Hoy, esta columna que están leyendo iba a estar dedicada al análisis psicopolítico de uno de esos dirigentes políticos que pueblan la geografía española de la derecha. Un chisgarabís de esos que cuando dos neuronas se encuentran en su cerebro se sorprenden. No va a poder ser pues la actualidad de sus mayores lo impiden. Ha tenido suerte Francisco Núñez, presidente del PP de Castilla-La Mancha, más conocido como “el bulos”. Sin dejar las mentes privilegiadas, toca volver a unos clásicos de esta columna diaria. Dos seres que pegando patadas, codazos y lamiendo más suelas que un perro famélico han llegado a lo más alto de la política en el PP. Dos seres que en circunstancias normales estarían penando en cualquier trabajo de mala muerte. En un caso por no haber ni aprobado la carrera. En otro porque ha demostrado que salvo mala leche no hay más. Aunque con la mala leche se puede avanzar en los bajos fondos y hubiese acabado llegando a las redes del PP. Evidentemente, como ya habrán adivinado, se trata de Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso.
Resulta que las leyes en sus mentes siempre son para los demás. La reclusión sanitaria es para otras personas porque ellos dos son los “elegidos” y pueden hacer lo que les venga en gana. Aplican a la perfección los valores del neoliberalismo libertario que ha traído a esto que se sufre hoy en día. “Nadie puede decirme qué hacer porque yo me autodetermino y actúo como me da la gana” podría ser el lema. Por cierto, similar al de los secesionistas de diversos lugares, lo que no es extraño porque surgen de la misma madre ideológica. El padre sigue sin conocerse. El estado de alarma es para los demás y bien que lo señalan, incluso a ministros y vicepresidentes, pero no para ellos que para eso son constitucionalistas, defienden la libertad (aunque sean incapaces de saber qué es la libertad) y además del PP. Como si eso bastase para, más allá de la corrupción y las cloacas del Estado, ser inmune al coronavirus. De hecho, la presidenta madrileña se infectó, o al menos eso dijo y estuvo en un aparta-hotel recluida. Salvo que Casado por envidia quiera contraer el virus, como se han contagiado en la derecha unos cuantos, aunque hay muchas dudas sobre Santiago Abascal, no se entiende que haya pasado más tiempo fuera de su casa que en ella. No ha parado ni un solo minuto, como denunciamos hace mucho tiempo (ahora todos se suman a la moda de decirlo), y todo para parecer que el presidente es él. Suele ocurrirle a los que sufren de problemas de autoestima, que se proyectan en cargos u otras personas, a veces imaginarias, para superar sus debilidades psicológicas, por ende personales. Además, súmenle que los enfermos, como se advirtió en estas mismas páginas, nunca han sido una preocupación en el PP (entre otras cuestiones porque si se empiezan a culpar de muertes tienen las de perder).
No se les ocurre otra cosa que realizar una fiesta, en su lenguaje un happening, para cerrar un recinto hospitalizado por el Gobierno de España, sí el socialcomunista, y que han intentado vender como la gran obra madrileña y no eso que hicieron los chinos. Cuantos éstos levantaron un hospital de la nada. Pero los comunistas no pueden ganar nunca por mucho que la realidad sea tozuda. Una fiesta, hay que retomar, a la que han acudido todos los estólidos de la política madrileña y donde ha habido hasta una conga de personal sanitario que hasta hace unos días pedían material de protección. Que igual se infectan hoy y dirán que es por falta de material y no por hacer el estúpido frente a una dirigencia política de mediocres que les echaran de su trabajo en cuanto puedan. No sólo ha acudido al happening Díaz Ayuso (Casado estaba entre fogones intentando que la clase trabajadora española tele-trabaje 12 horas al día), también han acudido porque no son nada sin una foto y aparentar, consejeros, el vicepresidente Ignacio Aguado, la vicealcaldesa Begoña Villacís (que ahora que el negocio de los pisos turísticos se ha hundido tiene que ganarse el jornal para más adelante) y el alcalde José Luis Martínez Almeida (el mismo que habla de prudencia y cuidado). Tan estólidos y pomposos que hasta han tenido que hacer que hacían, entregaban y engullían bocadillos de calamares. Y algunas personas todavía lo justificaban diciendo que era para agradecer el altruismo del puesto, ya que dio de comer gratis a los sanitarios, pero sin que aparezcan en las fotos, que eso sólo es para los actores del espectáculo. Para rematar la faena, haciendo casticismo con los bocatas de calamares y negando al cocido madrileño, los callos o los bocatas de gallinejas.
