Estamos en tiempo pre-electoral y quien no quiera verlo debería ser consciente del autoengaño. El PSOE de Pedro Sánchez fue claro en junio-julio “acuerdo ahora porque en septiembre no habrá segunda oportunidad”. Cedió más de lo deseado personalmente el presidente en funciones, porque es patente que no soporta a la gente de Podemos (ojo Podemos, no Unidas Podemos), y ofreció la vicepresidencia para Irene Montero (cuestión principal y casi única para sentarse a negociar por parte de Pablo Echenique, algo que se oculta de manera torticera) más tres ministerios. Esos mismos que ahora suplican por tener pero que rechazaron. Que Sánchez y Pablo Iglesias no congenian, como tampoco hacen otros dirigentes de ambas formaciones, es patente y pone en marcha, después de todos los insultos habidos y por haber, el proceso electoral.
En todo este meollo, aunque él no lo tenga claro o se encuentre acobardado, Alberto Garzón podría tener un papel decisivo. No Yolanda Díaz o Enrique Santiago que ya están entregados a la causa podemita con alborozo y pleitesía suma al dirigente morado. Sino Garzón. Estuvo a punto de conseguir el acuerdo con el PSOE, algo que molestó muchísimo en Podemos (tanto para ponerle en la lista negra del pablismo), y no se arredró al pedir un acuerdo programático como mínimo, además de comenzar cualquier negociación por esa parte (más alto en la lista negra). Estaba siendo coherente con lo que se lleva pensando en Izquierda Unida desde hace años, primero lo programático y luego ya se verá si hay reparto o no de cargos según demande la coyuntura. Ha reconocido en una entrevista que seguirá intentando el acuerdo aunque, no se sabe si por propia voluntad o por regañina de la oligarquía morada, ha comenzado a comprar la idea del gobierno de coalición. En realidad una impostura para salir del paso pues es perfectamente consciente de que desde Podemos le están moviendo la silla.
Si obviase los deseos de Iglesias, pues son deseos ya que lo programático no lo han presentado hasta dos meses después, para la salvación personal de la chupipandi morada, Garzón podría ser ese nexo de racionalidad en las negociaciones. No le van a dejar, de hecho ya le han excluido (como han excluido a Eva García Sempere), porque sólo la voluntad de “amado líder” debe ser llevada a cabo, sin caminos alternativos, los cargos o los cargos. Garzón, con toda una tradición de luchas, esfuerzos y militancia de calle (no de red social) tras sus espaldas, debería ser consciente de que, a pesar de los vetos que le están poniendo, en su mano está o impedir las elecciones (difícil) o posibilitar un espacio alternativo a la izquierda del PSOE.
Adelante Andalucía no ha funcionado mal, pese a algún que otro problema menor, y puede ser una experiencia a tomar en cuenta para futuras posibilidades de alternativa de izquierdas. No el socialpopulismo postmoderno en que se ha convertido Podemos, muy alejado de lo material y empeñado en batallas que alimentan el espectáculo deseado por el establishment, sino un espacio de izquierdas donde se consiga una unidad desde la diversidad de las distintas tendencias de izquierdas (nada de fascistas de izquierdas como proponen algunos pardos en Podemos). Desde la experiencia andaluza, mucho más que lo que han dejado las mareas diversas y los comunes elitistas, construir una alternativa que cuente con el gran apoyo estructural de IU (y si recuperasen a los 5.000 expulsados mejor) más Anticapitalistas, ecologistas y partidos menores. Ni errejonismo, ni pablismo. Es más, mejor abandonar los ismos personalistas.
Aquí Garzón tendría algo que decir sin necesidad de estar mediado por la fuerte deuda que acumula. Para una campaña, sabiéndose mover entre los medios de comunicación, las redes sociales y con unos actos estratégicos, no hace falta demasiado dinero. Sí el esfuerzo y colaboración de militantes, pero esos los tiene Garzón y otras formaciones. No son meros nombres en un registro para que voten de vez en cuando en simulaciones digitales. Son personas de carne y hueso, bregados en mil batallas y con ideología firme algo que de lo que no pueden presumir otras formaciones. Animarse a dar el paso, toda vez que ha comprobado que en Podemos no le quieren y que la fusión fría no favorecería a IU sino a algún dirigente, podría animar a más militantes y formaciones de la izquierda a plantear una alternativa seria de izquierdas.
No es algo inventado tal posibilidad. En Anticapitalistas llevan mucho tiempo hablando de refundar lo que supuso Podemos en un primer momento, como también han dicho los pocos críticos que han dejado sin purgar en la propia formación morada. Sólo hay que dar el paso e Izquierda Unida podría ser el elemento vertebrador. ¿No se ha sentido avergonzado Garzón (porque Díaz y Santiago vemos que no) cuando se ha insultado a un camarada como Cayo Lara desde las huestes podemitas? Debería darse cuenta con acciones como esta que la formación que dirige es subalterna, con suerte, a los deseos de la cúpula de la calle Princesa. Pero muy subalterna, aunque necesita de sus sedes, de sus militantes para sobrevivir pues carecen de implantación territorial. ¿Lo que le pasó con Nuet en Cataluña no le ha hecho aprender que los populistas actúan de forma irresponsable por la propia esencia de su pensamiento (no osaremos hablar de ideología populista pues comparten la de la clase dominante)? Igual Garzón no es la persona adecuada para llevar a cabo esa empresa, pero él es quien está al frente de IU. García Sempere también podría pero es demasiado buena gente y tiene una disciplina monacal.
¿Quiere pasar a la historia Garzón como el enterrador de la alternativa al sistema en España? ¿Quiere entregar gratuitamente a Podemos la historia de lucha antifascista, antifranquista y anticapitalista que se condensa en las siglas que dirige? ¿Quiere dedicarse a escribir malos libros llenos de lo que los viejos intelectuales comunistas criticaban como idealismo empirista (aportar datos sin reflexión)? ¿Quiere hacer algo de izquierdas por una vez en su vida? Hay cerca de un millón o más de votos esperando a tener una representación que no sea la socialdemocracia, ni el populismo personalista y pro-sistema. Igual ya no hay tiempo, pero con un amago sería suficiente, más cuando el otoño se presenta caliente con un PP de nuevo en los papeles por la corrupción y cuyo máximo mandatario es hijo de esa corrupción, lo mismo que le pasa a la extrema derecha; a lo que habría que sumar el tema catalán. Está ante una oportunidad única, aunque no lo hará porque ya está más solo que la una en el grupo de Unidas Podemos y es el títere de Iglesias para parecer plural en los medios de comunicación. Aun así está a tiempo, la izquierda y el país se lo agradecerán.