En el mundo de la prensa española, más desde su digitalización, se viene produciendo un hecho que en el mundo empresarial “normal” es habitual desde hace tiempo: la búsqueda de nichos de mercado. O lo que es lo mismo, escribir artículo de opinión o análisis a favor de la persona que está en el poder o en su contra. Todo depende del nicho que se esté buscando para conseguir esa cantidad suficiente de lectores que proporcione unos mayores o menores ingresos publicitarios o por pagos por lectura.
En la prensa de derechas, da igual cual sea, están compitiendo por el mismo nicho “Todos contra Sánchez”. Los análisis o las opiniones de todos los columnistas se dirigen de forma constante contra el presidente del gobierno Pedro Sánchez. Da igual que haga esto o aquello, siempre lo hace mal. Esto supone que cuando el presidente hace algo que venían reclamando a voces desde esos medios se produzca una paradoja, acaban defendiendo lo contrario a lo que es su propio interés mediático o de clase. Así, todos los medios pedían, con insistencia casi diaria algunos leguleyos, que se acabase el estado de alarma porque existen mecanismos suficientes para canalizar a las masas (que son estúpidas en su opinión como demuestran las declaraciones de José Luis Martínez Almeida). Acaba, se confía en esos mecanismos y resulta que el gobierno debería haber legislado algo. Si no es posible constitucionalmente hacer una ley de pandemias, como el sinsorgo Pablo Casado afirma, con limitaciones de movimientos como han dicho ¿qué legislación quieren que no exista? Aquí inserten el silencio de la noche en el desierto.
Luego están aquellos columnistas y periódicos (menos) que sólo escriben para loar al gobierno –se han bajado algunos porque ya no está el mesías- y a su presidente Sánchez. Si desde el gobierno filtran que piensan imponer el peaje en todas las autopistas y autovías –más la subida de los impuestos al diésel-, una medida que afecta especialmente a las clases populares, especialmente las de la España periférica, salen artículos que justifican esa subida señalando como destructores del planeta a quienes osan utilizar el sentido de clase en el análisis. A eso súmenle los artículos de palmeros y correveidiles que buscan el nicho de los fanáticos de Sánchez solamente. No ya de militantes del PSOE sino “sanchistas” de todo tipo y condición. Todo lo que hace el presidente es perfecto, insuperable y algo nunca visto. No hay sentido común, racionalidad sino dogmatismo que anima a perseguir a los supuestos disidentes.
Así se va construyendo un periodismo de trinchera donde las doctrinas políticas –como mecanismos discursivos y de comprensión del mundo- quedan arribadas en favor de fulanismo, el agonismo y toda pérdida de realismo. Es complicado leer en España análisis en los medios que vayan más allá de la batalla entre el bien y el mal. Análisis o columnas donde existan críticas desde la materialidad/realidad de las cosas; donde se analice en base a una realidad filtrada por el posicionamiento particular de cada escritor; donde haya una muestra de pluralismo intergrupo sin persecuciones con la piedra en la mano; donde se haga análisis de verdad y no amarillismo de persona o partido. Se puede estar de acuerdo con una propuesta gubernamental y pensar que Sánchez es estúpido o un cacique. También se puede criticar al gobierno pero mirar el estado lamentable de la clase política de derechas. Se puede y, casi habría que decir, se debe escribir libremente y desde la racionalidad. Y no es por un prurito personal, que ya sería importante, sino porque una de las funciones de las columnas de opinión/análisis no es soltar lo primero que venga a la cabeza para hacer grupo y que le den palmaditas en la espalda al escritor, sino educar, enseñar, abrir nuevas vías a lo que ya hacen los partidos políticos en sí.
Ahora la moda es escribir a favor o en contra de Sánchez, lamerle el culo o apuñalarle, pero en los miles de artículos semanales que se publican en uno u otro sentido no encontrarán ni dos en los que partiendo de una alabanza o una crítica se haga pedagogía mostrando el acierto o el error según la posición doctrinal del escritor. Como mucho están aquellos que se sitúan más allá del bien y del mal hablando de unas cuestiones morales o metafísicas tan puras que son intocables. O son parte de un mecanismo de la ideología dominante para ir colando nuevos temas en los asuntos políticos, como puede ser la necesidad de cambiar el sistema político por uno que se acomode mejor a lo que demandan las élites globalistas (mucha dictadura de lo políticamente correcto, mucha libertad de mercado y mucha desregulación social). Quedan, en los pequeños intersticios de esa apabullante búsqueda de nichos de mercado, algunos análisis a izquierda y derecha que intentan otras cosas, abrir las mentes cuanto menos, pero hay un estado de fanatismo tal que sólo llegan con cuentagotas. Se buscan nichos de mercado pero también se configuran mentes dóciles y dogmáticas para que se retroalimente el sistema de buenos y malos que les permite salvar las cuentas de resultados a los medios… y a los partidos –que cada día son más totalitaristas-.
¿Podría existir la prensa sin publicidad?… ¡Quién paga manda!, cuando la prensa dependa económicamente de sus lectores, volverá a haber periodistas.