La suspensión por la decisión de un equipo de no continuar el partido por supuestos insultos a un jugador del mismo viene a demostrar que el discurso fascista de asimilación de una ideología totalitaria, xenófoba, supremacista y machista está ganando la batalla del discurso en la sociedad española. No se debería insultar a nadie, sin lugar a dudas, pero cuando los insultos son racistas, machistas u homófobos no parece que el mundo del deporte se muestre muy dispuesto a parar partidos o los responsables suspenderlos. Así en los campos de España se ha podido escuchar “Guti maricón”, “negro, cabrón recoge algodón”, “es una puta, la chica es una puta” o “puta Cataluña” en campos tan bien ponderados como el Bernabéu o el Nou Camp. Insultos también recibió la temporada pasada un jugador del Albacete de color negro y sus compañeros no hicieron la menor intención de parar el encuentro. ¿Se acepta socialmente un grito racista más que un calificativo como nazi a quien ha demostrado ser nazi? Parece que sí, incluso sus propios compañeros justifican que Román Viacheslávovich Zozulya sea nazi afirmando que todas las ideologías se deben respetar.
Si alguien que tiene una presencia pública es capaz de tolerar y respetar a un nazi, como diría el dicho alemán, es que tiene algo de nazi dentro. Que Javier Tebas, conocido antiguo dirigente de Fuerza Nueva, saque un comunicado hablando de violencia, racismo o xenofobia, cuando el grito fue “puto nazi”, es claro ejemplo de que el discurso fascista está más dentro de la sociedad española de lo que se quiere reconocer. Quien dirige el fútbol profesional asimila el insulto recibido por el jugador ucraniano en una calificación que tiene mayor trascendencia social, ocultando que se tolera el pensamiento nazi-fascista. Igual los compradores judíos, como el segundo máximo accionista del Atlético de Madrid, no opinan igual pues tienen al guía espiritual del jugador del Albacete, Stepán Bandera, señalado como colaboracionista nazi y antisemita reconocido (aquí pueden ver un resumen de su vida). Como el nacionalismo ucraniano tiene una cierta inspiración nazi y lucha contra Rusia parece que se debe aceptar la ideología nazi sin ningún tipo de problemas. De hecho hasta el Albacete acepta esa ideología nazi en su enfrentamiento con Pablo Iglesias, quien ya señaló a Zozulya por su despreciable ideología.
Hilo sobre Román Zozulya y su filonazismo declarado financiado por Lavrov y recién salido del 55 de Savushkina https://t.co/CMtavSOZKR
— AntonioMaestre (@AntonioMaestre) December 16, 2019
Que Zozulya es un nazi queda claro con toda la simbología que muestra en sus redes sociales, pero el lamentable espectáculo que se ha montado por el fútbol no es sino la muestra de algo mucho más preocupante que se está extendiendo por toda la sociedad española, recuperando esa parte de cultura fascista que sigue habitando en ella. La aparición de Vox, el machismo de abogados de manadas, los ataques con granadas a centros de menores, el señalamiento y lawfare que se mantiene contra dirigentes de la izquierda, el intento de desprestigio del sistema político que llevan a cabo los medios de comunicación día tras día (que Spiriman diga que él quiere destruir el sistema sin que le confronten sus amigos de la derecha es muy indicativo) y poco a poco inoculando actitudes xenófobas, racistas, homófobas y con la pachorra de indicar que luchan contra el pensamiento único son señales de que en España hay más fascistas de lo esperado tras cuarenta años de democracia.
El problema es que la izquierda está a verlas venir. Sumidos en su buenismo dejan que los fascistas campen a sus anchas en los diversos medios de comunicación sin ofrecer una respuesta contundente. Cuando en una sociedad 500 personas salen a defender a agresores sexuales de una menor alegando, sin conocimiento, que es producto de la biopolítica de la izquierda o del marxismo cultural es claro que esa parte de la sociedad es fascista. Curiosamente el término biopolítica lo creó Michel Foucault para señalar los modelos represivos de capitalismo y su clase hegemónica la burguesía; y del marxismo cultural no quedan ni los flecos, pero utilizan ese lenguaje para ganar la batalla de discurso sabiendo que la otra parte que conforma la ideología dominante hace tiempo la tienen ganada. La izquierda se muestra inoperante ante estos ataques después de tantos años de buenismo, de izquierda caviar, de cuidar las flores y demás cuestiones que les han hecho abandonar las demandas y el discurso materialista. Ahora dicen que los nazis son malos malísimos y ya, ni se fijan en las causas, ni en cómo atajar el problema que ya está aquí (siempre pueden recurrir a una batukada antifascista o un curso al que acuden convencidos).
La ideología dominante no es monocorde, se adapta según las coyunturas y los lugares pero siempre mantiene una estructura básica que es la defensa del sistema capitalista. En el caso de España las interpelaciones a esa ideología dominante han venido desde el regeneracionismo nacionalista de Felipe González hasta el fascismo de Vox, pero en ningún caso se ha interpelado la base estructural de la misma. Enredados en la hegemonía de Gramsci o en el progresismo ilustrado han dejado las izquierdas que, primero los neoliberales y después los neofascistas, las interpelaciones que acaban configurando la ideología dominante actual en España sean conservadoras, reaccionarias o parafascistas directamente. El cuestionamiento a esa ideología dominante desde la periferia del sistema es tan reaccionario como los nacionalismos (vasco y catalán) que lo sustentan. Y toda la izquierda corriendo detrás de los nacionalistas burgueses para parecer antisistema. Claro que peor son los discursos nacionalistas, tipo Alfonso Guerra, que justifican a la propia ideología dominante. Normal que el discurso fascista gane terreno y ante el señalamiento de un nazi, todos salgan a defenderlo y excusarlo. Como dicen los alemanes, si en una mesa hay doce personas y un nazi, hay doce nazis. Aplíquese a España.