Esta funesta pandemia se está llevando por delante a millares de personas que, sí tenían que morir pues no somos más que errantes en este mundo, han perecido antes de tiempo. Da igual que hubiese dolencias previas, que estuviesen con enfermedades casi terminales para un ser humano, aún les quedaba transitar este mundo de sombras durante un tiempo hasta entregar las monedas a Caronte. Entre todos esos millares de personas que han fallecido a causa del coronavirus hay dos que me han llegado más profundamente por ser personas cercanas. Un amigo de luchas y batallas políticas desde hace muchos años. Y el padre de un amigo de menos batallas políticas, aunque haberlas haylas, pero muchas disquisiciones teóricas y literarias. Me estoy refiriendo a Koldo Méndez y a Enrique Múgica.
Ambos fueron luchadores antifranquistas, Múgica por edad comenzó mucho antes por lo que el peligro que corrió fue mayor. Ambos estuvieron comprometidos con sus ideas, uno más socialdemócrata, otro más socialista. Ambos eran vascos. Ambos llevaron escolta por culpa de los años de plomo en Euskadi. Ambos al final eran seres humanos con sus debilidades, sus arrogancias, su amor por la vida y su entrega hacia el otro sin mirar si “era de los suyos” o no. Ambos querían una sociedad mejor, un sistema menos malvado con la persona desde ángulos distintos. Koldo seguía en la lucha de clases y Enrique en la transformación paso a paso del mundo. Uno estaba en lo necesario y otro en lo posible, por utilizar la terminología de Marcelino Camacho. Pero siempre en el lado zurdo de la vida por mucho que a Múgica le hayan querido poner en posiciones más extremas de las que realmente mantuvo. Así lo pude comprobar en la presentación del penúltimo libro de su hijo, Daniel, donde rodeado de los que ahora catalogan del Antiguo Testamento del PSOE seguía pensando en lo mejor para sus coetáneos.
Se han ido dos grandes luchadores por la democracia en España. Koldo republicano si tregua, por lo que fue condenado a 600 euros de multa y seis meses de prisión, total por decir que la monarquía es franquista y lanzar vivas a la república. Enrique, por lo que ha manifestado siempre, se situó en el posibilismo. Era socialdemócrata en sí cuando en el PSOE ser socialdemócrata, reconocerlo al menos, era poco menos que una ofensa. Claro que un socialdemócrata en los años 1970s estaba bastante más a la izquierda que lo están algunos que se autocatalogan de socialistas. Koldo jamás abandonó la utilización de las herramientas del marxismo para analizar lo que le rodeaba, con una especial fijación por la CIA y sus vínculos con ciertos aparatos estatales y el PNV. Ambos, tan aparentemente distanciados, estaban más de acuerdo en el núcleo fundamental de lo que debe ser un partido político en la izquierda. Nada de centralismo democrático, disciplina con crítica sí. Ambos debatirían hasta altas horas de la noche, como sucedía en aquellos Comités Federales que se extendían durante dos días debatiendo sobre temas de primera magnitud, no como ahora que es otra cosa. Muy alejada del debate ideológico. Koldo seguramente miraría con desconfianza a Enrique al verle como un sionista o algo por el estilo (total Alfonso Guerra ya le hizo una jugarreta de ese estilo en Suresnes pensando que Nicolás Redondo apostaría por el para secretario general). Enrique tornaría los ojos hacia el cielo pensando que Koldo estaba alejado de la verdadera senda de un partido socialista. Pero seguramente se tomarían un vino, ¿txacolí?, después de la refriega como compañeros que debaten, disputan pero no dejan de ser compañeros. Una traición del PSOE que parece perdida.
Eso sí, cada uno a su manera, han dejado su esencia en este mundo de locos en el que habitamos. De Koldo siempre hay que recordar su lucha hasta el último momento en favor de los intereses de la clase trabajadora. Eso le había llevado a estar al frente del movimiento de pensionistas en Bilbao, donde lunes tras lunes acudía con sus compañeras y compañeros a defender no lo suyo sino lo de todos. De Enrique quedará su lucha antifranquista, esa que le costó la cárcel, y su apuesta por el debate y la concordia antes que utilizar la violencia de cualquier tipo. Curiosamente ambos han sido protagonistas de bulos interesados, tanto como para que un pagafantas del columnismo, como Juan Cruz, haya vuelto a insinuar que Enrique estuvo negociando con Armada cualquier cosa relacionada con el 23-F. ¿Acudió a Lérida? Sí. ¿Hizo un informe devastador y contrario a participar en cualquier operación militar? También, pero los tontos útiles siguen insistiendo en el tema. Al final se han ido dos buenos socialistas, de los antes y que han dejado a la sociedad española su forma de entender el socialismo. Combativa una y consensual la otra.