Buena la que tiene liada la derecha española –ya verán por qué no sólo andaluza- en la bella Granada. El lugar donde descansan los restos de los muy queridos, especialmente por los tradicionalistas, Reyes Católicos está siendo mancillado por unas guerras de políticos de baja estofa que en nada interesa a la ciudadanía. Salvo que se peguen o se insulten, transformando el ayuntamiento en un programa de telebasura, que igual, entonces, sí consiguen atención. En realidad basura sí que es lo que ofrecen. Lo malo es que está siendo pagada por el dinero de la ciudadanía que contempla absorta a una banda de malandrines de la política llorando por lo suyo. ¿Qué es lo suyo? El monipodio, el sillón, el carguito, las prebendas…
Han dimitido todos los concejales del PP que estaban en el equipo de gobierno porque dicen que Luis Salvador, de Ciudadanos, no ha respetado el pacto al que se llegó de estar dos años en la alcaldía y luego dejarla a uno del PP para terminar la legislatura. La realidad es que es bien cierto que ese pacto se produjo. Así se dijo cuando el trifachito andaluz junto sus votos para dar la alcaldía al naranjita. Los siete del PP y los tres de Vox junto a los cuatro que aportaba Salvador sumaban los catorce necesarios para gobernar. Ciudadanos, que en aquellos tiempos estaba en el “con Sánchez no y no”, vio el camino libre para ganar una alcaldía que en votos no merecía, pero que podría haber obtenido con el partido vencedor de las elecciones, el PSOE.
¿Tienen razón en el PP para quejarse? Después de lo “porculeros” que han sido con el alcalde granadino igual han perdido legitimidad. Porque los pactos hay que cumplirlos en su totalidad, no lo que a uno le convenga y el resto nada. Normal que Salvador no quiera dejar el cargo a unos menesterosos de la política cuando, como ha expresado en rueda de prensa, puede gobernar con PSOE e, incluso, Podemos-IU si fuese necesario. Desde Ciudadanos se tiran de los pelos, los dos concejales han dejado sus cargos de gobierno, y desde el PP señalan deslealtad. El problema es que esto no es tan sencillo como parece. Las manos de Teodoro García Egea, de Elías Bendodo o del reciente fichaje pepero Francisco Hervías aparecen como muñidoras de todo el chocho que han montado. Inés Arrimadas ni sabe por dónde llegan los tiros –bastante tiene con enterarse de lo que pasa en España-; Juan Marín está con el cagancho de no saber si tiene que volver a abrir la tienda de relojes; Juan Manuel Moreno Bonilla pasa del tema porque Pablo Casado le está destrozando el PP andaluz y piensa que lo mejor es que el marrón se lo coman en Génova; y mientras tanto el resto de mundo observa estupefacto a cuatro mindundis jugando a cosas de políticos con la que está cayendo. Igual Granada tiene otros problemas más graves que ver quién tiene más grande la jeta para sentarse en el sillón consistorial principal.
Porque todo lo que está pasando no viene, o no viene sólo de Granada capital, va más allá de las fronteras municipales. Se sabía que había un pacto de dos años unos y dos años otros, lo que no han contado son las contraprestaciones que se habían negociado, hablado o, cuando menos, prometido como el que no quiere la cosa y que se han volatilizado como por arte de magia. A Salvador le han intentado hacer la trece-catorce y se ha rebelado. Y no porque sus compañeros, al menos por el momento, de Ciudadanos le hayan prohibido algo o le hayan empujado a algo, no, sino por tragar los naranjitas de San Telmo con lo que han impuesto los peperos (en parte de Madrid, más el recién llegado) que han roto cierto pacto oculto. Al menos eso es lo que comentan las malas lenguas y es vox populi en Granada. Vamos que te lo cuenta cualquier carguillo que te encuentras en el callejón de los bares que está justo al lado del ayuntamiento.
En marzo de 2021 toda la prensa se hizo eco del pacto, que debía ser secreto, por el cual Salvador pasaría a ser viceconsejero de la Junta de Andalucía y dejaría el puesto de alcalde a un concejal del PP. Lo negoció Bendodo, lo negoció García-Egea y el interfecto. De hecho, aquí comienzan las malas lenguas, incluso se barruntó la posibilidad de que Salvador, viendo el hundimiento de Ciudadanos, pasase a ser pepero. Total ya había cambiado de chaqueta, para gozo del socialismo andaluz, del rojo al naranja, así que sumar el azul gaviota tampoco era problema. ¿Dónde está el problema? Que en el PP fichan a un archienemigo de Salvador, al otrora poderoso naranjita Hervías. Entrambos tuvieron sus más y su menos por el poder del partido en Andalucía, a la vista de que Marín bastante tenía con mantener su sueldazo para pagar sus lujos y sus mariscos. No ganó realmente ninguno pero el resquemor del marido de la presidenta del parlamento andaluz quedó.
Cuentan los que dicen saber del tema, que a instancias del nuevo fichaje, y visto que Ciudadanos desaparecía en la Comunidad de Madrid, mostrando que ya no son tan necesarios los fichajes entre la tropa naranja, Bendodo, en alianza con Génova, dice que nanay, que no hay viceconsejería y que a dimitir para cumplir con lo pactado. Que si no le gusta ahí tiene la puerta, que las del PP quedan cerradas. Salvador se enfurece y dice que él no dimite. Que si los demás rompen los acuerdos él no es menos y que para lo que le queda en el convento, se caga dentro. El neopepero ve cumplida su venganza pero el marrón se lo comen PP y Ciudadanos que no saben, porque no pueden en realidad, explicar lo que está pasando.
Bonilla debe estar pensando que menudos fichajes le mandan desde Génova –normal que ni aparezca por Madrid, ni por Colón, ni por ningún otro sitio-, con lo tranquilo que él estaba le enfangan el terreno. Porque a Bonilla o a Bendodo, en realidad, les importa una higa quién sea el alcalde granadino. Saben que en breve no quedará nadie en Ciudadanos y piensan que todo será para ellos –que es realmente lo que les interesa-. Como manipulan a placer las encuestas para generar estado de opinión, esto de Granada no les viene bien. Y han torcido el gesto por la acción a la que se han visto obligados por Génova. Salvador aguantará lo que pueda –salvo que le den carguito, algo no descartable en el absurdo político en que vive Andalucía (fíjense que dos aparateros del manuelchavismo pelean en el PSOE, a la izquierda del socialismo están unas bandas de personas que unos días quieren la independencia de Andalucía y otros que las mujeres tengan pene, toda la inversión buena sigue quedándose en Sevilla o Málaga…)- y no es descartable que acabe gobernando con el PSOE. Mientras tanto el pueblo andaluz pasándolo mal y viendo a una banda de políticos baldíos peleando por su paguita.