Con una fuerte crisis socio-sanitaria que ha desbordado las previsiones más optimistas del soberbio Occidente, más el añadido de la crisis económica del capitalismo por el parón obligatorio de numerosas actividades, el Gobierno de España debería haber sufrido en sus apoyos una bajada generalizada. Nadie puede negar que se han cometido numerosos errores, bien por enfrentarse a algo nuevo, bien por la propia impericia de quienes están al mando. Esas continuadas rectificaciones, esos pasos dados que en algún caso han resultado inexplicables o esas cansinas ruedas de prensa de decenas de ministros para que ninguno perdiese cuota de pantalla, son evidentes hasta para los más furibundos sanchistas o podemitas. Se han cometido errores y se han sufrido enormes presiones de la clase dominante, unas públicas (como esos comunicados de Ana Botín exigiendo la vuelta a la normalidad productiva) y otras buscando las sombras del poder. Nada de esto se puede negar. Si se le suma que hay algún ministro que cada vez que habla sube el pan y genera portadas hasta de los medios progresistas, lo normal a estas alturas del confinamiento pandémico es que los apoyos al Gobierno fuesen mínimos.
A los errores propios (cabe señalar que el mayor de todos fue decir que habría un mando único y no un control centralizado porque muchas personas piensan que personajes como IDA no tienen culpa del genocidio en las residencias de mayores), hay que añadir la campaña exagerada, malintencionada y antipatriótica de la prensa de derechas. No ha habido día en que no acusasen al Gobierno de los muertos, paradójicamente a la vez que pedían desconfinamiento inmediato; en que no acusasen al Gobierno de estar instaurando un régimen autoritario (ahí tienen a la Borjamari borroka pidiendo libertad); en que no hayan insinuado que había compras corruptas; en que no hayan mandado bulos y tergiversaciones por todos los medios habidos y por haber; en que hayan hablado de forma positiva de algo de lo que se ha hecho bien (gracias al Gobierno miles de trabajadores y autónomos tienen un respaldo económico); en que hayan exagerado hasta la lo estrambótico cualquiera de las acciones del Gobierno “socialcomunista”. Hasta cuando han hecho caso a la CEOE les ha parecido mal.
A eso súmenle un PP, como principal partido de la oposición, que se ha echado al monte pidiendo, no ahora sino desde hace más de un mes, salvar el capitalismo sin importar que mueran cientos de miles de personas; pidiendo que para paliar las consecuencias de la crisis se permita a los empresarios el despido gratuito; pidiendo cualquier estupidez propia de mentes incapaces y personajes mendaces mirando en interés, primero, de la clase capitalista y, luego, de lo electoral. Una derecha cavernícola, demagógica, populista, chabacana, inculta, mala follá y mentirosa que no ha ayudado en todo el proceso. Esto los “moderados” de Pablo Casado, porque la ultraderecha ha ejercido de ultraderecha pidiendo hasta un golpe de Estado militar. Bien es sabido que nunca les gustó un gobierno de coalición (de dos formas de ver la socialdemocracia), pero no han retrocedido ni ante las miles de personas que llenaban en Madrid el palacio de Hielo o la ciudad de la Justicia. Luego los harán mártires del coronavirus comunista, pero mientras tanto no han dudado en pasar por encima de los cadáveres. Y encima comprando las mentiras de Bieito Rubido y Francisco Rosell sobre la pérdida de libertad, cuando la realidad es que ambos medios están teniendo graves problemas económicos, ABC hará un ERTE (o ¿será un ERE?) en breve, y lo que buscan en realidad es la “paguita”. Vamos el sobre de toda la vida de los periodistas “sobre-cogedores”.
Con todo esto el apoyo al Gobierno no ha declinado en ningún momento. Lo dicen incluso las encuestas encargadas por los medios de la derecha reaccionaria. Tanto PSOE como Podemos se mantienen en los mismos números que antes de la crisis como reflejan las últimas encuestas (en las que peor les va son encuestas “encargadas” para generar opinión). Es asombroso que se mantenga ese apoyo con las distintas campañas abiertas contra el Gobierno de Sánchez, porque la crueldad típica y los bulos continuados contra Pablo Iglesias no ha cesado, y llegando a acuerdos con la CEOE. Curioso que siguiendo muchas de las recomendaciones de las patronales sigan en la derecha con su plan guerracivilista. Claro que estando José María Aznar detrás de todo el andamiaje político se comprende. Porque a Aznar, salvo dos o tres empresarios españoles, no le importa la economía de la mayoría de empresarios españoles, realmente él está a un juego geopolítico distinto. No sólo es uno de los políticos encargados por la CIA para vigilar lo que ocurre en América Latina, sino que también debe cuidar por las relaciones imperiales en España. Por eso la campaña contra el Gobierno, al que no dieron ni cien días de cortesía. Eso sí, el PP más que hablar, mal y con mentiras, podría hacer algo de trabajo parlamentario y presentar al menos “una” propuesta sobre algo, que realmente se han tomado el confinamiento como vacaciones pagadas por los españoles. De hecho Casado ha aprovechado para recorrer España saltándose el confinamiento y sacarse, cuando menos, seis carreras más. Pues con todo y con esto el Gobierno sigue teniendo apoyos fuertes y asentados. Cuando pase lo más gordo de la pandemia igual hasta se disparan en las encuestas, si Iván Redondo no mete la pata. Aunque va a ser complicado porque la caverna mediática tiene los ojos llenos de sangre; están salivando y mostrando los dientes; y tienen mucho que ganar (políticamente no, dinero, siempre con la prensa es dinero lo que hay detrás).