A Julián Marías no le gusta Pablo Iglesias porque encarna el “pensamiento mágico” que el autor incrusta en el medievalismo. Sin entrar en lo incorrecto del calificativo del novelista, algo que no viene al caso, no verán a las huestes de Podemos atacarle con fiereza. Representa Marías al establishment patrio, a la clase dominante, al poder instituido y sus posibles descalificaciones se asumen con una medalla que colgarse. El problema surge cuando las críticas llegan de los sectores de la izquierda, de dentro o de fuera de la formación morada. Justo en ese momento comienzan los procesos contra quien haya osado diferir del pensamiento del “amado líder” o de la oligarquía partidista protegida bajo su manto mosaico.
“Los procesos de Moscú” asombraron a la sociedad occidental por la crueldad psicológica que se mantenía con aquellas personas juzgadas, bien por desviarse de la doctrina oficial (no del marxismo) del régimen estalinista, bien por oponerse al culto a la personalidad. En todos los casos se provocaba, mediante torturas en numerosas ocasiones, la confesión de la persona juzgada de haber caído en el pecado del pequeño burgués, del desviacionismo y de lo que hiciese falta (según la tortura fuese mayor o menor). Este tipo de procesos están instalados actualmente en la política española en general (la discrepancia es castigada con fuerza por las cúpulas de los partidos que paradójicamente hablan de democracia día sí, día también), pero no llegan al extremo y crueldad de los procesos en redes sociales lanzados desde la cúpula de Podemos contra aquellos que divergen de los deseos de “amado líder”. No hace falta confrontar racional o ideológicamente con la cúpula, sino no estar de acuerdo con los deseos, con el hedonismo, del máximo dignatario podemita.
A la protección de los deseos se suma el carácter intocable de Iglesias y su comandita dirigente. Nada se puede decir contra Irene Montero (luego se quejará de que les llamen “los Ceaucescu” tras negociar lo primero con el PSOE que ella estuviese en la vicepresidencia), de Juan Carlos Monedero, de Juanma del Olmo, de Ione Belarra y demás generalato morado. Son los intocables hasta que caigan en desgracia respecto al jefe. En ese momento la turba de las redes sociales se lanza al cuello de quien haya osado profanar la “santa” imagen del líder. Eso le pasó a Ramón Espinar (ahora el traidor Espinar) que, aunque se equivocó en los tiempos como explicamos en su momento, no dejaba de tener razón sobre repensar Podemos para sacarlo del culto a la personalidad y la burocratización infecta que está pudriendo la casi inexistente estructura de partido. Hoy, por el camino que han tomado en la dirección, ya ni la petición de Espinar puede salvar el movimiento morado y, lo peor, igual imposibilita la creación de otra estructura alternativa. El caso de Íñigo Errejón es diferente porque provocó una escisión a traición y cuando más daño podía hacer.
Que el PSOE y, en especial, Pedro Sánchez estén en la mirada de los ataques de Podemos es normal, entra dentro de la lógica de combate entre partidos y sirve para tapar lo propios errores. Pero lanzar campañas de insultos y críticas a otras personas de la izquierda lleva la batalla en redes al lado del Proceso. Así le ha pasado a Cayo Lara, persona que siempre defendió con contundencia, coherencia y saber estar las posiciones de Izquierda Unida contra la clase dominante. Antes de que los adanistas morados creyesen que la Historia les estaba reservando un hueco en ella para… no se sabe bien qué, el señor Lara ya estaba bregando en la lucha de clases. Primero en Castilla-La Mancha (contra los caciques, el PP más reaccionario y José Bono) y posteriormente a nivel estatal. Destacar que cuando fue sustituido por Alberto Garzón tenía IU 11 diputados en el Congreso y numerosos concejales y diputados autonómicos. Este currículum no es de izquierdas para la gente de Podemos y todo porque ha osado hablar en contra de los deseos de “amado líder”.