Se creen una elite selecta y por encima del resto de los mortales. No piensan en términos de ciudadanía, de fraternidad, de igualdad ante la ley (cuando menos). No. Al contrario, se creen por encima del resto por ser miembros de la derecha política. Cuando en esa derecha no dejan de ser unos títeres, en realidad, de la clase dominante. Creen que los poderosos les hacen mimitos porque son válidos y, si lo hacen, realmente es porque están mandando y ordenando de forma amable. Ser parte del consejo de administración de los asuntos de la clase dominante no les hacer superiores, sí en su cabeza, sino unos estólidos. A este elitismo descerebrado de personajes mediocres (algo que se extiende por toda la geografía política) hay que sumar la mala imagen que han dado en términos sanitarios y sociales. Dos meses las personas recluidas en su casa para que estos majaderos de la política se salten todas las normas, todos los requisitos y toda precaución por hacerse unas fotos, alimentar la política espectáculo y sentirse útiles por una vez en su vida. No piensen, de todas formas, que esto lo han hecho sólo por lo espectacular y por su falta de sesera, también hay algo detrás de todo ello (por cierto, algo en lo que han participado algunos diputados de partidos de izquierdas que aceptaron la invitación de la presidenta madrileña, aunque quiera esconderlo después del horror), se está preparando el remate final de la campaña de acoso y derribo del Gobierno de la izquierda.
Como ha puesto negro sobre blanco Jesús Maraña en infolibre, y se venía comentando en los mentideros madrileños, van a comenzar a sacar encuestas ajustadas a pervertir el inconsciente colectivo. Encuestas prepago que apoyen la pretendida mala imagen que debería haber tenido el Gobierno, más allá de sus propios errores, en esta crisis. Encuestas que dirán lo mal que lo ha gestionado todo Pedro Sánchez; los intentos de instaurar una dictadura de Pablo Iglesias y la crisis económica que ha traído este Gobierno. Vamos como si el coronavirus no hubiese tenido nada que ver. Ayer ya, uno de los sospechosos habituales de la caverna, ABC, advertía que por culpa de Sánchez la economía había caído mucho antes de la pandemia. Ahora sacará encuestas tan válidas como el CIS tezanesco. Una campaña que tan sólo tiene una finalidad, que se convoquen elecciones generales cuanto antes, no vaya a ser que se les pase el cabreo a los españoles y no haya dinero para untar a tanto juntaletras, todólogos y demás tertulianos. La realidad, empero, siempre es mejor que las estrategias diseñadas en los gabinetes de espectacularidad de los partidos políticos o de la patronal. Como se dijo hace unos días respecto a la paradoja Merlos-Negre, con este material humano lo mejor es dejarles actuar porque, tras algún que otro momento de malestar, acaban metiendo la pata. Y eso es lo que les ha pasado a Casado y Díaz Ayuso, que han demostrado ser unos estólidos inconscientes frente a toda la población. Tanto tiempo preparando la caída del dúo Sánchez-Iglesias, para que dos personajillos sacados de las Nuevas Generaciones del aznarato, acaben arruinando todo el tinglado. De donde no hay, no se puede sacar… pero al menos que no molesten. Y no lo duden, esto le va a costar a los bolsillos madrileños (más pudientes ellos) un montón de dinero en subvenciones a los medios de comunicación afines para arreglarlo.