No hay nada mejor para los editores desalmados que ocurra algo inesperado, que un acontecimiento cualquiera perturbe la normalidad o que aparezca un nuevo fenómeno de masas de esos que al año nadie recuerda ni cómo se llama (triunfitos, granhermanos, isleños y demás fauna). En todos esos casos salivan con maldad para ver a quién engañan o quién está dispuesto a escribir un libro sobre el tema, la persona o la historia del instante con el que sacar cuatro cuartos y cuadrar las cuentas. Ha pasado sobre temas serios (durante la transición cada semana se sacaba uno o dos libros sobre los más diversos temas políticos) y pasa ahora con temas menos serios o la pandemia de coronavirus. Son voraces pero las cifras de ventas acaban indicando que, en realidad, con la saturación informativa del momento y pese a contar con “estrellas” mediáticas, las ventas no se disparan. ¿Piensan en realidad que las masas van a comprar hasta completar 10 ediciones el agasajo biográfico que le han hecho al alcalde de Madrid? Esto debe ser como aquel libro titulado Deconstruyendo a Podemos (pretencioso título y pretenciosos escribientes) a los dos meses de haber irrumpido en el parlamento europeo y llenar todas las tertulias de la política espectáculo. ¡Ah! ¿Qué no se acuerdan del libro? Los autores y el editor tampoco.
Hoy no tocan esos libros de “actualidad espectacular”, hoy hablaré de libros sobre la pandemia que seguimos sufriendo cada día. Numerosos libros han sido publicados (desde los primeros de Zizek y Agamben hasta el más reciente de Arias Maldonado) con la intención de hacernos reflexionar sobre la pandemia. Bueno, reflexionar, lo que se dice reflexionar no tanto. Más bien, algo que se puede ver en todos ellos, los diversos autores quieren llevar el ascua a su sardina, esto es, utilizar la pandemia para confirmar lo que “sus” libros o escritos anteriores venían diciendo. Un “¡Ven como tenía razón!” que, como pueden pensar, no es más que meter el coronavirus con fórceps en sus teorías. Les servirá a algunos para aparecer en televisión con “su” libro bajo el brazo, o para justificar el advenimiento del nuevo comunismo, la muerte del período antropoceno o vaya usted a saber qué ofuscación mental.
Todos estos libros, de los que he leído unos cuantos y los demás los he podido ojear hasta que me agotaron la paciencia, reflexionan sobre una pandemia que sigue presente en nuestras vidas. Una pandemia que sigue llevándose por delante a miles de personas en todo el mundo cada día. Una pandemia, por tanto, sobre la que no se conocen todas las salidas, todas las transformaciones humanas, todas las posibilidades de transformación que pueden provocar. Un acontecimiento que se sigue viviendo quiero reiterar para poder señalar que eso mismo impide una reflexión seria, profunda, asentada en una valoración de medio plazo. Si ustedes han leído alguno de los panfletos de Karl Marx se habrán dado cuenta que cuanto más alejado del momento histórico, mejor reflexión surgía de su pluma. Lo mismo pasó con el nazismo y el fascismo, sobre los que aún se sigue escribiendo para asimilar aquella terrible magnitud de la maldad humana. Por tanto, reflexionar sobre el coronavirus mientras se está soportando el coronavirus poco puede aportar. Si acaso hastiar más a las personas que ya se encuentran saturadas del dichoso tema.
En los primeros libros sobre la pandemia, los escritos durante el confinamiento (al menos en buena parte de Europa), los autores se dan a alarmismo y a la nigromancia fracasando del todo. Así Slavoj Žižek se lanza a advertirnos, cual pontífice del progresismo, del peligro de la pureza identitaria para señalar a extranjeros o refugiados, lo que provocaría algún tipo de alza de los movimientos de extrema derecha… A esta fecha eso no se ha producido (no quiere decir que no se haya intentado en algún caso) y la población ha sido más inteligente que algún que otro pensador. De todas formas, tras leer el libro de Žižek, más bien pareciera que está esperando la llegada de las orgías que pronosticaba en recuerdo de lo que sucedía en el medievo (p. 58). En realidad todo ha sido mucho más del tipo aceptación de cómo han venido dadas. Pero él insiste en su monotema de una vida menos alienada y decente, que tiene poco o nada que ver con la pandemia, pero todos los caminos llevan a Roma. Lo que en el caso del pensador llevan al “comunismo del desastre”. O lo que es lo mismo: “su libro” (en varios tomos para hacer caja).
