Seguro que en más de una ocasión les ha llegado un vídeo con cualquier personajillo analizando la vida política española. Seguro que en más de una ocasión han sentido que ese personaje que está ahí padece algún tipo de disfuncionalidad discursiva porque se ofrece hablando como si usted fuese estúpido, por no decir gilipollas. Seguro que al minuto ha dejado de escucharlo, salvo que le haga gracia, y ha pensado que así poco le van a convencer. Hacerle reír bastante, pero convencer igual poco. Esto es algo que pasa en la fauna de las redes sociales, hombres y mujeres que hablan a los demás como si no pudiesen entender un argumento bien expresado. Da igual la ideología, todos se manejan bajo los mismos parámetros.
Cierto que algunas personas igual hasta lo ven bien, pero el común, tenga más o menos estudios, se asombra al escuchar y ver a estos personajes. Porque, no se engañen, son personajes cuya capacidad discursiva es ínfima pero tienen la cara suficiente de hablar a los demás como si fuesen tontos. Seguramente, casi se podría decir que en la práctica totalidad, estas gentes no habrán leído a Howard Gardner, un psicólogo estadounidense que en su libro Mentes líderes afirmaba que el triunfo de los líderes era hablar al auditorio apelando a la mente de cinco años de las personas. Esto igual sí lo ha leído alguno, aunque sea por referencia y por tanto sin leer todo el libro, que ha hecho algún manual para el perfecto “influenciador” de vídeos. Y claro han entendido que a las personas hay que hablarlas como si tuvieran cinco años.
Lo más probable es que a ellos y ellas sí les han hablado así hasta los cinco años y así tienen las cabezas. Pero apelar a la mente de cinco años no es hablarle como si fuese un bebé, es otra cosa que tiene que ver con proyecciones y sentimientos –y que no se va a desarrollar aquí por falta de espacio-, no con hacer el estúpido para miles de personas. Igual están haciendo coaching o alguna de esas magufadas propias de los newagers digitales, aunque lo más probable es que sean bastante cortitos, que no les den las entendederas para saber lanzar un mensaje consecuente en dos o tres minutos sin recurrir a hablar como si los demás fuesen los más tontos del mundo y ellas y ellos los más listos. Pues no, los demás son bastante más inteligentes que ellos y ellas.
Partiendo de esa premisa de que a los demás hay que hablarles como si fuesen bebés, como ustedes pueden comprender, los mensajes no es que sean muy profundos. Bien al contrario son la perfecta frivolidad, la estulticia o el insulto. Mensajes del tipo “¡Cuidado que viene los fachas/comunistas!”, “Somos la verdadera izquierda/derecha”, “Ayuso/Sánchez destruirá Madrid/España”… Como ven argumentos muy bien trabajados, apreciaciones políticas de amplia profundidad, exposición de motivos argumentada…
Y puede ser aún peor. Hay dos tipos de vídeos. Unos, donde el tipejo o tipeja habla como riéndose, como que está haciendo una gracieta, como si ya los demás tuviesen que estar de acuerdo porque lo dicen entre risas (estos suelen utilizarse para atacar a los contrarios). Otros, donde se expresan de forma malhumorada, con enfado, con cabreo pero con unos argumentos simples. Tan simples que es normal que estén enfadados. Cualquiera que haya gastado una hora de su vida a argumentar como un primate debería estar enfadado de que su mente no le permita ir más allá. Vídeos de inútiles mentales para bebés a politizar debería ser la categoría de Youtube para este tipo de vídeos. Y cuando ya se juntan tres o cuatro en un mismo vídeo debería intervenir algún tribunal de defensa de los Derechos Humanos.