Es cuando menos gracioso ver a los esforzados columnistas de la carcunda buscar la cuestión más asombrosa, por esperpéntica, para poder dinamitar el Gobierno de Coalición entre PSOE y Unidas Podemos. Lo que sorprende en muchas ocasiones es que incluso les paguen por ese esfuerzo baldío pues recurren a los típicos tópicos que acaban por confirmar que estamos ante una conjura de los necios. Necios porque no saben ni de lo que hablan e intentan, dentro de sus limitadas capacidades, enganchar a las masas con ciertos mitologemas del franquismo, por lo que acaban demostrando que más que defender la democracia parlamentaria y la constitución española, defienden en realidad el fascismo franquista. El medio que se lleva la palma en estas cuestiones, aunque muy en disputa con los medios cavernícolas usuales (Periodista Digital EsRadio, COPE, El Mundo u OkDiario), es el decano de los periódicos españoles, ABC.
Hasta el momento desconocemos las razones por las que un medio que, por muy prosistema, católico y con tufillo carca que fuese, cuidaba los temas y la calidad de sus articulistas hoy está entregado a la carcunda más inepta, inculta y juntaletras de España. Salvo dos o tres articulistas de fuste, el resto no es que opinen o planteen cuestiones más o menos de derechas (monárquicas, tradicionalistas, carlistas, falangistas…) sino que buscan o colocar su libro (metáfora de un tema que les reporta beneficios económicos por tratarlo) o quedar señalados como personas que carecen de los mínimos esenciales para escribir algo. Bieito Rubido, hombre culto, en la batalla mediática que existe por conseguir lectores frente al resto de periódicos de derechas (casi todos) se ha entregado a la expectoración de mantras cavernícolas que, paradójicamente, acaban por destruir la monarquía y la democracia que dice defender. Hay que comer sin duda pero hacerlo a costa de dejar a cualquier iletrado escribir columnas infantiles nos permite mostrar el verdadero pensamiento de la fracción mediática de la clase dominante. Y como ahora hay que acabar de todas las maneras posibles con Pablo Iglesias y Pedro Sánchez a sacar toda la artillería. El problema es no han mirado si llevan munición o no. Permiten a la izquierda echarse unas risas en general y recuperar viejos temas ya olvidados.
Entre todos los artículos dedicados a despotricar contra Sánchez e Iglesias por el caso de los ERE, como si tuvieran alguna ambos dos que no pintaban nada en política cuando se produjeron los hechos, destaca uno escrito por Ignacio Ruíz-Quintano, que dice ser periodista y futbolero lo que ya indica el sesgo mental, titulado “Leninismo”. Claro el señorón de la calle Velázquez ve ese titular y ya se teme lo peor, no porque tenga conocimiento alguno sobre el leninismo en sí, sino porque piensa que vuelven las hordas marxistas aliadas con la masonería (los judíos ya no porque ahora José María Aznar y Santiago Abascal les han dicho que son amigos de España y financiadores de sus cosas). Si lo ve alguien que sí sepa qué es el leninismo se asombra y comienza a leerlo en busca de un análisis, se espera que crítico evidentemente, profundo contra el pensamiento de Vladimir Ilich Ulianov. Lo que ocurre, empero, es que se encuentra una chabacanería mal traída, que pretende ser graciosa, y resulta estúpida. Por dos razones, una, ni Sánchez, ni Iglesias son leninistas (lo son en el sentido orgánico de partido pero no lo saben en realidad, como tampoco lo saben en la organización más leninista de España el Partido Popular), y, dos, el que ha escrito el artículo tampoco sabe ni conoce el leninismo. Es el típico “graciosete” de la carcunda que utiliza un remedo del pasado para calificar el nuevo Gobierno de Coalición como peligroso.
Y ese peligro lo encuentra en el establecimiento de la Dictadura del Proletariado. ¡Casi nada! La dictadura del proletariado ya está aquí y no nos hemos enterado. Los suecos dijeron en los años setenta que su sistema era la perfección de la misma, pero más allá de esa curiosidad, nos encontramos ante la primera dictadura del proletariado bajo un sistema capitalista y un orden burgués pleno. Ruíz-Quintano ha conseguido lo que cientos de pensadores marxistas y millones de horas de lucha de clases no habían conseguido hasta el momento en la Historia. Se asombrarán al leer esto aunque tiene una explicación, el autor no sabe ni lo que es la dictadura del proletariado. Un camino estratégico que el PSOE abandonó a principios de los años 1970s casi a la par que los partidos eurocomunistas como el PCE. Debían estar equivocados o habían escondido el mecanismo de transición del capitalismo al comunismo durante años. Habían ocultado el socialismo en sí, algo que sí reconocen Sánchez e Iglesias ser. Si fuese producto del momento y de la gracia podría perdonarse al juntaletras (llamarle autor, que viene derivado de auctor y por tanto dotado de auctoritas, es excesivo), pero justo el día de la firma del acuerdo llamaba a Iglesias “tonto útil” y trataba el tema de la dictadura del proletariado. Que debe ser lo único que se le ha quedado del marxismo al señor.