En el caso de Paolo Giordano, más que reflexión sobre la pandemia, hay desorientación frente a la misma y cierto pesimismo humano. Eso sí, “su libro” sobre el comunitarismo, el pensar que somos un organismo unido, aparece por todas sus páginas, algunas de las cuales, por cierto, invitan más bien a suicidio. Entre otras cuestiones porque si no cambia nada, como parece que sucederá, no le gusta. Y si cambia pero como no esperaba le disgusta. Al menos Giordano muestra perfectamente el éxtasis que provocaba la pandemia en su comienzo y es interesante leerlo ahora con el paso del tiempo. Otro que parece pesimista es Daniel Innerarity. Pese al aprecio intelectual que le tengo –una persona que se ha estudiado de verdad a Niklas Luhmann merece ese reconocimiento-, esta vez podría haberse guardado el teclado. En realidad, como se ha dicho anteriormente, el filósofo vuelve a “su libro” de los últimos años para mezclar lo que la pandemia puede suponer para la democracia, la gobernanza global y demás temas que suele tratar excelentemente. Pero en este caso, lamentándolo mucho, parece utilizar el fórceps. Curiosamente todos acaban sacando lo de la sociedad del riesgo de Ulrich Beck, ese riesgo que no había aparecido en décadas realmente.
Manuel Arias Maldonado sigue con “su libro” de recuperación de parte del proyecto ilustrado en búsqueda de alguna certeza frente a la incertidumbre que genera la pandemia, no sólo sobre la acción política y social, sino sobre el futuro como amenaza (ya había avisado de lo mal que nos va a ir en el futuro en sus libros anteriores) y no como promesa. Sí me ha parecido pretencioso ese subtítulo de “Teoría política de la pandemia”. Demasiado estatus para algo que todavía no se sabe cómo, ni cuándo terminará. Y por ende no sabemos el desarrollo posterior. Porque, mientras todo parece que seguirá igual (de mal o bien), en este momento no sabemos si la aleatoriedad histórica provocará un acontecimiento que cambie todo. Por el momento ni gatopardismo. Siempre es interesante leer a Arias Maldonado, pero como pasa con Innerarity, esta vez no.
Estos son libros curiosos, prescindibles en dos o tres meses, pero curiosos cuando menos. Luego hay bodrios infumables como Corona: política en tiempos de pandemia del televisivo Pablo Simón o Covidosofía de varios autores. Si ya era malo El príncipe moderno, aunque su editor ya sabía lo que vendía y por qué lo vendía (ganar dinero con un doxósofo televisivo), este de Corona es el epítome de “este es mi libro”. Con el añadido de querer utilizar no un fórceps sino un martillo neumático para situar pandemia y cambios. Por ejemplo, antes de la pandemia la clase política española daba pena, lo único es que se ha confirmado para la gran mayoría. Tampoco es para hacer una elaboración teórica, salvo que acabe entroncando con las filias del propio autor. Covidosofía es una reunión de filósofos para hablar cada uno “de sus libros” pero condensado en uno. ¡Ufff! ¡Qué pereza! No son malos pensadores, de hecho algunos son destacados pensadores, pero de uno en uno y con espacios no a mogollón. Claro que no son peores que Este virus que nos vuelve locos del mayor ególatra que ha generado Francia –que siendo Francia es mucho decir-, es decir, Bernard-Henri Lévy. Un libro que no hay por dónde cogerlo porque condensa todas las filias y fobias del pensador francés, que son muchas y diversas. Más bien parece que ha soltado en el libro todo el horror de estar encerrado sin poder estar haciendo de starllette en las televisiones, que es lo que realmente le gusta. O acudir presuroso a cualquier golpe o intento de golpe de Estado de EEUU en Europa a apoyar a los “rebeldes”. En cuanto le soltaron allá que fue a Bielorrusia. ¿Por cierto a alguien le importa Bielorrusia hoy? Maniobra fracasada que se tapa rápidamente.
Ninguno de estos libros, a día de hoy, me merece la pena ser leído. Igual dentro de un año o dos tienen cierta gracia por comprobar lo que se pensaba sobre la pandemia una vez que haya pasado y haya cierta distancia para la reflexión y poder sacar conclusiones y consecuencias. Todos pecan de la inmediatez de la sociedad del espectáculo y en ello llevan el pecado. Al final, por esa inmediatez, no cabe otra que hablar cada cual de “su libro” porque, al fin y al cabo, es de lo único que sabe con alguna certeza. En algún caso ni saber pero la doxosofía y la todología ya se sabe cómo funciona. Libros para aparentar, libros para hacer caja, libros para hablar de otros libros, libros que demuestran cómo el capitalismo utiliza a mentes brillantes para hacer caja (ya se sabe que si no lo hace uno lo hará otro), a las no brillantes también (anda que si algunos no salieran en la televisión iban a publicar algo… ya). A mí no me ha gustado ni uno, por eso les prevengo. En todo caso son libres de pecar y defraudarse por ustedes mismos.