Según han podido descubrir las buenas gentes de Infolibre, el dirigente de la formación ultraderechista Vox ha ocultado al Congreso la compra de una casa mediante escritura de más de 700.000 euros. Lo que viene siendo un casoplón con todas las de la ley. Una ocultación que es contraria a la obligatoriedad de dar a conocer cualquier cambio en las propiedades de diputadas y diputados. Más allá de esa falta y ocultación cabe recordar que las huestes voxistas han hecho de la tenencia de “propiedades de lujo” una de las armas contra las personas de izquierdas. Entonces ¿ahora qué? ¿El casoplón del fachorrón no es malo?
Que Santiago Abascal no ha pegado un palo al agua en su vida es harto conocido. Que lleva viviendo de las mamandurrias y el escaqueo tampoco. Ahora bien ¿tanto dinero genera la política para tener las propiedades de lujo que tiene? O ¿piensa estar en política toda su vida para abonar las hipotecas y vivir a todo trapo con un sueldo de diputado? Es conocido que hay diputados que llevan toda una vida saltando de cargo en cargo, de todos los partidos, que no tienen la posibilidad de hacer esos gastos en casoplones. Quienes lo han hecho, por cierto, o han caído en las redes de la corrupción, o siempre han existido ciertas sospechas sobre “favores” que pueden haber recibido.
Cuando Pablo Iglesias e Irene Montero compraron su casoplón en Galapagar, con un daño de imagen que no han llegado a superar, se cuestionó desde la propia izquierda por incumplir su discurso ético, no la legitimidad que pudieran tener en hacerlo. La estética arruinó la ética. Esa crítica es legítima por el discurso de los propietarios de Galapagar. Más allá de eso, sin embargo, desde la derecha, que tiene mucho que callar siempre, se habla y no para de “los marqueses de Galapagar”, de “los Ceaucescu” y les hacen visitas guiadas a su casa para insultarles. Todo ello jaleado por la prensa cavernaria y los columnistas de la todología patria. ¿Dónde están ahora para criticar el casoplón del fachorrón?
Parece que para las gentes de derechas, las personas que se identifican con la izquierda deben vivir debajo de un puente, no se deben lavar –por no gastar agua parece-, no pueden leer, no pueden hacer nada que se asemeje a los hábitos y conductas de la clase dominante. Lo cual es estúpido pues no hacen más que promocionar ese estilo de vida como mecanismo de reproducción social y, por ello, dominación. Sin embargo, las gentes de derechas se pueden comprar lo que sea, cuando sea y de la forma que sea tan sólo porque “son de los nuestros”. Como se dijo párrafos antes, no dirán en los medios cavernarios ni una sola palabra del casoplón del fachorrón pese a que su vida laboral está vacía. Cuando hacen una crítica a los excesos de la clase política, en realidad, lo hacen a la posibilidad de que los políticos de izquierdas adopten una forma de vida igual a la de los de derechas. Molesta que salgan la ministran en Vogue, en Hola y que se compren casoplones porque, al fin de cuentas, es entrar en espacios reservados a la élite y sus mandados políticos. Por eso no dirán nada, porque Abascal es uno de los suyos.
Desde la izquierda que los políticos que se presentan por partidos de la izquierda hagan eso mismo es condenable tanto como si lo hacen aquellos que se presentan por los de derechas. La ética de la austeridad, que no significa vivir mal, que siempre ha estado del lado zurdo del pensamiento, entre otras cosas porque el boato y el lujo son distinciones de una clase antagónica, sirve para condenar a los propios y a los contrarios. Que los políticos españoles compitan por ver quién tiene la casa más grande supone que viven realmente alejados de la realidad que les rodea, de la situación que viven millones de familias en España. Da igual a derechas o izquierdas, si es Abascal, Iglesias, Sánchez o Casado –otro que está construyendo un imperio urbanístico-, siendo políticos profesionales como son ¿por qué amasan propiedades sin saber qué les deparará el futuro ya que la política debería ser efímera? La mayoría de españoles no puede ni soñar con casas de un millón de euros, o de medio millón, y ellos gastan como si el salario lo tuviesen garantizado de por vida. Pero esto no verán que lo critiquen en la prensa cavernaria… al menos el casoplón del fachorrón Abascal.