Aunque hablen de lealtad con el Gobierno de España, la realidad es que el PP desde que comenzó la crisis del coronavirus está enfrascado en una guerra permanente no contra el COVID-19 sino contra la representación legal de la voluntad general emanada de unas elecciones en las que no les fue muy bien. La pretensión principal del PP no es curar a los enfermos sino derrocar al Gobierno de todas las formas posibles y recurriendo a las mentiras continuadas en todas sus comunicaciones. Hipocresía máxima, comenzando por su principal dirigente, Pablo Casado, quien manda a sus esbirros que critiquen en redes sociales a Pedro Sánchez (o cualquier otro miembro del Gobierno) cuando aparece en televisión, mientras él está todo el día con sus ruedas de prensa inanes por completo. El virus en sí les preocupa poco, sólo poder acabar con quienes han sido elegidos para representar al pueblo y salvar las cuentas de resultados de la clase dominante. Sobre la salvación del capitalismo desaforado y financiarizado ya se habló en estas mismas páginas, por lo que insistir sobre ello carece de sentido, pero es bueno recordar que en todas y cada una de las apariciones de mitomaníaco del PP siempre dedica el 99% de sus palabras a ello. Una forma torticera de salvar a los poderosos sobre los lomos de la clase trabajadora. Por cierto, esa misma clase que llena los vagones de tren, que acude a trabajar sin las mínimas condiciones de protección y que está sacando el país hacia delante.
Para esta táctica de acoso y derribo, más allá de sus trolls habituales como Rafael Hernando y los que siempre están dando la batalla en redes sociales, Casado está utilizando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Al ser Madrid el lugar con el mayor foco de infectados, utiliza a la presidenta para que lamine las acciones del Gobierno. A ello contribuye alegremente la presidenta con numerosas mentiras y medias verdades como el impedimento que dice le han puesto desde el Gobierno central para que llegue material sanitario. Podemos confirmar desde Diario 16 que hace una semana, cuando otras comunidades estaban solicitando material, se les dijo que la urgencia por la cantidad de casos había provocado el desvío de un millón de mascarillas (de las buenas, no las de tela) hacia Madrid. Eso jamás lo han reconocido en la Comunidad madrileña, pero bien que lanzan mensajes diciendo que no les llega el material hasta que el ministro de Sanidad les llama mentirosos y no son capaces de replicar. Estando detrás Miguel Ángel Rodríguez nada extraña. Experto en el arte de la manipulación (¿recuerdan el caso de Demetrio Madrid en Castilla y León?).
No les importan las vidas de los españoles. No les importaron cuando el accidente del Yak-42, ni cuando la hepatitis C se llevó por delante a 4.000 españoles aproximadamente, ni cuando aplicaron con mano dura (y ley mordaza) una política de austeridad y precarización que salvó a la banca y a sus amigos de la clase dominante, pero está haciendo pasar hambre a millares de españoles, que en estos tiempos del coronavirus lo pasan aún peor. Es normal que en el PP sólo piensen en términos de poder y de desvío de fondos públicos a bolsillos privados. Esos desvíos que ahora están mostrando que la sanidad madrileña está cogida con hilos finos que quiebran a la menor tensión que se aplica sobre el sistema sanitario. No se crean las mentiras de que han aumentado los profesionales médicos en la Comunidad madrileña porque en las cifras se mantiene el número, pero en relación al aumento de población y de hospitales se observa perfectamente que en la última década se ha dejado de contratar personal y adquirir material. Que no haya máquinas respiradoras en Madrid no es culpa del Gobierno central sino que en la sanidad madrileña no se habían comprado. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha en estos años sí se ha comprado material y proporcionalmente tienen suficiente para el posible pico de infectados. Esconder la mala gestión propia y a la vez acabar con el Gobierno.
