Que Pedro Sánchez aparezca para exponer sus líneas directrices de gobierno no es una mala idea, de hecho debería hacerlo cada seis meses como poco. El problema es que cuando alguien se autocalifica de asesor en comunicación política, se arroga –en este caso- poderes de camarlengo y acaba por copiar todas las campañas que se hacen en otros países, especialmente EEUU, debería cuantificar tanto el qué como el cuándo.
Ayer el presidente del gobierno expuso en una exposición en la sede central de Ferraz su posición respecto a lo que queda de legislatura, ahora que parece se ha asegurado la misma con unos presupuestos propios, con el lema La España que nos merecemos 2021-2026, donde se destaca que “acabaremos en 2023 la legislatura con un crecimiento más sólido, más empleo y mayor justicia social”. El primer error es el propio lema que, por buscar un quinquenio como unidad de medida, traspasa los tiempos que, de no suceder nada raro, darían por terminada esta legislatura. Algo que reflejan en el destacado de la noticia que ofrecen a los medios. ¿Por qué tres años más de la legislatura? Soberbia sin duda al pensar que ganará de calle las siguientes elecciones ¡a tres años vista! Y cortedad de miras porque de vencer en esas futuras elecciones recortaría en un año la legislatura de forma prematura, señalando que no tendría mayoría suficiente y se vería obligado a ello. Con tanta fecha que no cuadra, al final, se acaba por embarrar el efecto simbólico que se cree necesario. En el pasado Alfonso Guerra propuso aquello del Programa 2000 como marco simbólico. No se llegó pero marcaba un horizonte de esperanza ante el cambio de siglo, dejando atrás el infausto siglo XX.
En el discurso que le han preparado a Sánchez le han intentado unir a una tradición que surge con Pablo Iglesias de tal modo que la imagen que acaba proyectando es que él no ha hecho nada que merezca la pena. Salvo luchar contra el coronavirus, ni la sanidad, ni los servicios sociales, ni la extensión educativa a la clase trabajadora, ni el matrimonio igualitario… son obra suya, quedando sin ofrecer nada nuevo. Y cuando se hace una apuesta por una exposición de estas características, sabiendo que sólo lleva dos años gobernando –y de aquella manera con limitaciones por la minoría en que se encuentra- se debe ser más propositivo. Si estableces el marco simbólico en el pasado y no ofreces más, aumentar la apuesta que se dice, aparentas justo lo que no querías aparentar con la comparecencia. Un error estúpido, que cualquiera que haya pasado por una facultad de políticas con cierto provecho sabe… ¡Ah que no han pasado por una facultad de esas los asesores! Se entiende.
El presidente ha hecho un esfuerzo por sintetizar su posición política, algo no complicado, pero lo ha hecho, y aquí se encuentra el más grave de los errores cometidos por sus asesores –sí, señalando especialmente a Iván Redondo-, un día en que la repercusión va a ser mínima. Un sábado los periódicos y las televisiones están bajo mínimos respecto al personal disponible. Por tanto se va a hacer un “corta y pega” de la nota de prensa y poco más. Al no haber debates televisivos, ni radiofónicos mañaneros o vespertinos/nocturnos lo que haya dicho el presidente del gobierno se lo lleva el viento. Salvo la tropa de militantes activos en redes (los famosos sugus) no existe mayor movimiento como se ha podido comprobar en todos, y todo son todos, los medios de comunicación. ¿Para qué hace es esfuerzo comunicativo si nadie va a hacer ni caso? De hecho las redes sociales estaban más pendientes del fútbol, del acoso trans a la alcaldesa feminista Nuria Parlón o de la última tontería del clan Pantoja.
Parece que, por los brutales errores que viene cometiendo, el camarlengo monclovita Redondo trabajase para el PP o para Podemos. No se entiende que haga salir al presidente a soltar un speech sin prever que nadie le iba a hacer caso y con un discurso francamente malo de solemnidad. Curiosamente ha dejado en las redes una imagen con un admirador en su despacho de Moncloa donde había colocado el libro de Julio Feo (director de gabinete con Felipe González) Aquellos años. Lo ha debido leer pero no lo ha entendido bien. ¿Cómo es posible que planifique una salida del presidente al hospital La paz de Madrid sin avisar al PSOE para que acudiesen al menos dos docenas de militantes a aplaudir y hacer frente a los peperos que allí estaban? En el PP se dieron prisa en enviar a los suyos, en el PSOE… Haciendo la comparecencia en Ferraz han querido mostrar que el partido estaba muy activo, o algo por el estilo porque con esta gente nunca se sabe, frente a las críticas de esta semana de los ex-dirigentes del partido. Y realmente sus acciones demuestran que aquellos van a tener razón. Cuando González, Almunia, Rodríguez o Rubalcaba viajaban se avisaba, siempre, a los del PSOE del lugar para que no estuviese el secretario general solo. Hoy están a ver si copian lo que pasa en series estadounidenses. Una pena porque la intención podía ser buena pero está muy mal ejecutada.