Si alguna persona aún tenía una esperanza de que Ciudadanos reflotase la nave y caminase hacia un partido liberal de corte europeo, hacia lo que algunos de sus fundadores creyeron que era necesario, ya puede enterrarla porque la formación naranja camina sin ayuda de nadie hacia la autodestrucción. Cuando algunos liberales abandonaron la nave después de que Albert Rivera se negase, por una cuestión personalista y de egos mal entendidos, a pactar con Pedro Sánchez un Gobierno de 180 diputados (como pedía el establishment) y así evitar que pactase con Podemos y los secesionistas, se vendió como algo personal, como una especie de falta de espacio político en la formación, cuando no directamente como una traición. A día de hoy, votantes y militantes de Ciudadanos, los que quedan, tienen claro que quienes tenían razón ya no están dentro del partido y quienes sostienen a la formación naranja tan sólo están haciendo una labor de zapa para enterrar lo que quede.
En estas páginas pudieron conocer hace tiempo que la formación naranja era una dictadura con falsas primarias, con comisarios políticos, con ceses personalistas y al servicio de los poderes económicos. Nada de eso ha cambiado por lo que han mostrado en los ceses, al más puro estilo de los comités centrales de los partidos comunistas, de Luis Prendes y Orlena de Miguel, algo que ha provocado la reacción airada de Francisco Igea y diversos cargos orgánicos por toda España. Justo personas que vienen denunciando en los órganos del partido la deriva totalitaria del mismo y la necesidad de apertura y democracia interna, además de un giro político que les diferencie de Vox. Los mismos motivos por los que Toni Roldán abandonó la formación y que no han sabido ver después de la caída de Rivera, Girauta y demás altos cargos que llevaron Ciudadanos a los 10 diputados cuando estuvieron a punto de tocar el cielo con los dedos. Como a Ícaro se les quemaron las alas por su soberbia.
Ahora todos, algunos por cobardía (¿A que sí Ignacio Aguado?) y otros porque así lo creen, Inés Arrimadas parece destinada a ser la nueva presidenta de Ciudadanos, como quería en su momento la clase dominante y por eso fue trasladada a Madrid, pero la decepción con sus actuaciones cunde entre la militancia naranja. No creen que esté preparada para sacar el barco a flote, ni para algo que tenga que ver con la política seria. Si en la calle la figura de “montapollos” está extendida ampliamente, sus últimas actuaciones en el parlamento han ofrecido una imagen de “choni” o “arrabalera” que dista mucho de ser la imagen que la clase dominante quiere para su partido liberal. Y más cuando se hace gala de un clasismo bochornoso contra la portavoz del PSOE Adriana Lastra. Esa imagen es impropia de alguien que se cataloga de liberal y pese a habérselo afeado, la dirigente naranja respondió con soberbia, antes de mostrar su incultura contra el ministro Castells por cierto. Como buena autoritaria, en ese espíritu encaja mejor que en el liberal, ha pedido a su número dos, Edmundo Bal, que diga que ella no ha tenido nada que ver con los ceses o lo que pasa dentro de la organización. Conociendo cómo funciona Ciudadanos por dentro y cómo es el carácter de Arrimadas, nadie se lo ha creído, ni dentro (como ha remarcado Igea), ni fuera de Ciudadanos.
Una organización que en lo interno es más similar a aquello que niegan ser y en el exterior perdiendo cuota de mercado mediático a espuertas. Si conservan algo es gracias a que los periódicos cavernarios necesitan cuantas más opiniones contra las izquierdas mejor, pero no porque les aporten algo más las caras de Ciudadanos. A los distintos cargos en Madrid o Andalucía les aguantan porque dependen de las subvenciones encubiertas en forma de publicidad de esas administraciones para cuadrar las cuentas, si no fuese por este motivo ni saldrían. No son tan rentables como las gentes del PP y Vox en términos mediáticos teatrales que al final es lo que provoca que sus medios se vean, escuchen o lean. Masas cretinizadas a las que dan forraje en forma de declaraciones absurdas, postureos y mucha bandera de España. Dentro de ese sistema espectacularizado para esconder la realidad no tienen cabida, por ejemplo, personas como Luis Garicano, hombre cabal y liberal al que Rivera mandó a la eurocámara no fuese que le quitase el cargo. Una persona que sí podría haber reconducido Ciudadanos (lo ha intentado con escaso éxito hasta el momento), que tendría apoyo de las bases, pero en un sistema que no esté manipulado y controlado por la élite actual de Ciudadanos.
Sin más alternativa real que Arrimadas como presidenta, el camino que le queda a la formación naranja es la desaparición total y sin que nadie les pase la mano por el lomo como forma de cariño. Cuando Adolfo Suárez destruyó el CDS conscientemente lo hizo a petición de la clase dominante asegurando a los fieles que compartieron carrera con él, alguna salida digna. Todo porque el establishment quería tener un solo partido de derechas encabezado por José María Aznar. Hoy en día les pasa algo parecido, les sobra un partido en la derecha. Con un Ciudadanos liberal con intenciones sociales, la clase dominante aguantaría porque quitaría votos al PSOE (así se pensó en su momento antes de echarse al monte de la derecha Rivera), hoy en día le están quitando el apoyo día a día. Más tras ver cómo se comporta la jerezana. Si consiguen que el PP haga caer a Casado y su troupe aznarista-aguirrista y vuelven a la moderación, tendrían resuelto el problema que han creado ellos mismos. No hay otra salida que la desaparición de Ciudadanos para la cual no van a tener que pedir al PP que asuma a sus cuadros porque lo están haciendo ellas y ellos en la soledad de su incapacidad política. Ciudadanos ya no es un partido político, si es que alguna vez lo fue en realidad (más bien un movimiento populista del sistema), Ciudadanos es un (ex)partido aunque aún no se hayan enterado Arrimadas y demás conmilitones. No hace falta que se lo digan para despertarles del sueño en el que viven, mejor ver el espectáculo de su completa putrefacción (con Jorge Bustos narrándola en primera línea).