Insultos clasistas de la bohemia burguesa que está enfadada porque no pudieron llegar a ser opresores como les habían prometido. Les parece que un campesino como Lara no tiene la credibilidad para hablar de acuerdos de gobierno, de posibilidades de lucha, ni nada por el estilo ya que hay personas más preparadas, Iglesias y sus secuaces, que ya piensan por los incultos y los de abajo. Ya están para pensar por todos, de ahí que Lara no debe ni pensar en un acuerdo programático y controlar al gobierno como oposición de izquierdas en el Congreso. Normal que el exdirigente de IU hablase de la soberbia del jefe de los morados que anula la inteligencia. Ya con los insultos lanzados contra él demuestran ese carácter soberbio de la formación morada, ese tener siempre la razón porque los demás son estúpidos pero sin saber por dónde llegan los golpes en la actual fase de la lucha de clases. Realmente Podemos, en su proceso socialdemocratizador, es un sarpullido del propio sistema que está siendo utilizado por la clase dominante (en boca de Francisco Marhuenda, por ejemplo) para alcanzar el poder estatal y dominar sin ningún tipo de cortapisas. No verán en Podemos ningún análisis de clase, ningún análisis antisistema, ningún análisis en términos generales porque el dirigente máximo lo impide. Un mínimo análisis como hizo Lara durante la entrevista fue lo que terminó de enfadar a Podemos.
Paradójicamente, tras tratarlo de rastrero en redes, de haberlo apartado de los asuntos importantes de Unidas Podemos tras solicitar un acuerdo programático y entrometerse en la negociación para salvar la posibilidad de un gobierno de coalición, reclaman a Garzón como figura emblemática de IU frente a Lara (de 11 diputados a 2 o 6). Claro que esto durará hasta que Enrique Santiago y Yolanda Díaz terminen el fin de semana y vuelvan, como buenos conversos y edecanes de Iglesias, al primer plano del espacio (casi invisible) de IU en el universo de Podemos. Cayo Lara es un antiguo de la modernidad que no entiende la complejidad social como sí hace Iglesias y su equipo de magnas mentes del pensamiento banal postmoderno. El ex-coordinador de IU no ganaría el trono de la serie esa que entusiasma a los morados y que parece la biblia estratégica, pero igual sí ganaría la batalla material que es la importante. Eso sí, ante la propuesta de que las personas de izquierdas de todos los colores se lanzasen a las calles a pedir entendimiento a PSOE y Podemos, un entendimiento de mínimos programáticos no han querido decir nada. No vaya a ser que funcione y los deseos de Iglesias no sean bien correspondidos.
Ali bumayé o el arte de la santa paciencia…https://t.co/N4LmSenVrz
— Pablo Iglesias 🔻 (@PabloIglesias) September 1, 2019
Y más ahora que Iglesias se ha transformado en Muhammad Ali y está desarrollando la paciencia. No se sorprendan. Influenciado por un artículo de Pedro Vallín, uno de los columnistas de cabecera de “amado líder”, ahora quiere imitar al campeón mundial de los pesos pesados en su combate contra George Foreman en el Rumble in the Jungle de Kinshasa. Lo que ocurre es que ambos no deben ser avezados en las cuestiones de las 12 cuerdas y se lían con lo que quieren decir. Lo primero, como pueden ver en el tuit, es que “Ali bumaye” significa “Ali mataló” en clara referencia a Foreman a quien vendían como el negro malo. ¿Quiere decir Iglesias que quiere matar a Sánchez o a la izquierda? Como no saben de boxeo el famoso rope-a-dope, o lo que es lo mismo aguantar en las cuerdas mientras el contrario se cansa de darte golpe, poco o nada tiene que ver con la paciencia. Un buen golpe de Foreman lo hubiese mandado a la lona, sino que fue una estrategia suicida ante un rival muy fuerte. Salió bien porque Ali ya había sido campeón mundial y había cambiado el boxeo de los pesos pesados, algo que Iglesias no ha conseguido en la política. Ni ha ganado nunca algo, ni tiene capacidad para marcar la agenda general. Al contrario va detrás de los demás partidos porque se ha separado de la realidad hace un tiempo y sólo busca la salvación mediante los cargos. Ni las ideas, ni la defensa de los de abajo son una prioridad ya en sus posicionamientos estratégicos. Hacer el rope-a-dope en estos casos no es paciencia es imposibilidad de hacer algo distinto. Se recula en las cuerdas esperando que ya no le hagan más daño, pero manda a sus huestes contra todo lo que huela a izquierdas y no siga los deseos del dirigente máximo. Los deseos o la interpretación de los mismos que es otra fórmula de actuación de los sistemas totalitarios de pensamiento.