En la ciudad de Santander, en la Junta Extraordinaria de Accionistas celebrada el pasado mes de julio, un accionista de 92 se dirigía a la presidenta en estos términos: «Ana contéstame, si todo va tan bien por qué la acción está tan baja». No hay que ser un experto en bolsa para comprobar cómo desde que Ana Patricia Botín llegó a la presidencia del Santander tras la muerte de su padre, el primer banco de España ha perdido más de un 40% de su valor bursátil. Por otro lado, el Santander es el banco con menos solvencia de las entidades españolas, tal y como se puede comprobar en los resultados del primer semestre de 2019. Entonces, como decía el veterano accionista, ¿por qué todo el mundo pretende hacer creer a la ciudadanía y a los accionistas (sobre todo a los minoritarios) que el Santander está muy bien?
En las últimas semanas, Diario16 ha publicado diferentes artículos en los que se puede comprobar que la situación del primer banco de España no es como la pretenden pintar y cómo desde el departamento dirigido por Juan Manuel Cendoya se pretende dar una imagen de «banco amable» ante los graves problemas reputacionales de la entidad. Dentro de esa estrategia, evidentemente, se está utilizando a los medios de comunicación que controla directamente el Santander por ser uno de los máximos accionistas de los mismos. Por tanto, la publicación de una hagiografía de Ana Patricia Botín sin ningún tipo de crítica, más allá del evidente relato de los fracasos de su gestión, entra dentro de ese nuevo modelo de comunicación basado en hacer creer a la ciudadanía que el Santander es un «banco amable» con una almiranta al timón de un barco que sigue en pie pero que tiene la carena carcomida.
Juan Manuel Cendoya no esconde su estrategia, como se puede comprobar en el siguiente tuit:
🎖¡Somos el banco más sostenible del mundo! 🌍 Estamos muy orgullosos de nuestros resultados económicos pero sobre todo de cómo los conseguimos. #DJSI #BancaResponsable https://t.co/waGLIo0q6i
— Juan Manuel Cendoya (@JManuelCendoya) September 14, 2019
En ese artículo del país se hablaba de la operación del Banco Popular como de un éxito porque el Santander había hecho «un gran favor a los supervisores, que temieron un nuevo cataclismo bancario en la noche del 6 de junio de aquel año». ¿Esto es una broma? Podría tomarse como tal si la resolución y la compra por un euro del Popular no estuviera causando tanto dolor.
Sin embargo, el propio artículo de El País, al reconocer que la adquisición de la sexta entidad por un euro fue un éxito, está reconociendo en realidad que el Popular sirvió para reforzar las cuentas del banco y que, como hemos publicado en estas páginas, tapó algún que otro agujero multimillonario. De todas formas, el final de la historia del Popular todavía no está escrito e intentar deshonrar a un rival con honor, incluso después de muerto, es el peor error que se puede cometer. Así ha sido a lo largo de la historia, así será.
El Santander, al que deberían tener bien controlado sus accionistas, ha cerrado el Popular con ventanas o miles de vistas pendientes sobre infinidad de posibles delitos cometidos, ha recibido miles de millones de patrimonio y recursos propios del Popular, de sus accionistas, ahora de sus ejecutivos, todo ello sin presentarse un balance, una sentencia concreta al respecto. ¿Qué le dio el Santander al Popular? Nada. ¿Qué pasivo tuvo que afrontar el Santander, con cargo al Popular, por el cual se demuestre que el Santander pagó un justo precio por lo recibido? Ninguno, porque el banco era viable y solvente, tal y como afirmó el informe pericial del Banco de España. ¿Qué hizo el Santander para evitar la ruina de los accionistas? Nada, sino reembolsarse decenas de miles de activos del Popular y estar, incluso, reclamando a clientes del Popular créditos, con o sin razón, que estaban provisionados. ¿Con qué titularidad, con qué derechos, con qué honestidad, con qué justicia? Tal vez estos grandes beneficios y su posicionamiento en el sector pymes que consiguió gracias a hacerse con el Popular por un euro fue la razón por la que Rami Aboukhair, CEO del Santander, afirmó que el banco cántabro «parte tras la integración del Popular con una situación de ventaja».
Además, las 305.000 familias arruinadas, algunas muy potentes, que se conforman solo con leer estas páginas, se dejan pisotear. No sólo están permitiendo que les sustraigan, de una u otra manera sus ahorros, sino que dejan que les roben el honor y que escupan y más en sus derechos. Esas grandes familias también deberían hacerse responsables de los pequeños que han sido arruinados como ellos porque sus pérdidas, en muchos casos, suponen encontrarse con la nada.
Es cierto que las administraciones españolas y europeas no les apoyan ni hacen justicia, pero los afectados, unos más que otros, con su pasividad, están ayudando en cierta manera a que se den sentencias o decisiones judiciales como las que afirmaban que no hubo enriquecimiento ilícito, la desimputación penal del Santander que creó una nueva Doctrina Botín o como la de pasada semana a Ángel Ron.
Solo el activismo, la unión verdadera de los afectados podrán llevar a conseguir el objetivo de recuperar el dinero que se les sustrajo el día 7 de junio de 2017. Desde luego eso no ocurrirá con despachos que cuando asocian a miles de afectados declaran después conflictos de interés, utilizando métodos parecidos a los de Ausbanc. El Santander sabe mucho de estos juegos tan poco éticos, y no solo en este caso, puesto que esos despachos, lobbies rendidos al poder financiero, intentan callarnos, en connivencia con corruptos, y saben perfectamente con quienes del Poder Judicial lo están haciendo. Sin embargo, de un modo u otro, Diario16 seguirá del lado de los afectados. De derrota en derrota, hasta la victoria siempre. A mí, desde la Justicia justa, ni me callarán ni me comprarán, por mucho que lo intenten, ni muerto. Sigo.