Se puede aceptar que las cosas se podían haber hecho mejor. Se puede aceptar que hay momentos en los que se vislumbra cierta impericia en el Gobierno. Se puede incluso aceptar que ha sido muy feo el detalle de colar como disposición adicional en el decreto de alarma la entrada de Pablo Iglesias e Iván Redondo en el grupo del CNI. Todo eso cualquier español de bien lo acepta y lo piensa, sin embargo, desde el PP y sus terminales mediáticas no hay un solo apoyo a las medidas que va tomando el Gobierno sino todo lo contrario. Mucho hablar de unidad. Mucho hablar de solidaridad (cuando la única que conocen es la de clase, la dominante claro). Mucho hablar de la necesaria lealtad con quienes hoy en día están al mando en tiempos difíciles, pero en realidad están lanzando un ataque inmisericorde contra el Gobierno para que caiga cuanto antes. No hay día en que El Mundo no mienta. No hay día en que la mayoría de columnista de ABC no lance soflamas inspiradas en bulos (no les importa) contra el Gobierno. No hay día en que no expresen de una forma u otra que Iglesias está dividiendo al Consejo de Ministros. O que el virus se ha expandido por culpa de la celebración del Día de la Mujer (¿han aportado el porcentaje de infectadas en esas manifestaciones cuando el 70% de los casos de enfermos son hombres?), como expresó Casado de forma miserable. No piensan en los enfermos y en los fallecidos sino sólo en el tacticismo político y acabar cuanto antes con el Gobierno de la izquierda. Por eso no hablan casi nunca de lo que ocurre en otros países, donde se han tomado medidas más suaves y están casi peor que en España.
A esto súmenle que Ciudadanos y Vox (¡¡¡Quién lo diría!!!) están siendo más responsables que ellos. Inés Arrimadas hace críticas, más por apremio que por mala gestión. Santiago Abascal incluso reprende a las personas que ocupan las presidencias de comunidades autónomas en las que gobierna el trifachito porque no muestran lealtad institucional, aunque siga atizando a Podemos (algo normal porque es su Némesis). Esto es algo que las personas pueden acabar premiando a posteriori y por ello Casado tiene que estar todo el día criticando y apareciendo. Tiene que acabar con el Gobierno para salvar él su cuello realmente. Aunque no es que haya pensado en si la estrategia es buena o no. En realidad lo de pensar siempre le ha costado, como a su héroe Homer Simpson. Si lo hubiesen analizado, más allá de la algarabía y el odio de las redes sociales, si el Gobierno convocase elecciones después de salir de esta crisis, la economía sí que se hundiría. De hecho, la CEOE, que es la que manda, no permitiría eso. Y si lo que quiere es quitar a Podemos ¿por qué no se atreve a proponer una Gobierno de concentración? Porque en el mismo tendrían que entrar Arrimadas o Abascal y eso ya no le interesa. Tampoco ha debido pensar bien eso de lanza como arieta a Díaz Ayuso. Por muy amiga suya que sea, como sucede con el principal munícipe del consistorio de Madrid, quien al final se llevaría los aplausos es ella, por estar supuestamente al pie del cañón. Aunque entre las personas del PP quien está gustando y mucho es Martínez Almeida.
Culpar al Gobierno de todo es la única respuesta que tiene el “leal” Casado. Luego, cuando todo acabe, si le llaman felón igual debería aceptarlo. Mucho decir que el Gobierno se había entregado a los independentistas y les ha metido al ejército en sus regiones. Mucho decir que el Gobierno ofrece discursos ideológicos pero él no deja de pedir que se salve a la clase dominante (¿Hay algo más ideológico que eso?). Ya mintieron al comienzo del estado de alarma culpando al Gobierno de cuestiones que eran de su competencia. Ahora no sólo son mentiras, dicterios y sobreactuación sino que están empeñados en acabar con el Gobierno pasando por encima de los cadáveres de los españoles si fuese necesario. Carecen de cualquier componente moral, de cualquier humanidad y por ello no les importa la coyuntura actual sino llegar al poder a toda costa y a cualquier precio. Sólo hay que pensar qué hubiese pasado de estar Casado en el Gobierno en esta situación para que el espanto acuda a la mente de cada cual. Las tonterías de Jesús Cacho o Eduardo Inda sobre el peligro a la libertad del confinamiento tornarían en dictadura de ser el PP el que gobernase. Mientras millones de personas sufren en sus casas o en camas hospitalarias, pero dan muestras de entereza y esfuerzo solidario, en el PP están a sus cosas de partido: a lanzar hagstags contra el presidente o culpabilizar al Gobierno de las muertes del coronavirus. Esto, igual, habrá que recordarlo también cuando todo acabe.