Las redes, los bares, las casas gritan de indignación por la fiesta de autopromoción de El español que montó el lunes a la noche Pedro J. Ramírez en el casino de Madrid. La amplia representación de la clase dominante que allí acudió para tomarse un piscolabis, hacer lobby, aparentar o lambisquear ha dejado perpleja a la misma población que no puede/debe ver a sus progenitores; a la misma población que se encuentra encerrada en su barrio; a la misma que ha perdido su trabajo; a la misma población que ha perdido a familiares; a la misma población que ha tenido que suspender su bodas; a la misma población que está perdiendo dinero a espuertas porque debe tomar medidas tan restrictivas en sus negocios que se vacían; a la misma población que está siendo responsable y aplica el distanciamiento personal con amigos y familiares… A todas esas personas les ha indignado que por pertenecer a la clase dominante, unos sí y otros no.
El director del medio de comunicación celebraba la entrega de los premios anuales y, como siempre le ha sucedido, no ha podido dejar de contar con lo más granado del poder en España. Da igual si la fracción económica, la ideológica, la militar o la política. Todas estaban allí para disfrutar de una velada que podían haberse ahorrado por salud y por vergüenza. Dice Pedro J. que lo que pasa es que hay mucha envidia, de la malsana además, porque se tomaron las medidas para eventos de estas características, con distancia y…. las mascarillas guardadas en el bolsillo. Allí se ha podido ver a Florentino Pérez, a José Luis Martínez Almeida, a Pablo Casado, a Teodoro García Egea, a Inés Arrimadas… sin portar la mascarilla cuando todo el mundo conoce –en estos días ya sí se sabe- que el contagio aerosoles en sitios cerrados es una de las principales formas de contagio. No parece que les importase mucho saltarse las recomendaciones porque tenían cara de felicidad. Normal, la clase dominante siempre se ha mantenido por encima de las leyes porque para algo son clase dominante.
La excusas sobre la idoneidad sanitaria, como las proferidas por la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, con la única finalidad de salvar la cara del ministro, ¡asómbrense!, de Sanidad, Salvador Illa, han sido tan ridículas que han elevado la indignación. Mientras desde las instituciones del Estado se señala a los jóvenes por estar supuestamente expandiendo el virus, quienes ostentan esas mismas responsabilidades andan por Madrid de fiestuqui y pasándose las recomendaciones por el forro. Incluso alguno, como Emiliano García Page, cruzando de comunidad a comunidad mientras se queja de los que llegan a segundas residencias o a ver a familiares los fines de semana. “Haz lo que diga pero no lo que hago” como máxima de una clase dirigente que cada vez está más señalada por casos como estos. Por creerse por encima de bien y del mal. Por pensar que al haber sido designados como responsable públicos pueden hacer lo que quieran a la par que señalan con dedo acusador a la ciudadanía.
Sanitariamente, en el estricto sentido de lo dictado por el ministerio, puede que la fiesta en principio fuese correcta. El problema es que desde el propio medio de comunicación han mostrado imágenes donde se ve a la clase dominante dialogando sin mascarillas, unidos en fraternales corrillos y no respetando lo que exigen a la ciudadanía. Además, está el aspecto ético de la situación. Mientras día tras día se impiden simples reuniones familiares de más de seis personas, como un simple cumpleaños, señoras y señores de la clase dominante se reúnen para unos premios que se podrían haber ahorrado. Pero claro Pedro J. no puede dejar escapar la ocasión de mostrarse como el personaje importante que siempre ha querido ser. El resto de los comensales, entre favores debidos al periodista, entre ganas de agasajar a personajes como el viudo con gafas, entre ganas de cerrar algún negocio a futuro, tampoco son ajenos a esa carencia total de ética, ni de estética.
Con un estado de alarma recién decretado para toda España, con toque de queda (aunque Pedro Sánchez quiera utilizar eufemismos), con un aumento de los ingresos en UCI, acudir a un evento de ese tipo es indigno, propio de mentes menores y de egocéntricos políticos que carecen de ética alguna. Indignación y ganas de agarrar al alguno de los que aparecen en las fotografías del cuello para decirle por dónde puede meterse sus recomendaciones diarias en los medios de comunicación. Para que luego el alcalde de Madrid aparezca exigiendo responsabilidad a los vecinos madrileños a los que tiene confinados. Normal que les insulten en las redes sociales y a la cara, porque acrecen de un mínimo sentido racional para ver que lo que han hecho está mal, es un error. Pero como son políticos, de los mediocres además, a sotenella y no enmendalla. ¿Cesará Sánchez a Illa, Margarita Robles (ministra de Defensa), José Manuel Rodríguez Uribes (ministro de Cultura), Dolores Delgado (fiscal general del Estado), Félix Bolaños (secretario general de la Presidencia), Miguel Ángel Villarroya (jefe del Estado Mayor de la Defensa), Juan Carlos Campo (ministro de Justicia) o Isaías Táboas (presidente de Renfe) que estás bajo su mando? ¿Dimitirán Casado, García Egea, Martínez Almeida, Cuca Gamarra, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Montesinos del PP? ¿Dimitirán Arrimadas y el “muy ético” Edmundo Bal de Ciudadanos? No lo verán porque se creen por encima de ustedes y carecen de cualquier ética mínima. La ética, como dice el sabio dicho español, se demuestra andando. Y esto más que andar corren…