Tras conocerse el desarrollo de la llamada “Ley Loretta” respecto al transgenerismo y su pretensión de cupos para los empleos públicos del 0,66% de la población (según datos de las asociaciones del ramo), y conocida la manía de aparentar de los partidos políticos, les ofrecemos una muestra sobre cómo se harán las listas electorales en breve. Ya que triunfa el identitarismo o la política del reconocimiento postmoderna sobre la racionalidad y la elección de las personas mediante mecanismos democráticos, no sería de extrañar que en breve la democracia interna de los partidos acabe desapareciendo tal y como verán a continuación.
Imagínense una provincia mediana donde hay seis puestos en las listas (incluso lo podrían imaginar con ocho). El partido, digamos que de la izquierda pues los de derechas pasan un tanto de esas cosas si no es por ley, lanza su proceso electoral interno dentro de la provincia para elegir los tres hombres y las tres mujeres que compondrán la lista, tal y como marca la ley. Se procede a la votación en las distintas sedes y salen elegidos Alberto, Cipriano, Ramón, Susana, María del Carmen y Beatriz. Tres hombres y tres mujeres reconocidos por sus compañeros y compañeras de partido por su labor de años y, por qué no decirlo, algún que otro movimiento de la dirección provincial en favor de su dirigente máximo (Alberto). Lo normal en cualquier partido con un sentido democrático en su interior.
Una vez que se proclaman los resultados electorales y nadie ha interpuesto recurso, la dirección provincial envía el listado a la sede central para el visto bueno de la Ejecutiva estatal. Alberto, presa de los nervios por ser diputado –ya que es fácil que su partido obtenga tres diputados en la provincia- comenta con el dirigente de organización, Ramiro, “a ver si en esta ocasión no nos colocan un cunero o una cunera en la provincia, que en las últimas elecciones me quedé fuera”. Pasan los días y Alberto recibe una llamada desde la sede central de su partido.
-“Buenos días Alberto, te quería comentar que hay un pequeño problema con la lista que habéis elegido” dice el jefe de organización estatal.
-“¿Qué ha pasado? ¿Nos vais a mandar a alguno de Madrid? Si la candidatura es paritaria” responde con cierto recelo Alberto.
-“¡No, no! No vamos a colocaros a nadie y lo paritario es más que perfecto” dice una voz ajada por el tabaco.
-“Entonces ¿qué coño queréis?”.
-“Te cuento. Ya sabéis que con la Ley Loretta eso de hombre y mujer sólo depende de los sentimientos y lo paritario ha quedado como obligación de la ley de Zapatero. El problema es que esa lista no refleja ningún tipo de diversidad” afirma socarronamente.
-“Joder si la provincia es como es y nuestro partido tiene los militantes que tiene” replica airado Alberto.
-“Lo siento pero queremos que modifiquéis la lista y metáis un gay o una lesbiana, un transgénero o un transexual, un afro, un latinoamericano… Bueno ya sabes. Diversidad” contesta con un tono ciertamente despectivo el dirigente estatal dando a entender que sí o sí debe hacerse lo que ordenan. -“¡Que os den por culo la verdad! Mándame lo que queréis y veremos lo que podemos hacer” expone resignado Alberto.
Tras esta charla, el dirigente máximo de la provincia llama a Ramiro y le explica lo que le han pedido desde la dirección estatal. Asombrado éste, sólo acierta a decir “¿Y de dónde sacamos a esas personas?”. Se miran sin poder expresar más que algún balbuceo hasta que Ramiro cae en la cuenta: “Recuerdo que había un chaval gay en el Villa el monte, esto nos vale para uno de los que quieren”. Alberto aprueba con la cabeza la elección y pide a Ramiro que hable con Jesús, que así se llama la persona, para ver si acepta ir en la lista. Mientras tanto, el dirigente provincial se está estrujando el cerebro para ver cómo conseguir dos hombres que completen su parte de la candidatura y así no volver a quedarse fuera de las listas. Todos sus años de dedicación al partido y haber conseguido ganar en la provincia en elecciones locales, autonómica y nacionales no es mérito. Tampoco valoran su prestigio como economista y sus artículos publicados en prestigiosas revistas del mundo. Un sudor frío recorre su frente mientras hace un esfuerzo por visualizar nombres, caras, chismes que le permitan componer el puzzle que le han encargado.
