Como en más de una ocasión he recordado lo del tonto y la linde, no es prudente volver a recurrir a esa conocida sentencia de la inteligencia popular. Mas lo del PP con la libertad, en especial Isabel Díaz Ayuso, comienza a ser lo que le pasaba al tonto o la tonta con la linde porque dicen libertad pero en realidad piensan en términos de libertinaje. ¿Qué dice la RAE sobre el significado de libertinaje? En única acepción afirma: “Desenfreno en las obras o en las palabras”. No parece decir mucho en sí la palabra pero acudiendo al diccionario panhispánico de dudas de la propia RAE amplía un poco más la definición y advierte que libertinaje es: “Libertad excesiva y abusiva en lo que se dice o hace”. Algo muy distinto a la libertad como es entendido por el común y cualquiera que haya estudiado el concepto político y social en sí.
La libertad no es una palabra monosémica sino polisémica, no tiene un único significado sino que es un concepto que se compone de agregaciones de otros conceptos y puede tener distintas implicaciones prácticas. Por ello, me referiré a la libertad en tanto en cuanto concepto liberal no en cuanto concepto cristiano, socialista o anarquista. ¿Qué conceptos se agregan para formar el concepto de libertad para un liberal –pues los propios que hablan del concepto se dicen de esa ideología (aunque no les guste calificarlo de ideología)-? Libertad, antes que nada, es plena autonomía individual del ser humano, el respeto a su libertad de expresión, de pensamiento y de forma de vida. Es el respeto al individuo para que sea lo que desee ser sin impedimentos. ¿Qué impedimentos? Los liberales dirán que los impedimentos del Estado. Por ello defienden la separación de poderes y el principio del respeto a la ley (constitucional en unos casos y el derecho común en otros). No les gusta que haya una excesiva intromisión del Estado en la vida de las personas (con especial protección de la propiedad privada, fundamento de la libertad según los liberales). Como diría Raymond Aron: “sólo se es liberal […] si se entiende por liberalismo el respeto a los derechos individuales, a las libertades personales o a los procedimientos constitucionales”. Esto lo firmaría el 80% de la población española.
El problema, como algún liberal sí ha tenido la franqueza de reconocer (no así gentes como Margaret Thatcher), es que esos individuos que compiten en sociedades de mercado transitan en su vida dentro de sociedades. El término sociedad no es una fórmula de uso carente de significado social. Bien al contrario, las sociedades existen y son tan antiguas como lo son los individuos. ¿Quiere eso decir que la sociedad tiene el derecho a imponer sus costumbres, sus caprichos, sus modas o su finalidad/teleología a los individuos? Sí y no. El ser individual por vivir en sociedad tiene ciertas constricciones lógicas, pero no debe ser sometido a cualquier situación, ni un individuo debe someter al resto por sus deseos o caprichos. ¿Esto qué quiere decir? Que el individuo en su propia elección de vida es completamente autónomo hasta que sus acciones, sus expresiones o su pasividad perjudiquen al resto. Esto es algo que alguien como José María Aznar jamás comprendió. Él podía ponerse de morapio hasta caerse al suelo, sin embargo, no podría coger el coche ya que en ese estado podría matar al alguien o dañar alguna propiedad ajena. Lo que a él le pasase importaría poco pero sí lo que perjudique a los demás. John Stuart Mill estaría espantado con este personaje.
Cuando Díaz Ayuso afirma que al menos se puede salir de cañas no está hablando en favor de la libertad porque salir de cañas nada tiene que ver con la libertad y menos bajo un contexto pandémico. Sí habla de egoísmo y libertinaje pues que esas personas podrían contagiar a otras por estar de cañas (o no, pero han de entender que se usa como metáfora) que han respetado unos mínimos sociales bajo una situación excepcional. Lo curioso es que tras 26 años de gobiernos del PP en Madrid la realidad es que se han ido recortando las libertades en muchos espacios –hoy sería imposible la aparición de algo como la producción artística de finales de los 1980s y buena parte de los 1990s-. Por no hablar de la legislación del PP a nivel estatal para recortar la libertad de expresión y de acción. Claro que son legislaciones marcadas ideológicamente, pasándose el liberalismo por sálvese las partes, en favor del adoctrinamiento propio y contra las protestas del resto.
Es curioso como son liberales utilitarios (Alasdair MacIntyre les llamaría emotivistas), esto es, ponen los deseos del individuo por encima de todo (del individuo de ciertas clases, por cierto) haciendo un sumatorio para que les salga positiva la máxima satisfacción (salir de cañas, construir en el monte, verter desperdicios agrícolas al Mar Menor…), pero no admiten que hay ciertas cortapisas sociales. En realidad son anarquistas pero con aparatos represivos que les defiendan de “los mantenidos de la pobreza”. No les gusta el Estado salvo para llenar los bolsillos de las empresas (el libre mercado es para los demás) y para tener unos cuerpos policiales a su servicio. Unos anarquistas bien raros. Hacen del libertinaje, dicho en castizo “hacer lo que a cada cual le sale de los cojones”, un engaño de la libertad porque no admiten que hasta la libertad individual tiene un límite social. Algo razonable y hasta racional. Tampoco enfrentarse al gobierno constitucional oponiéndose a todas las medidas que se toman –ahí tienen al estólido Pablo Casado afirmando que hay un gobierno totalitario- es defender la libertad, es combatir el principio liberal del respeto a lo constitucional, por no hablar de los valores democráticos.
No son liberales, ni defienden la libertad según los propios principios liberales sino que son libertinos que quieren hacer lo que les dé la gana aunque eso perjudique a los demás. Quieren hacerlo con exceso además. Y todo para ocultar que en realidad están pisoteando los derechos individuales de muchos y apoyando los gobiernos de minorías con tintes tiránicos (los partidos políticos carentes de democracia), algo que espantaría a un liberal, en favor del crecimiento económico a cualquier precio. Capitalismo de amiguetes, libertinaje de cervezas, consumo compulsivo y sometimiento de aquellos que opinen distinto mediante los aparatos represivos. De hecho, ante los poderosos se achantan y se someten. Por ejemplo, en Madrid habrá corridas de toros pero ni se le ha escuchado a Díaz Ayuso exigir que vuelvan las personas al fútbol. Con lo primero piensa que molesta a la izquierda pero en lo segundo ejerce de correveidile de los poderosos a quienes no interesa ahora que vuelva la gente a los campos de fútbol de primera y segunda división. Lo peor es leer a numerosos pseudoliberales y pseudointelectuales hablar de libertad y valores liberales cuando lo que defienden poco o nada tiene que ver con el liberalismo. Pero enfrente, en realidad, tampoco es que tengan a personas con muchas luces y capacidad de confrontar desde el propio liberalismo. En cierto sentido más que liberales son sociópatas en muchos casos.