Las masas se encuentran enfervorecidas ante la última aparición de Felipe González. Su crítica a la “republiqueta plurinacional” como apuesta del dirigente de Podemos, Pablo Iglesias, ha enfadado hasta a las huestes del PSOE. Nadie se ha parado a analizar lo dicho por el ex-presidente del Gobierno, directamente ha sido tachado de “facha”, de “tarado”, de “viejo chocho” sin analizar la realidad de una república hoy en día y más si se considera plurinacional. Aquí ya se advirtió que, siendo deseable una república antes que la monarquía constitucional, pasar de una monarquía burguesa a una república burguesa de las identidades no era dar un salto adelante, ni suponía una gran transformación respecto a las condiciones de la clase trabajadora. Además que no contaría con el apoyo suficiente porque no se ha hecho pedagogía, ni se ha presentado un proyecto coherente de república. Cada cual tiene su república y quiere imponérsela a los demás. Como sucede con la imposición constante del modelo liberal por parte de la derecha.
Molesta que González hable, cuando es utilizado por la derecha además –esa derecha mediática que hubo de confabularse para quitarle de presidente del Gobierno, en un claro desprecio a la voluntad general-, y es extraño, porque desde hace décadas viene expresando el mismo discurso. El ex-secretario general del PSOE siempre ha sido, y siempre es siempre, un nacionalista español (si lo prefieren un patriota para quitar connotación identitaria), un pequeño-burgués cuya intención era situar a España en lo más alto de la economía mundial y sus correspondientes movimientos geoestratégicos. La ilusión, lo que le hacía humedecerse por las noches, era haber podido instaurar el eje Madrid-París-Berlín como núcleo del imperio europeo. Evidentemente, hoy en día, añádanle que defiende la obra de la Transición porque fue uno de los protagonistas principales. Pero la defensa de la unidad en la diversidad (principio federalista) de España, su lucha contra medievalismos que rasgasen la potencialidad de España en el mundo, su “primero España” que le lleva a asumir que el PSOE debería pactar con el PP unos presupuestos para abandonar la sinrazón de estar trabajando aún con los de 2018, son ya argumentos clásicos en la historia política de “Isidoro”.
Seguramente siga persistiendo en el inconsciente colectivo de la mayoría de españoles esa mística que Alfonso Guerra dedicó años en construir alrededor de González. El “hijo del vaquero” fue la imagen elegida por el grupo guerrista para vender a los españoles, pues el PSOE era más un recuerdo del pasado republicano que realmente un partido que se moviese en la clandestinidad –salvo contadas excepciones-. Frente a las “ancianos” del PCE y su nutrido grupo de intelectuales –no en vano era “el Partido”- había que proyectar una imagen, distorsionada realmente, de hijo de la clase trabajadora. Aquellas entrevistas donde González exponía su conocimiento del ganado con mirarles a los ojos y demás cuestiones escondían que realmente era un pequeño-burgués con coche comprado por papá y mamá. Contar con el apoyo de las principales cancillerías, las cuales no deseaban que se repitiese la fórmula Partido Comunista-Democracia Cristina (¿Recuerda alguien cómo la propia jerarquía de la iglesia católica destruyó las posibilidades de los partidos democratacristianos?), ayudaba a tener seguro que los dineros llegarían para financiar la estructura de partido y las campaña electorales. Ahora bien, González servía para eso de la política y daba mejor imagen, sólo había que construir una leyenda a su alrededor. Y ahí Guerra se ganó las habichuelas, aunque como dice Pablo Castellano lo hizo para ponerse de dos él.
Existe otra mística sobre el abandono de cualquier conexión izquierdista de González-Guerra en Suresnes, como si la facción de Rodolfo Llopis –a quien el PSOE actual le niega el debido reconocimiento habiendo sido el secretario general que más años ha estado en el cargo (seguro que por ignorancia)- fuese de bolcheviques, que no. En Suresnes salió un PSOE mucho más radical que el PCE del eurocomunismo, tanto que hasta por prudencia se evitó que fuese aprobada una enmienda defendiendo la dictadura del proletariado. Algo paradójico pues el socialismo, como momento histórico, es la dictadura del proletariado –o el dominio del proletariado si lo prefieren-, pero había que ser radicales sin pasarse. Sería a partir del 27° Congreso del PSOE en 1976 cuando González mostraría sus cartas verdaderas. En el discurso de apertura ya aventuraba lo que habría de venir: “Es difícil contener el grito y hablar serenamente, pero nuestra situación exige serenidad, exige que asumamos el pasado para superarlo, no para anclarnos en él. Exige que miremos al futuro sin renunciamientos imperdonables, con afán de justicia pero no de venganza, con el temple suficiente para medir las consecuencias de nuestras palabras y de nuestros comportamientos políticos”. Futuro y no mirar al pasado ha sido una máxima de González.