¿Qué es eso que da tanto miedo a los conservadores españoles? En primer lugar, se puede decir que la siguiente fase histórica que supera a la dictadura capitalista o burguesa actual. Porque lo curioso del caso del columnista de ABC es que si reconoce que ahora hay una dictadura del proletariado implícitamente nos lleva a que lo que ha estado presente en España era la dictadura capitalista. Algo fácilmente comprobable porque a la banca se les ha entregado 65.000 millones de euros para salvarse mientras se precarizaba al resto de la población. El término dictadura, viciado por las nefastas consecuencias de los regímenes totalitarios, se refería en su sentido romano a un “estado de excepción” donde se interrumpían las libertades políticas pero permanecían las demás. Algo muy distinto a lo que hoy entendemos por dictadura. Por ello, el filósofo comunista Louis Althusser ya recomendó, sin perder el sentido del concepto, resignificarle como dominación de clase (en su texto Marx dentro de sus límites, Akal, 2003). Allí advertía los siguiente: “la definición falsa de la dictadura del proletariado consiste en tomar la palabra dictadura en su sentido político, muy precisamente en el sentido de un régimen político [que] impone una voluntad violenta y arbitraria” (p. 107). Esta falsa definición es la que utiliza Ruíz-Quintano para señalar que el Gobierno de Coalición no es más que una forma violenta y arbitraria. Vamos que los rojos son siempre violentos y totalitarios, pero esconde la violencia inherente a la dictadura capitslista. Esa misma que criminaliza a los pobres, expulsa a las personas de las viviendas, impide a los jubilados llegar a fin de mes, etcétera.
La realidad, siguiendo de nuevo a Althusser que trató el tema en su momento, es que la toma del poder del Estado del proletariado se hará “no porque el Estado sea un determinante en última instancia, sino porque es el instrumento, la máquina o el aparato del que todo depende cuando se trata de cambiar las bases económico-sociales de la sociedad”. El Gobierno de Coalición, por tanto, no quiere matar a nadie, ni quitar libertades a las personas en sí, sino cambiar las bases económico y sociales, lo que significa poner en primer lugar la justicia social, la equidad impositiva, la lucha contra la pobreza, la lucha contra el cambio climático, la lucha contra la violencia machista, la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres, la redistribución de la riqueza que genera la clase trabajadora echando horas en el tajo… Para eso sirve el Gobierno de Coalición, todo lo contrario de lo que defiende el columnista de la caverna mediática. Esa es la aterradora dictadura que viene y que, bien visto, parece un poco mejor que la dictadura del capital actual.
¿Por qué estas ganas de meter miedo? Habrá que recurrir a Étienne Balibar, quien dedicó todo un libro a analizar qué era eso de la dictadura del proletariado (Sobre la dictadura del proletariado, Siglo XXI, 2015), curiosamente traducido y compilado por un articulista actual de ABC, Gabriel Albiac, quien le podría haber recomendado al colega de columna que no metiese la pata. Balibar afirma que “basta que en cualquier país del mundo capitalista las masas comiencen a intervenir en persona sobre la escena política, aun cuando sea para imponer cambios sociales limitados […] para que el imperialismo intervenga, e incluso para que, tomando la delantera, comience a prever y organizar la contrarrevolución” (p. 145). De menor intensidad lo que ocurre en España (aunque ejemplos claros de eso es lo que viene sucediendo en Chile y Bolivia donde asesinan a tiros a la clase trabajadora), pero lo que vienen haciendo en los medios de comunicación de la derecha es prevenir y lanzar un contramovimiento antes incluso de constituirse el Gobierno de Coalición. La clase dominante española (que no deja de ser una fracción de la mundial) no quiere que haya el mínimo cambio social en el país. No sólo han invocado al monstruo del neofascismo sino que en todos los medios de comunicación tienen a sus juntaletras a sueldo para hacerles el caldo gordo contra lo poco que van a poder cambiar en el Gobierno. No quieren a la izquierda gobernando porque están muy cómodos expoliando a los españoles y hundiéndoles en la miseria. Por eso hablan de dictadura del proletariado, porque saben que es un término gordo y que puede movilizar a las personas en contra de Sánchez e Iglesias. Pero lo mejor para terminar es reproducir el siguiente párrafo de Balibar en el libro comentado para que tomen conciencia de lo que viene: “las masas no se lanzan a la lucha contra el capitalismo por simple convicción, por fe en las promesas o por un hermosos sueño venidero, sino tan sólo por la experiencia que realizan entre la incompatibilidad entre sus intereses vitales y las relaciones económicas y políticas bajo las que viven” (p. 80).