¿A qué juegan realmente en Podemos/Comunes en Cataluña? No se entiende que los más furibundos ataques a la candidatura de Salvador Illa hayan provenido de Podemos-Comunes. No se entiende, en parte, porque, más allá de la disputa electoral, son socios de Gobierno a nivel estatal y en numerosos ayuntamientos de la región. Tampoco es que a nivel estatal sean muy leales, como se ha contado aquí mismo, pero en una comunidad donde la situación es bastante más complicada que en el resto de las mismas administraciones, la prudencia debería ser la tónica habitual… si es que es verdad, como afirman, que les gustaría una España unida –más allá de distintas elucubraciones sobre federalismo o confederalismo-. Lo de la España unida ha sido dicho por activa y pasiva por el amado líder.
En el mensaje de arriba pueden ver cómo Podemos utiliza la misma argumentación que la derecha mediática española, exigiendo la dimisión del candidato del PSC-PSOE porque prioriza “los intereses de partido a las necesidades del país”. Según su buen entender ya que ha advertido, por activa y pasiva, que dejará el cargo en cuanto comience la campaña electoral. Hace algo más de una semana, empero, no mostraban esa preocupación ¿por qué? Porque actuaron junto a los secesionistas para que se suspendiesen las elecciones. El supuesto “efecto Illa” les había cogido con el paso cambiado y con una estrategia diseñada para otro tipo de elección y post-elección. Por eso pensaban que al trasladar las elecciones, en principio porque no era seguro, al mes de mayo -incumpliendo la ley cabe recordar- diluiría las posibilidades del candidato socialista, reforzándoles a ellos y su estrategia de bipartido secesionista-podemita con el apoyo necesario pero sometido de los socialistas catalanes.
Tanto es lo que les ha dolido que la propia Ada Colau ha salido a dejar su pulla contra el ministro de Sanidad señalando que, ¡ay, horror!, estaba haciendo campaña en Cataluña junto a Pedro Sánchez. Nadie le ha explicado que el PSOE celebra sus comités federales donde quiere el PSOE no cualquiera que pasa por la calle. Así como nadie diría nada de celebrarse la reunión familiar del Comité Ciudadano de Podemos en Barcelona, es de suyo que nadie diga nada de lo mismo del PSOE, más siendo socios y con un ministro –al que nadie ha visto trabajar- que se supone elegido por los Comunes. El desaparecido ministro de Universidades Manuel Castells. Demuestra, de esta forma, la alcaldesa de Barcelona que Sánchez les ha dado una lección política y que la Justicia funciona pese a las quejas del populismo –donde no hay más ley que la que emana de ÉL como transmutación del pueblo-. Están dolidos y lo demuestran sin importarles, en realidad, el futuro del pueblo catalán en general. Porque del pueblo en particular, ese que ellas y ellos señalan como verdadero pueblo y que, ¡oh, sorpresa!, coincide con el pueblo de los secesionistas, sí se preocupan… en elecciones, claro.
Y como, gracias a la acción de los tribunales, las elecciones parece que se llevarán a cabo cuando debían. No les queda otra que señalar al PSC-PSOE como “posible” colaborador necesario de los fascistas. Exigen a Illa que declare que jamás pactará con la ultraderecha fascista ser presidente del gobierno catalán. Paradójicamente, dicen no creen en las encuestas, y ya señalan al ministro como futuro presidente. Lo subconsciente les traiciona. ¿Por qué le piden eso al PSC cuando los Comunes-Podemos no ponen ningún reparo a pactar con la ultraderecha catalana de Junts (o como se llamen ya que cada día cambian de nombre)? O con un partido que tiene en sus orígenes una deriva fascista, pero fascista de verdad, y con bastante racismo en sus filas como ERC. Nadie duda que Illa jamás pactará con Vox (tampoco Vox pactaría con Illa), ¿por qué insistir en algo tan evidente?
Podemos (y su sucursal catalana) tiene un grave problema, cae en las encuestas cada día a un mayor ritmo (comparar a un fugado de la justicia con los exiliados es la penúltima patochada de ÉL), no encuentran la fórmula para que su gastado mensaje izquierdista –y por tanto infantil que diría Lenin- capte más apoyos y el populismo inherente a su concepción política no da más de sí. Sólo les queda, como buenos neoliberales ideológicos que son, agarrase a la lucha contra el fascismo. Un fascismo inventado (algo distinto a ciertas derivas autoritarias que se pueden percibir en partidos populistas, como el propio Podemos) que sirve como mecanismo agonístico. Ese seguir con divisiones sociales de buenos y malos azuzando el mitologema de la lucha contra el fascismo de hace 80 años. El problema es que en esa división de buenos y malos, además de los socialtraidores del PSOE, colocan en el lado bueno de la balanza a los secesionistas catalanes. Se posicionan, por seguir la lógica de su izquierdismo, con la burguesía catalana y señalan a la clase trabajadora española.
Pablo Iglesias había diseñado una estrategia donde ÉL sería pieza esencial de un posible tripartido (Podemos-ERC-PSC). Amado líder tendría en su mano, para su lucha contra Sánchez, la llave de contentar a los grupos catalanes para posibles acuerdos y con una Generalidad tranquila. Abrazado a ERC quería humillar al PSC, obligándole a unirse a lo que dijesen ellos, y maniatar a Sánchez en el gobierno estatal. La irrupción de Illa, al menos a priori, desbarata esos planes de dominio. Por ello sólo les queda el pataleo y la lucha antifascista inventada. Nada mejor, entonces, que dedicarse un fin de semana a bloquear a todas las personas que compartan y hablen con otras personas de derechas. No de supuestos grupos fascistas sino de derechas simplemente. Quieren marcar el terreno al PSOE por si tiene la intención de pactar con Ciudadanos y de paso muestran claramente el sentido democrático de sus dirigentes. La deliberación ya no forma parte de la democracia sino lo que ÉL dice que es democracia (como dar con un bate a las feministas que critican a Irene Montero, o comprarse botas para patear fascistas). Al final el resultado es que Podemos y los Comunes están trabajando en favor de los secesionistas y contra la democracia y los partidos democráticos.