidad.
[…] personalista y de egos mal entendidos, a pactar con Pedro Sánchez un Gobierno de 180 diputados (como pedía el establishment) y así evitar que pactase con Podemos y los secesionistas, se vendió como algo personal, como una […]