Mientras el final del año era esperado por algún personaje político como el último momento de autopromoción mesiánica, el presidente del Gobierno de España estaba a punto de asestar una doble estocada política: el nombramiento de Salvador Illa como candidato a la presidencia de Cataluña y la caída de la verja con Gibraltar. Dos noticias que han acabado acaparando titulares, columnas de opinión y las reacciones de la oposición. Todo quedó centrado en esas noticias y los intentos de Podemos para hacer promoción de ser los “únicos” –así, en solitario y añadiendo adjetivos según cada momento- ni aparecieron. Un gol de tacón con siete defensas delante y por la escuadra de Pedro Sánchez.
El vicepresidente segundo –cabe remarcar lo de segundo- había planificado con su colega Jesús Cintora una entrevista el día 30 de diciembre para hacer balance de sus logros personales (todo gira en torno a ÉL) y hacerse más autopromoción en la cadena pública. Una entrevista que, como todo lo que sucede con Podemos y más si es amado líder, sería extendida por las redes sociales con los temas esenciales para aparentar ser los más de izquierdas, los más preocupados por lo social, por ser los más y ya. A poco de acabar el año pretendían en la formación morada acaparar toda la atención. Esa misma que no lograron durante la pasada nochebuena cuando la mayoría de los españoles les señalaron por su pretendido debate sobre la monarquía (con los muertos calientes y sin ver a los seres queridos por las restricciones) y su carencia completa de sentido común. Tenían, por tanto, que hacer el último intento de dar la nota (aunque, como verán, no fue el último intento). La entrevista se realizó y, ¡oh sorpresa!, nadie se enteró de lo que allí se habló porque… la mayoría de las luces estaban en otro escenario.
Sánchez tuvo la habilidad, después de aguantar todas las fanfarronadas de Podemos en los últimos tiempos, de ejecutar lo que ya había pactado con Miquel Iceta en noviembre, descabalgar al primer secretario del PSC de la candidatura para el gobierno catalán y situar a su hombre de confianza al frente, el ministro Illa. Si a eso se le suma que la derecha estaba entretenida también con el transfuguismo de Lorena Roldán de Ciudadanos al PP, nadie prestó atención a Pablo Iglesias. Salvo sus, cada vez menos, acólitos todo se centró, a favor y en contra, en Illa y la jugada de Sánchez para controlar al PSC desde Moncloa. Ni las voces que pedían primarias, tal y como dicen los estatutos aprobados hace poco más de un año en la fracción catalana del socialismo español, ni lo que supone pasar por encima de la soberanía de partido importaron. Pudo más la estrategia, que ya se verá si es buena o no, de colocar al ministro de Sanidad como candidato. Por el cabreo del trifachito y del trio calaveras catalán parece una buen decisión que deja en fuera de juego a mucha gente y a Podemos-Comunes en Cataluña, especialmente.
El sueño húmedo de Iglesias de controlar un posible tripartito catalán (PSC, ERC, Comuns) y utilizarlo para sus causas personales (esas que nadie sigue en realidad), incluso contra la facción mayoritaria del gobierno (PSOE), se desvanece. Illa no sólo es candidato del PSC sino de Moncloa, ergo Sánchez. Illa no se va a dejar manejar y, con los resultados en la mano, si se diese la oportunidad decidirá lo mejor para Cataluña siempre supervisado por Sánchez. Illa no es Iceta pese a que aparente ser más templado y ha podido comprobar en los consejos de ministros Iglesias. No sólo le ha tapado “su” entrevista con el nombramiento sino que colocan al frente del PSC a una persona que no se va a dejar manipular. A esto súmenle la negociación fructuosa de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, para impedir que el Brexit dañe la vida económica y social de la zona de Algeciras y el peñón de Gibraltar (salvando miles de puestos de trabajo y millones de euros). Otro éxito que apuntar a la gestión socialista, mientras otros intentaban hacer de 9 euros la previa al motín de Esquilache.
Tras esa tragedia publicitaria pensaron en Podemos un último intento de ser protagonistas, de cubrir el ego de amado líder, e idearon una campaña el 31 de diciembre ¡¡¡por la noche!!! en redes sociales: “Gracias Pablo”. ¿Se enteraron ustedes? Seguramente esta sea la primera noticia que tienen de tal campaña porque estarían más preocupados de contar las uvas, ver algún especial de nochevieja en televisión, que no se les quemase la cena o, sencillamente, bebiendo en compañía de sus seres queridos. A nadie en su sano juicio se le ocurre hacer una campaña política el último día del año salvo que sientan que han fracasado en la anterior. El jefe tenía que sentir el calor del “pueblo” y se quedó helado. En otros tiempos Podemos era capaz de movilizar una ingente cantidad de agentes en redes, hoy no. Ni para divinizar aún más a amado líder logran reunir a una gran cantidad de personas, algo que es indicativo. Mientras tanto, en Moncloa, estaban tranquilos porque habían realizado la jugada del final del año y que ha recompuesto la elección catalana.