Ya contamos en su día cómo el presidente del PP se saltó el confinamiento al que estaban obligados todos los españoles por la pandemia de coronavirus. Toda la prensa de derechas (la gran mayoría) calló, se la envainó y acabó señalando a cualquier mindundi de izquierdas (o con pretensiones de izquierdas) que aparecía tomando una cerveza o un café, o fumándose un cigarrillo. Es lo normal en un país de meapilas que a los cargos públicos se les libre de cualquier tipo de respeto a la legislación que impera para todas las personas y no, eso no es así. Da igual que sea comunista que conservador, el político de turno está obligado a cumplir las normas igual que el resto de los mortales. Porque eso es lo que es la totalidad de los seres humanos que habitan España, mortales… aunque algunos se manejan como si fuesen inmortales y seres superiores.
Es el caso de Pablo Casado que sigue saltándose restricciones que aplican a todos –salvo a las personas del gobierno en el ejercicio de sus funciones o a los diputados que deban acudir al parlamento- y no para de recorrer España. Si lo hiciese por una buena causa todavía tendría alguna excusa a la que acogerse, pero la realidad es que sólo va sembrando odio y maldad allá por donde va. Y para hacer eso desde Madrid, que es su provincia de residencia, le vale. No es gobierno, por lo que no tiene que acudir a reunirse con nadie de otras instituciones. Y ser del principal partido de la oposición –exacto, oposición que significa que no se tiene mando, ni competencias- no exime del cumplimiento de las normas. Por muy presidente del PP que sea en ningún documento oficial publicado en el BOE establece que Casado pueda saltarse las normas y restricciones como viene haciendo desde hace meses. Si quiere hablar con Núñez Feijóo, pues que lo haga por videoconferencia. Si quiere hablar con López Miras, que le llame por teléfono. Si tiene ganas de abrazar a una vaca que vaya a Cercedilla y abrace una. Lo que quiere pero dentro de su lugar de residencia.
Lo curioso es que ni la Policía Nacional, ni la Guardia Civil le ha multado, ni le ha pedido justificante, ni nada por el estilo cuando es evidente que esa persona no tiene un trabajo esencial (de hecho de considerarlo así se ejercería en Madrid, no en Coruña), ni tiene permiso de la presidenta del Congreso de los diputados para desplazarse y, para más inri, ha estado en contacto con numerosos infectados y no quiere guardar la obligada cuarentena. La cual, por cierto, respeta hasta el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. ¿Qué impide a los cuerpos represivos del Estado ejercer la función que tienen encomendada? Eso deberían explicarlo porque a los ciudadanos de a pie bien que los hacen controles (pocos), bien que los denuncian y bien que los multan. Pues Casado, como el resto de políticos, está obligado por las leyes como el resto.
¿Acaso la clase política se cree por encima del resto pese a que muchos dicen representar al pueblo, ser la voz del pueblo o de la nación? Cabe pensar que sí. En el caso de Casado es evidente. Ni guarda cuarentenas (pese al test que le hicieron), ni respeta los cierres perimetrales, ni nada de nada. Un caradura al que le permiten ser caradura y que luego señala a fotógrafos para que no publiquen su imagen sin mascarilla. Mala imagen de quien aspira a ser presidente algún día (que al ritmo que va será otra persona del PP cuando llegue el momento) porque la moral y los principios no se cuentan solamente, sino que se ejercen en el día a día. No puede pedir contención a la ciudadanía y él pasearse por España como si nada. No puede pedir a personas que viven en comunidades distintas no ver a sus familias y luego irse con los amigotes a tomar ribeiro. La policía debería multarle y hacerlo público para escarnio de la persona porque si no se va a pensar que tienen bula los dirigentes políticos ¿o no?