Le han debido decir tantas veces que está muy “preparao” que al final ha debido convencerse de que ser presidente encargado es poco. La norma en los actos de las instituciones gobernadas por el PP es dar a Pablo Casado honores de jefe del Estado. No es algo improvisado, algo que surge porque como no para de saltarse el confinamiento acude a todos los sitios en busca de una foto (aunque las que publicite sean ridículas y pura carne de meme); no es algo que hacen los edecanes colocados a dedo para agradecer al jefe de su partido la deferencia; es algo premeditado y estudiado. No minusvaloren a las gentes de imagen y comunicación del PP, saben lo que se hacen. Aunque en los últimos tiempos les salgan las cosas tirando a regular (caso #RoomGate de Ayuso), piensan siempre cómo manejar lo simbólico para penetrar en el inconsciente de las personas. En esta ocasión se trata de dar un aura de jefe de Estado responsable; de estar preparado para las más altas cotas de la dirigencia política; de situarse por encima de los mortales alcanzando con los dedos la divinidad. Cuestión bien distinta es que eso no funcione como se verá. En realidad es exigencia de la calle Génova que “Paul Married” (como la imagen que ha causado tanta gracia en las redes sociales) se sitúe en los puestos de honor.
La realidad es que Casado es un simple diputado del Congreso. No existe en España, salvo en términos parlamentarios, presupuestarios y de seguridad, algo así como el jefe de la Oposición. Cuestión simbólica para el portavoz del partido que más escaños tiene después del partido mayoritario/de gobierno. Nada más. Pero eso le importa poco al soberbio dirigente popular. Él es mucho más que eso, aunque en términos políticos estrictos cada vez que Santiago Abascal habla provoca que el sinsorgo del PP deba cambiar toda su estrategia y forma de comportamiento. Así pasa de aparentar ser un leal opositor a una bestia parda que exige cualquiera de las ocurrencias de su equipo de asesores. Salvo cuando habla de cuestiones económicas que sigue al pie de la letra lo que le piden en la CEOE (como los despidos gratuitos en tiempos de pandemia). Salvo, también, en cuestiones internacionales que sigue a pies juntillas lo que le dice José María Aznar y el resto de lobbies imperiales. En realidad para considerarse el super-jefe de la oposición no tiene ninguna iniciativa propia salvo la mentira y la necrofilia, cuestiones que no es que hablen bien de él, todo sea dicho.
En cualquier acto de los que se han realizado durante la pandemia dirigentes como Isabel Díaz Ayuso (la amiguísima) o José Luis Martínez Almeida han situado al presidente de su partido en puestos de honor. Bien sea para pasar revista a sanitarios y gente de Protección Civil, bien sea en la festividad de san Isidro en el Ayuntamiento madrileño. En todos Casado ha estado al frente de la comitiva. Presidenta y alcalde le han acompañado, se puede ver en las imágenes que están en redes sociales, le han tratado como si fuese el jefe del Estado (bien que calla estas cosas Bieito Rubido en ABC y se inventa cosas sobre Pedro Sánchez y su campaña contra Felipe de Borbón, el “preparao” de verdad) y le han dejado hacer como si realmente él fuese alguien más que un simple ciudadano. Ser presidente de un partido, por mucho que gobierne en esta o aquella localidad o región, no da derecho a un tratamiento especial. Ser diputado en una circunscripción (no se piensa que se vota por circunscripciones y sólo te legitiman esas personas) no te confiere poderes especiales más allá del estricto protocolo, que siempre es menor que los legítimos representantes de esa institución. Casado no tiene legitimidad para estar delante de José Vicente Hernández, por ejemplo. Y eso que esta persona ha ganado un mundial de baloncesto que ya es bastante más de lo que ha hecho por España el presidente popular.
Las órdenes de Génova son claras: Casado siempre con honores de jefazo para dar imagen presidenciable. Es muy antiguo el aparentar, el juego de máscaras de las personas que aspiran llegar al poder de cualquier tipo. En cuanto se sitúan en la rampa de salida, lo cual no garantiza llegar al destino final, comienzan los disfraces, cambiar la apariencia (se deja barba para tener cara de responsable y no de…), los juegos simbólicos como hacer de jefe de Estado cuando se es un chisgarabís y todo esto sin tener que hablar una sola palabra. Como no hay nadie que le avise que está haciendo el ridículo día tras día, es obvio que los estrategas genoveses quieren insistir en ese juego simbólico (le falta salir con un fachaleco en el barrio de Salamanca) y por ello imponen a sus esbirros de la región y la capital seguir el juego. El problema es que acaba dando pena y parece que más que jefe de Estado o de Gobierno, se arrastra por lo mediático en busca de cariño, de que se piense que sí que vale y acaba pareciendo lo que realmente es: un teatro político de alguien que tiene pocas ideas (ni una sola propuesta ha presentado el PP que fuese legal); de alguien que está a la espera de que los poderosos le aúpen al poder y mientras tanto hace lo que puede, que es poco y nefasto.
Es complicado, en est hay que ser condescendiente con los asesores genoveses, trabajar con un estólido con una soberbia mayor que la de Aznar. Una persona que realmente se ha creído que es muy listo, está muy preparado y se merece, por una cuestión casi divina, ser presidente del Gobierno como poco. Es tal la mitomanía que existe en esa cabeza que hasta presidente de la Tierra se le queda corto para rellenar la soberbia. Hasta los medios conservadores internacionales han hablado de infamia por su comportamiento durante la pandemia, pero eso no le afecta por el problema que tiene en su mente. Le dijeron que fue elegido por descarte para que no llegase al mando Soraya Sáenz de Santamaría, le dolió y por eso ha redoblado esfuerzos en aparentar lo que no es. Ahora vive arrastrándose por Madrid en busca de imágenes que demuestren al mundo que él es el más preparao, el más guapo y el más inteligente de todos los seres que habitan la faz terrícola. Y no es exageración, pregunten a la gente que le conoce un poco y verán que soberbia y estolidez son una mala mezcla. La realidad es que por mucho que le fabriquen encuestas las personas siguen prefiriendo a Sánchez (¡Con la que está cayendo!). Mucho llorar a los muertos en memoriales (¿quién los construye?) pero ni una sola muestra de lucidez para afrontar la pandemia. Le importa poco o nada que las personas mueran porque, sabiendo que es mentira que el virus afecta a las clases de igual forma, los suyos sobrevivirán de mejor forma. Buen esbirro de la clase dominante, lo que siempre ha sido un buen esbirro o machaca, pero pésimo para la vida humana.
Hay que darle honores, si. Yo me daría el honor de mandarle lejos, muy lejos.