Estaba Eric Clapton terminando de grabar su disco Journeyman, seguramente el último que ha facturado que tenga la calidad suficiente (excepción hecha de los discos sobre blues), cuando le presentaron a una joven modelo, Carla Bruni, que estaba muy interesada en el mundo de la música. La relación del guitarrista inglés con Pattie Boyd –que había sido esposa del beatle George Harrison, a quien Clapton confesó su enamoramiento y el resto del mundo tuvo constancia de ello gracias a la maravillosa Layla– no pasaba por su mejor momento después de numerosísimas infidelidades (de hecho le ocultó la existencia de una hija extramatrimonial durante seis años, Ruth Clapton) y la llegada de la modelo franco-italiana a la vida del maduro guitarrista supuso un calentón lujurioso (como el mismo músico reconocería más tarde) que le hizo perder la cabeza.
Era la época del Clapton vestido de Armani en sus conciertos, de fiestas (sin alcohol pues había abandonado la bebida), famoseo y grandes conciertos. De esa época es la frase de Clapton sobre la doble vida de famoso: “Tengo una vida privada para la prensa amarilla y otra realmente privada de la que nadie sabe”. En esto se encontró con Mick Jagger, otro infiel de cuidado, en un concierto de los Rolling Stones en Nueva York y le presentó a Bruni. En ese mismo momento se dio cuenta de las intenciones del cantante británico y el dejarse querer de la modelo. Por ello le rogó a su amigo que esta vez no le quitase a la chica pues sentía que estaba enamorado de verdad (como se ha dicho luego se daría cuenta que era solamente un encoñamiento lujurioso de madurez). Ni caso, al poco tiempo Bruni y Jagger estaban en una relación amorosa y Clapton pasaría por una terrible época (con la muerte tras caerse de un rascacielos de su hijo Connor).
Y ahora se preguntarán ustedes, si es que siguen esta columna diaria, ¿qué coño nos cuentan hoy sobre petardeos y frivolidades del mundo de la música cuando lo normal es hablar de política o del Atleti de vez en cuando? Es muy sencillo, la política ha llegado a tal nivel de frivolidad (lo que sucede con la pandemia es buena muestra de una experimentación social de personas que o bien son malas personas, o no tienen ni idea de lo que hacen) que es mucho mejor hablar de cosas frívolas de verdad. Hay una ficción tan enorme entre unos y otros; hay tal espectacularización de la vida política –que debería ser cuando menos seria-; existe tal nivel de incapaces (muchos con el título de experto colgado de la solapa) de expresar un mínimo vital y futurible que no suene a engaño; se demuestra que lo que realmente le sucede a las personas del común les es tan lejano que desvían la atención hacia otras peleas que a nadie interesa (¿alguien en España está más preocupado por la libertad o leyes irracionales que por la pensiones o la edad de jubilación, por ejemplo?); hay tal exceso de legislación para controlar a las personas todo ello vendido como algo necesario pues hay alguien que piensa que es una víctima (exponiendo la máxima de que la víctima siempre tiene la razón, que dejase por escrito el ex-presidente del Senado, Manuel Cruz) que es mejor hablar de tonterías que igual le hacen gracia a alguien.
Y como el fútbol es otra pantomima tal y como está tratado en los medios de comunicación del duopolio, pues tampoco dan ganas de escribir el mismo artículo sobre las mentiras que cuelan todos los días para engordar a las hinchadas blanca y culé. Al fin y al cabo lo han aprendido de la prensa que se califica de seria. Grand culpable de la política espectáculo pues, a pesar de lo que les quieran vender desde los distintos partidos, tienen mayor capacidad de decidir la agenda política que los propios políticos. Y lo que les interesa no es el exceso o la mala legislación que se hace a lo largo y ancho de toda España, sino la polémica bastarda o insulsa; el mantenimiento del sistema negando toda posibilidad de alternativa a un sistema que es reconocido como malo; o extender, gracias a todólogos y doxósofos, un pensamiento amorfo, débil e insulso que sirva para controlar a las masas. Al fin y al cabo con el principal aparato ideológico en y sobre el Estado.
Otro día igual hay que contar lo que ha venido pasando en Fleetwood Mac a lo largo de la historia y que tiene mucha más salsa y petardeo que los rollos de cama de algunos músicos. Total, como pienso compuesto para aturdir las cabezas es mucho mejor que batallas antifascistas o anticomunistas cuando no existen en cantidad fascistas o comunistas. Como mucho espectros de eso o fantasmas del pasado utilizados para que las personas acaben tragando con las pensiones privadas, la sanidad para quien se la pueda pagar, la explotación laboral con salarios ni de miseria y demás cuestiones que quieren desde las élites globalistas. Eso sí, todo muy verde, muy diverso, muy vegano, muy “los cojones treinta y tres” que dirá algún día alguien y se liará una buena.