Cuando se habla de lo que se desconoce, normalmente, se acaba metiendo la pata. Salvo que la maldad sea la guía de esas palabras que surgen de las mentes y las bocas de los políticos. En el caso que toca hoy parece ser que hay un poco de ambas cosas. Por un lado existe un enorme desconocimiento del espacio hidrográfico español –algo normal en un partido que se dedica más al unga-unga que al estudio de la realidad-; por otro, al carecer de apoyos firmes en cierta región española –demostrando que lo rural es postureo-, se lanzan a la conquista de nuevos espacios en otros lugares. Esto es lo que les ha pasado a Vox en su última rueda de prensa, que por ganar tres votos en Valencia, Alicante y Murcia han acabado proponiendo dejar sin agua a toda una comunidad autónoma como es Castilla-La Mancha.
Jorge Buxadé, el señor ese que aparecía en los billetes de cien pesetas, ha explicado en su homilía de los lunes que el gobierno de España pretende acabar con el trasvase Tajo-Segura. Primera mentira porque el gobierno socialcomunista no tiene en mente esa situación. De hecho una de las más cruentas batallas de Emiliano García-Page contra el gobierno es sobre el tema del trasvase y la necesidad de reducir el caudal que se transfiere al levante español a costa de las personas y la agricultura castellano-manchega. Segunda mentira es afirmar que el levante quedará hecho un desierto sin esa agua trasvasada. En el levante, cosa que es imposible tierra adentro, existen numerosas desaladoras que o no están funcionando, o no están funcionando a pleno rendimiento. Incluso en Almería se han dedicado a dejarlas a medio gas. No es que no haya, si es que el trasvase dejase de producirse, alternativas, que las hay, es que pagar 20 céntimos más les molesta y prefieren quitar el agua a otras comunidades.
Cuando García-Page afirmó que la política de trasvases no conduce a soluciones de verdad, ni desde el gobierno, ni desde Vox dijeron nada. Lo curioso es que los machotes del patriotismo español, los que dicen estar orgullosos de su campo, con esas declaraciones quieren acabar con el campo toledano, con el campo ciudadrealeño, con el vino de Valdepeñas, con los cereales –que igual quieren importarlos de Israel o Ucrania los muy patriotas-, con la cabaña ovina tan necesaria para el queso manchego, con los parques donde acuden a posturear que cazan con sus “fachalecos”, con todo lo que, de un modo u otro, dicen defender. Vamos ni las migas se van a poder hacer si a Castilla-La Mancha la dejan sin agua. Porque, en realidad, en Vox ni conocen la situación de los embalses y lo que sucede cuando casi no hay agua. De hecho, no deben saber ni que existen desaladoras en el levante.
Es el problema de votar a idiotas –da igual a un lado u otro- que al mirar tan sólo el interés concreto para conseguir tres votos más, acaban configurando una amalgama que está llena de contradicciones. Lo de poner una vela a dios y al diablo pero multiplicado por cien. Como en Castilla-La Mancha se prefiere votar a un PSOE más del terreno o a un PP –pese a tener un ser extraño al mando- menos alterado, los voxistas han creído que pueden dedicarse a expoliarles, a dejarles sin agua en favor de unas explotaciones que podrían nutrirse del agua de las desaladoras. Curiosamente, en ese tipo de cultivos hay más inmigrantes que en los castellanos por lo que estarían fomentando la llegada de personas de fuera. Esas mismas que son peligrosas y que pueden acabar con la idiosincrasia de España. Si lo piensan bien, un poco estúpidos son. Arruinar al campo manchego de los españoles para dar trabajo a inmigrantes ilegales en el levante. Lo normal es que ni lo hayan pensado bajo sus propios parámetros, sino que lanzan puyadas y temas para ver si cuela alguno al que se agarran entonces. En realidad los regantes levantinos les importan una higa, tanto como los agricultores manchegos. Lo de lo rural es postureo nada más: el vino que toman es californiano, el queso francés y el aceite italiano (bueno en este caso español por desvío). No tienen ni gusto, ni clase.