No hay nada tan gracioso en el mundo político que ver cómo un miembro de la clase política ayuda a cavar su propia tumba política. Algún caso se ha visto en el pasado, como Adolfo Suárez entregando el CDS, pero ninguno desde una posición de cierto poder como es el caso de Pablo Casado. Ya se advirtió hace tiempo que la fracción financiera de la clase dominante le estaba guardando el lugar al gallego Feijóo, pero es que ahora el dirigente pepero se está volcando, a la par que imitando, a la estrella emergente de la fracción ideológica (medios de comunicación) y pequeño burguesa, Isabel Díaz Ayuso. Cierto que se debe como presidente del PP, pero de ahí a dejarse comer el terreno va un trecho.
En ningún momento ha condenado la convocatoria de elecciones en mitad de la pandemia y en una región que tiene una IA bastante alta, algo que sí hizo en otras ocasiones cabe recordar. Es más, le ha comprado la necesidad de un gasto de millones de euros con la única finalidad de acabar con Ciudadanos. Esto es, por un cuestión estratégica pura y dura. Por suerte Pablo Iglesias ha salido en su ayuda ocultando que, más allá, de acabar con Ciudadanos, y como se señaló aquí mismo hace tiempo, se trabaja para sustituir al propio Casado. La jugada de Teodoro García Egea comprando voluntades (porque puede comprarlas, no se rasguen las vestiduras) le deja marcado a él mismo en otras regiones, mientras que en Madrid se alaba la valentía de la presidenta para evitar una supuesta moción de censura.
Ha querido apuntarse el tanto de haber sido el impulsor de la decisión de convocar elecciones –algo creíble si junto a Ayuso no estuviesen personajes con el colmillo retorcido como David Pérez o MAR, por ejemplo-, pero no se lo ha creído nadie. La jugada se sabe de sobra no se ha gestado en Génova sino en Sol. Porque Casado y su alegre muchachada genovesa estaba a otras cosas, como poner piedras en las ruedas de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía. Por si no lo saben, como no se fía de nadie y está intentando ganar peso en todas las regiones a nivel partido, Casado ha apostado por Virginia Pérez como presidenta del PP sevillano. Una persona que no es que cuente con muchos afectos. Ni dentro, ni fuera del propio partido. Moreno ha tragado porque, al fin y al cabo, sabe que su cabeza no depende de Génova. Porque el votante de Ciudadanos en Andalucía no es el mismo que el de Madrid o Cataluña y le interesa tener un perfil distinto. Cuestión distinta es que consiga transmitirlo, aunque está tomando medidas contra la pandemia radicalmente distintas a las que se toman en Madrid (como hacen otros presidentes peperos, cabe observar). Moreno Bonilla se la guardará a futuro y sacará la faca si hace falta para clavarla en la espalda. No lo duden.
Así Casado, que ha perdido poder en País Vasco y Cataluña, que en Valencia no sabe ni qué hacer, que tiene a otros barones regionales en contra (le debe apoyar solamente López Miras) se lanza a pisotear a la joya de la corona como es Andalucía, mientras se deja comer el terreno en Madrid. El PP madrileño, pese a no haber situado a la cabeza a Ayuso o Almeida (esto segundo tampoco tenía mucho fundamento) sino a Ana Camíns, cada día es más ayusista, como en su tiempo fue aguirrista. Cada día se está convirtiendo en ínsula, no se sabe si Barataria, y recibiendo el apoyo de más fracciones de la clase dominante. Las oligarquías cada vez son más ayusistas, no tanto porque confíen en sus capacidades o sean devotos de su discurso, sino porque está presentando batalla a la extrema izquierda y sirve de presión contra el sanchismo. Casado con ese baile de san Vito político que tiene lo único que hace es abrir el agujero donde descansará su cadáver político. Por cierto una tumba que está junto a la de Albert Rivera. ¿Le ofrecerá trabajo en su instituto de liderazgo?