Crece entre la militancia y la ciudadanía que votó al PSOE el 28A la sensación de que la oferta que realizó Pedro Sánchez a Podemos en el mes de julio para conformar un gobierno de coalición fue excesiva. A la vista de la actitud de Pablo Iglesias y el resto de la cada vez más reducida dirigencia morada, las personas socialdemócratas entienden que con estas personas no se podía ir ni a buscar el pan a la vuelta de la esquina. No sólo son los ataques constantes de las redes contra cualquier persona que ose criticarles o defender al PSOE, sino también la propia actitud de Iglesias y sus gentes durante esta, ya larga, campaña electoral.
Si prestan atención a lo que se comenta en las redes sociales, siempre mucho más politizadas que la propia realidad, o en la misma calle mientras se hace fila en la carnicería, las personas cercanas al PSOE echan pestes de Iglesias, Irene Montero o Juan Carlos Monedero, no sólo porque están todo el día en las televisiones intentando dar lecciones desde una atalaya de la soberbia insoportable, sino porque en esta larga campaña electoral no se les ha escuchado una sola crítica a los partidos de derechas. Ni a Albert Rivera, ni a Pablo Casado, ni a los neofascistas han criticado en todo este tiempo. Pero sí que no pasa el día en que critiquen a Sánchez o al resto de la dirigencia del PSOE por esto o por aquello. Una izquierda infantil y gruñona, como dijimos, a la que haga el partido en el Gobierno lo que haga todo le parece malo y de derechas. Sólo ellas y ellos parecen tener la capacidad y la sabiduría para hacer las cosas. Y, claro, las personas del común acaban viéndoles como al repelente niño Vicente de los antiguos tebeos.
Sacar a Franco y acabar con la violencia simbólica del mausoleo del dictador; intentar apaciguar por el camino de la vía constitucional el tema catalán; ser abolicionistas en los temas de la prostitución y los vientres de alquiler; y así hasta un sin número de acciones que desarrolla el PSOE acaban siendo todas malas para Podemos. Tanto porque carecen de posición propia en algunas ocasiones; tanto porque la bohemia burguesa acaba apostando por la diversidad explotadora de la mujer; tanto porque prefieren apoyar a la burguesía catalana frente a la clase trabajadora, Podemos siempre anda con el ceño fruncido. Da igual al dirigente que se vea o escucha, siempre parece cabreado contra Sánchez. No contra el sistema, o las derechas. No. Contra Sánchez que encarna todos los males según parece por sus palabras. Y esto ha llegado a agotar a la militancia del PSOE y, por extensión, a sus votantes (por no hablar de casi todo el mundo). Prefiere gritar Iglesias “viva Cataluña libre y soberana”, pedir una ¿amnistía?, y conceder un referéndum sin explicar de qué tipo o en qué condiciones antes que apoyar a un partido con el que, más tarde que temprano tendrás que negociar. Por cierto, esto de la soberanía lleva a una contradicción en las palabras de Iglesias. Hace poco, cuando falleció el sociólogo Immanuel Wallerstein, afirmó que siempre lo recomendaba a su alumnado. Igual no lo ha llegado a comprender del todo porque el pensador afirmaba (El capitalismo histórico, Editorial Siglo XXI) que la soberanía nacional-estatal había sido utilizada por la clase capitalista para conseguir explotar a la clase trabajadora.
El partido socialdemócrata hoy no entiende, ni apoyaría en su mayoría, apoyarse o que se negociase con Podemos. Es tal la tirria que les han cogido por insultos personales, persecuciones, acosos y hacer una campaña que parece la de cualquier partido de la derecha que no los quieren ni en pintura. Es cierto que Podemos, habiendo perdido el apoyo de la clase trabajadora que se abstendrá (los que antes votaban al PCE y basculaban entre el PSOE e IU sin Podemos), quiere disputar a Sánchez el voto urbano. En las zonas rurales (por favor no lo llamen España vacía o vaciada que es casi un insulto) no les apoyan ni los despistados, así que están en lucha permanente por la captura de votos de lo urbano.
El problema es que después de unas cuantas elecciones, en las que cada vez pierden más y más voto, donde no han conseguido sobrepasar a los socialdemócratas, igual como presupuesto de partida, es que algo no funciona y que por ahí no rascan nada. Igual el problema, por muchas buenas ofertas que hagan, es que las personas (incluso las eruditas y profesionales) se han cansado de la soberbia que muestran cada vez que hablan. Que parece que sólo ellas y ellos tienen títulos, cuando la realidad es que cometen muchísimos errores y tienen numerosas contradicciones. Igual es que el PSOE ofrece algo que ellas y ellos no ofrecen. Igual es que a la gente no le gusta que les digan lo que tienen que hacer, leer, sentir y votar para ser de los buenos. A la gente no le importa que la confronten y la (in)formen, pero odia al que le quiere imponer las cosas.
Visto cómo van los diversos sondeos electorales, no quedará otra que entenderse o intentarlo, eso sí, Podemos no contará con el respaldo ni de la militancia, ni de la ciudadanía del PSOE. No habrá ministerios, ni subsecretarias, ni nada. Como mucho la socialdemocracia española aceptará un acuerdo programático y que se muestren un poco menos soberbios y adanistas. Sánchez no lo tendrá fácil pero este apoyo casi unánime para no darles ni un solo cargo lo tiene desde ahora mismo. Tras sólo criticar al PSOE y no a las derechas, tras intentar negar la alegría por la salida del dictador (curiosamente el nieto del fascista se puso de su lado), tras estar cegados por destruir al PSOE y no construir en ese amplio espacio de la izquierda que deja el PSOE institucionalizado, tras todo esto, y si les quedan algo más de 30 diputados, no obtendrán el apoyo para nada que no sea “programa, programa, programa”. Sánchez no les ha perdonado y la militancia y la ciudadanía se han cansado y enfadado con ellas y ellos. Les da igual porque son tan ególatras y adanistas que prefieren destruir la izquierda antes que claudicar y reconocer los errores.