Lamentable espectáculo el que ofreció ayer la clase política española. Del primero al último daba vergüenza ajena escucharles y mirarles mientras hablaban de todo menos de lo que de verdad interesa a la ciudadanía. Si quieren ir a elecciones que lo digan abiertamente y vayan arriesgándose a que suceda como en el Ensayo sobre la lucidez de José Saramago. Dicen que la situación se parece a la de entreguerras del siglo XX con el ascenso de los fascismos y la quiebra de las democracias occidentales. Para ser realistas aquellos hombres y mujeres tenían dos dedos de cerebro más que la actual clase política que nos gobierna, incluyendo a fascistas como Gentile, por ejemplo. Es tal lo vacuo de los discursos actuales que ya sólo cabe la risa, el mirar hacia otro lado y esperar tiempos mejores o sublevarse frente a todos a la mínima oportunidad.
Ni una propuesta pensando en la ciudadanía. Algunas personas dirán que Pedro Sánchez ofreció unas cuantas propuestas. Hubiese estado bien que no lo hiciese siendo el candidato, sin más apoyo que el diputado de Equo y el del PRC. Aunque vista la agudeza del camarlengo Iván Redondo, tendría que haber llegado y soltar en el hemiciclo “¡Si me queréis investirme!”, más que nada porque las propuestas de ayer lleva desde 2015 ofreciéndolas. Lo interesante hubiese sido que explicase cómo va a llevar a cabo todas esas políticas a la par que debe recortar cerca de 15.000 millones de euros en dos años. O que explicase en profundidad cuáles son las líneas de la reforma del Estatuto de los Trabajadores más allá de los contratos indefinidos como los básicos, algo que huele que apesta a contrato único.
Con esto cumplía su papel, evitando hablar de Cataluña (no vaya a ser que lo afirmado en el 39º Congreso sobre la plurinacionalidad de España le cueste el buen rollo con la derecha), de los problemas de los parados de larga duración y mayores de 40 años, pero lo peor ha venido después, en las contrarréplicas. Sólo si se desea ir a nuevas elecciones se dinamita una supuesta relación preferente con el otro partido de izquierdas y los partidos nacionalistas tal y como ha hecho. Utilizar gran parte de los discursos para hacer chanzas frente a dementes tales como Rivera, al que antes se había pedido casi de rodillas la abstención para no tener que contar con Unidas Podemos, es muestra del patetismo en el que está instalada la clase política. Hijas e hijos del espectáculo, de lo inane y de la preservación de la oligarquía (como es propuesta de modificar el artículo 99 destruyendo el parlamentarismo y entrando en una dictablanda).
No es que en la derecha hayan ofrecido algo mejor, Pablo Casado, salvo un minuto donde se ha ofrecido para algunas “cuestiones de Estado”, aquellas que permiten que las oligarquías inilustradas persistan en el poder, el resto del discurso ha sido producto de una mente que no conoce España y sólo vive en un permanente estado de rencor. Claro que Albert Rivera lo ha superado. No es que haya expresado rencor por estar en la posición en la que está, es que ha dinamitado cualquier atisbo de respeto a los valores democráticos. Se ha pasado de la raya en cada una de las frases que parecían esputos de una mente incapaz de trasladar propuestas, filtradas por la propia ideología evidentemente, en favor de la ciudadanía. En estas dos partes de las derechas nada sustancioso, salvo que están muy contentos con ir a nuevas elecciones, nada que tuviese que ver con valores, sino espectáculo, demagogia barata y una demostración de completa incapacidad intelectual para algo más que sostener un vaso de agua.
Y ¿qué decir de Unidas Podemos? Pablo Iglesias ha entrado en el juego sucio que le habían puesto en lance. Podía haberlo evitado y haber hecho una crítica al programa y desde ahí pedir el pacto. Pero no, le reconcome por dentro hacer cosas lógicas y no se le ha ocurrido nada más y nada menos que hacer públicas las conversaciones y ofrecimientos (ninguno) de Sánchez. Ha jugado, dejando de pensar en la ciudadanía, en ganar la batalla de los relatos a Sánchez y se ha lanzado a morder la yugular de su deseado socio. Cierto que el otro ha provocado ninguneando y arremetiendo contra Iglesias, pero un político de altura no entra en esas disputas de facultad de pago, sino que utiliza la política, los valores y posicionamientos ideológicos para construir su propio discurso. Pero como hoy en España lo que gustan son los relatos, sin importar las contradicciones de un día a otro, en vez de los discursos pensados, con valores e ideológicos, normal que Iglesias haya echado más agua al fango. Muy gracioso ha sido ver también a Alberto Garzón pidiendo programa, igual pensaba que todavía podía ser ministrable, o que su votación serviría para algo.
De Santiago Abascal y sus cosas mejor no hablar porque ya sabemos todos que desarrolla un populismo trufado de noticias y datos falsos, con contundencia y mala leche. Al final ha sido el único que ha cumplido su papel ultracatólico y autoritario. El problema es que los demás, empeñados en sus relatos y sus cosas del espectáculo, dejan la puerta abierta a que pudiera ser creíble en las memeces que dice cada vez que habla. Anda que si en Vox en vez de haber cogido lo peor del fascismo y del liberalismo hubiesen hecho justo lo contrario, Rivera, Casado y Sánchez estarían en grandes apuros. Por suerte no son más que un chascarrillo autoritario que sirve a los partidos sistémicos de chivo expiatorio o de ayuda de cámara.
Por todo ello lo que muchas personas se habrán preguntado ayer es si se habían callado ya en la clase política. Esos niños malcriados, chulos, prepotentes y que se creen que la cosa política es para hacer risas y llevarse un buen sueldo. La crisis del sistema de representación no se arregla con estas gentes, que viendo sus grupos parlamentarios, con alguna excepción, no es que sean los peores, sino con personas que se tomen en serio los valores del sistema democrático. Sumamente imperfecto pero, de momento, el único que tenemos y sufrimos. Sin hablar de valores, principios y desde posicionamientos ideológicos (ninguno lo ha hecho) el sistema muere y llegan los monstruos. Luego llorarán. Pero si hace años gentes con más integridad ideológica fueron barridas, dos manipulaciones de Trump o Putin y esto se va al carajo.