Los tuvimos hasta en la sopa, como se suele decir. Hubo un tiempo que todo pasaba por ellos y las personas no podían desprenderse de sus caras, voces y propuestas desde el amanecer al anochecer en todos los medios de comunicación del país. Frente a dos dirigentes sosainas como Rajoy y Sánchez, nos vendían a Albert Rivera y Pablo Iglesias como la perfección hecha político, como los que en breve dominarían el cotarro de la política española, como los que revolucionarían la estructura del sistema y nos traerían una arcadia maravillosa. Hoy, en el breve lapso de cuatro años las cosas han cambiado tanto que casi han desaparecido de los medios de comunicación y sus personas se asemejan mucho más a unos juguetes rotos que a quienes cambiarían la faz de la tierra.
Perfiles populistas en ambos casos, uno más pijo, otro más bohemio. Demagogos profesionalizados que vendían su producto con el apoyo de la burguesía mediática, no tanto por lograr llevar sus demandas al parlamento, eso ya lo conseguían con los demás, como por captar unas audiencias que bajaban estrepitosamente y con ello la cuenta de resultados de sus empresas. Rivera e Iglesias sirvieron de nutriente para los bolsillos de la fracción mediática de la burguesía. Los medios consiguieron recuperar visitas y audiencias gracias a estos dos políticos que no paraban de salir desde el desayuno al late Night. Ambos, además, repartiéndose bien en los dos espacios que había creado la burguesía mediática. Los de Soros y Roures apoyando con todos la intelligentzia que tienen contratada a Podemos; los de la fracción financiera apoyando a Ciudadanos. Un reparto equitativo de los beneficios entre ambas partes. Una clásica unión de capitalistas que no desean perder todo su poder de acumulación y se alían para quedarse con el pastel entero. Mientras Rivera e Iglesias como dos simples marionetas manejados por ese poder mediático.
En Podemos transmiten en los últimos tiempos que en La Sexta ya no les apoyan; que los medios de comunicación ya no dan prioridad a sus denuncias de mochilas y demás mangoneos del establishment (tampoco ellos apoyaron esas denuncias cuando algunos medios las sacaron, es justo decirlo); que los poderosos les quieren fuera por ser peligrosos y demás argumentos de plañidera de funeral de pobre. Jamás se quejaron cuando los mayorales, las belarras, las monteros, los echeniques, los espinares, los errejones, las serra, las díez, las rodríguez, los assens y los anticapis aparecían a todas horas y por cualquier circunstancia. No supieron ver que les estaban utilizando para beneficio empresarial y ahora que, políticamente cuentan poco o casi nada, han dejado de ser rentables. Mientras hubo posibilidad de superar al PSOE, por aquello del morbo, les dieron cuartel no fuese que… En cuanto Sánchez se hizo con las riendas del Estado, y por tanto con la posibilidad de influir en la reproducción sistémica, Podemos y demás amigos pasaron a un segundo plano. Sin capacidad de alcanzar el poder Iglesias y su cada vez más pequeño grupo dirigente no les sirve y lo poco que aparecen es para cubrir el expediente. Ahora les llaman para dejarles mal o señalarles como esperpénticos.
Lo mismo ocurre con Rivera. De ser el campeón del españolismo, ser el freno populista de la derecha financiera contra el de la izquierda y quien acabaría con el PP, ha pasado a ser el apestado de la derecha. El PP, como pasó al PSOE, no se hundió y nació la extrema derecha que le sirve mucho más a la burguesía. Además, Rivera y sus secuaces cometieron el error de no hacer caso a la fracción financiera de la clase dominante. No pactaron con el PSOE un gobierno con mayoría de ciento ochenta y tantos diputados y eso supuso su ruina. Un partido de derechas que no sirve a los poderosos está condenado a morir. Y eso le está pasando ahora a Rivera. No le queda ni un medio de comunicación que le ría las gracias. Los cafés prefieren tomárselos ahora con los abascales de turno y sus bufonadas no tienen más que el apoyo de algunos columnistas. No serán crueles en su derrota, pero tampoco les darán árnica para curarse las heridas.
Dos ególatras aupados por los medios, que han llevado sus organizaciones como verdaderas dictaduras unipersonales, con vaivenes constantes y mucha soberbia por el camino, les ha llevado a ser dejados de lado por el establishment mediático. Una clase dirigente que, por cierto, no supo analizar realmente que no era tan sencillo quebrar las estructuras políticas de España. Se pensaban que, por el simple deseo del poder económico, las cosas cambiarían descuidando el factor subjetivo de la tradición. Por mucho que vendieron a sus neófitos, las preferencias de las personas no cambian de un día para otro en materia política. Esa estructura se maneja con mecanismos más profundos que el simple cambio de unas mercancías por otras. Y como los dirigentes a los que apoyaron tampoco es que cayesen bien al común, más bien lo contrario, es de esperar que hasta les haya costado dinero la inversión. Les estaría bien empleado.