Tras el 28° Congreso, en el que mandó el socialismo al garete, junto al marxismo, González libre de ataduras partidistas y asentado como jefe de la oposición comenzó a mostrar su verdadero discurso: el nacionalista. En el discurso de la moción de censura contra Adolfo Suárez, el candidato socialdemócrata no habló de nacionalizaciones, ni cosas por el estilo, sino que apoyaba la construcción del Estado de las autonomías “en el mantenimiento estricto de la unidad de España”, medidas económicas para superar la crisis económica y un fuerte internacionalismo que ya dejaba vislumbrar la participación en la Comunidad Europea. Como diría en aquel tiempo su asesor de cabecera José María Maravall, presentaron un programa de reformismo radical. O como se lamentaba Luis Gómez Llorente, luchador antifranquista con paso por la cárcel y fundador de Izquierda Socialista, la “revolución burguesa”. En declaraciones a la revista Time ya lo advertía el propio González: “Es más que un programa socialista, en el sentido de que es un programa nacional, un programa de democratización del Estado, de las Instituciones y de la Sociedad. Es socialista en el sentido en que profundiza en la Democracia pero no en el sentido de que sea estrictamente una alternativa partidaria. Un montón de cosas de las que decimos que tenemos que hacer las podría hacer igual la burguesía progresista, pero no lo hacen”.
Un discurso típico del regeneracionismo español como esta muestra de 1982 en Bollullos del Condado: “Hay tantas cosas por hacer, hay tantas cosas por cambiar… Pero nadie podrá pensar que todo se cambia en un mes. ¿Ese cambio es pequeño? Yo creo que no, y les digo con toda sinceridad que creo que es un gran cambio, un cambio que supone un giro de ciento en la historia de España, se dice pronto. Después de centenares de años aquí se puede orientar la historia y la política de otra manera, con otro estilo, con otro comportamiento, con otra mira puesta en otros intereses, escrito, de lo que han sido los intereses de centenares de años. No digo de decenas de años, si ya no me refiero ni siquiera a la dictadura, me refiero a los años veinte, a los diez, a los primeros años del siglo, a los últimos del siglo pasado… Siempre ha sido así”. Normal que The New York Times calificase al PSOE como los “jóvenes nacionalistas”. Estas citas dan clara muestra del carácter patriótico, nacionalista o burgués de González. A ello añádanle la permanencia y entrada en la estructura militar de la OTAN y la única visión de una UE como orientadora de lo internacional y lo económico y tendrán el pensamiento de González.
No es que el ex-presidente del Gobierno haya cambiado, bien al contrario, no lo ha hecho, más allá de ciertos detalles. El problema es que se construyó una imagen mítica de su persona, especialmente en el ámbito socialdemócrata, que ahora que ha caído el velo carismático sorprende a las personas de lo que en un momento apoyaron con todas sus fuerzas. Guerra está en la misma posición porque también ha sido siempre un patriota, un nacionalista y un teatrero de los descamisados. Pero a día de hoy siguen defendiendo lo que defendían en 1982. Evidentemente defienden también el sistema constitucional que ayudaron a crear, eso es lógico y generacional, el problema es la forma en que se veía a González-Guerra hace años y se les ve ahora. Pasa como con el GAL que en su momento lo defendía el 80% de la población y hoy casi nadie. Diferentes contextos hacen que los matices cambien pero el núcleo central de la ideología estaba ya en aquellos años. No es que González haya cambiado, es que lo han hecho ustedes en su forma de verle y escucharle. Ahora si quieren cabréense pero no digan que ha cambiado tanto, que no lo ha hecho. Era un burgués y un patriota en 1979 y lo sigue siendo. Defendía la unidad de España en 1979 y lo sigue haciendo. Ayudó a construir el sistema y lo defiende. Nunca fue republicano sino posibilista, como nunca fue socialista sino un reformista liberal. Lo curioso es que jamás lo ocultó en realidad. Otros llevan años haciendo lo contrario.
Estimado Santiago:
Con este artículo ya se te termina de ver el plumero del todo. Escribes muy bien, tus diagnósticos son acertados… pero te ciega tu felipismo… y tu PSOísmo alcanforado.
Si lo mejor que puedes hacer en política a estas alturas del siglo XXI es defender a este *absoluto impresentable*, sinceramente creo que te lo deberías hacer mirar: Actualmente Míster X es uno de los elementos más reaccionarios, corruptos y pasados de rosca en el país, sólo poco por detrás de Ánsar and friends.
Recapacita, por favor.
Buen finde!
ASCO!! AHora vas y lo borras como es tu costumbre, cuando el comentario no es de tu agrado