-“Alberto, Jesús ha dicho que acepta ir en las listas pero en puestos de salida. Que si no es tercero no va en la lista” comenta Ramiro.
-“De momento hay sitio para que vaya en ese lugar” contesta el dirigente tras secarse con la manga de la camisa la frente. “El problema lo tenemos para completar el resto de la lista”.
-“Oye, Mustafá, el frutero de tu pueblo ¿no tiene la nacionalidad y así cubrimos el puesto de afro?” dice Ramiro mientras pone cara de satisfacción por haber descubierto uno más.
-“Sí tiene la nacionalidad pero no sirve como afro. Los afro en lenguaje políticamente correcto son los negros. Aunque Mustafá haya nacido en Argelia, país de África, no computa como afro. Pero nos sirve como comunidad islámica que también está en la lista” dijo con voz tenue maldiciendo por dentro ya que de seguir así se quedaría sin puesto.
-“Pues negra y latinoamericana está la cuidadora de mi madre” replicó Ramiro.
-“Vamos bien. Ahora faltaría una lesbiana que cubre doble cuota y alguien trans” expuso Alberto.
Tras varios días hablando con unos y otras lograron conformar la lista. Ninguno de los seis elegidos estaba ya en ella pues tan sólo eran hombres y mujeres heterosexuales, de una provincia de la España despoblada, con muchos años de militancia a sus espaldas y elegidos por sus compañeros de partido en elecciones libres. La lista quedaba compuesta por una cunera transgenerista que hubieron de pedir a la dirección estatal, un gay, una lesbiana, un islámico, una afroamericana y una persona no-binaria. La representación del partido en la provincia quedó en una persona en las listas. Se dieron de baja numerosos militantes que comprendieron que daba igual el trabajo realizado ya que al final no se respetaba su voluntad democrática. Alberto tuvo que aguantar la bronca de los demás electos y tragarse toda la rabia que pudo. Al final, vista su relevancia en la provincia, acabó fichando por un partido de la derecha que venció en las elecciones ya que a la lista del antiguo partido de Alberto no la votó nadie pues ni conocían, ni entendían las proclamas de esas personas que no encajaban con la ideología del partido por el que se presentaban (machismo, sharia, etc.).
Lo expuesto anteriormente les puede resultar absurdo y poco probable. A la vista de cómo avanza el irracionalismo, el esencialismo y demás cuestiones postmodernas en la actual clase política no parece tan alejado. Mientras las grandes provincias serán el refugio de los altos dirigentes (como son ya actualmente en buena medida), el resto de provincias pueden acabar siendo el receptáculo de la diversidad. La voluntad de los militantes tan sólo se respeta en los procesos de elección de los dirigentes máximos. Una vez han elegido quedan postergados a simples pagacuotas a los que se muestra, en algunos casos, un teatro para votar (siempre controlado por la dirección del lugar) a los que quieren que se vote. Ahora, con todas estas cuestiones, ni los propios dirigentes territoriales pueden estar seguros de su inclusión, como se ha visto en el caso de Alberto.
Hoy cuando la ciudadanía exige más democracia a los partidos, éstos acaban dejando fuera de sus políticas al 80% de la población. Entre su claudicación respecto a la clase dominante y el aparentar no queda espacio para la mayoría. En nombre de la igualdad generan la desigualdad; en nombre de la libertad se secuestra a la población; en nombre de la justicia social se es injusto; en nombre de la democracia se acaba en la dictadura. Es de justicia que nadie sufra desprecio o humillación porque ello beneficia al bien común. Lo que no es justo es que numerosas minorías pretendan tener privilegios contra la mayoría. Da igual que sean minorías económicas, sexuales, regionales, etcétera. Promover el bien común no es guiarse por lo irracional o lo sentimental. En realidad no lo hacen las dirigencias buscando la felicidad como bien común, sino que sacan adelante diversas leyes en virtud de la presión que hacen, los medios que controlan y el dinero que tienen diversos lobbies. ¿Por qué sacar una ley que cuela de rondón la compra-venta de bebés mediante vientres de alquiler, que acabará con el deporte femenino o que permitirá a hombres biológicos que se sienten lesbianas entrar en los vestuarios de las niñas de 12 años? Sólo hay que buscar el dinero y el interés del poder por atomizar la sociedad. Cualquier día no hará falta elegir a los y las mejores en los partidos, sino poner por cuotas a unos, otras y aquelles.