El PSOE afronta su 40° Congreso en octubre y su secretario general ha expresado que quiere añadir, en los principios fundamentales del partido (art. 2), la concepción como feminista y ecologista además de partido de la clase trabajadora. Como la anomia intelectual es lo que existe dentro del centenario partido español, nadie ha dicho nada, nadie ha expresado inquietud, nadie se habrá enterado del cambio que se quiere hacer o a nadie le importa lo que haga Pedro Sánchez porque estarán prestos al aplauso.
En otros tiempos, cuando la militancia era activa y crítica, cuando menos habría existido la pregunta del titular. Sí un PSOE feminista y ecologista, pero qué tipo de feminismo y qué tipo de ecologismo, habrían dicho más de dos. Hoy, caminando hacia un congreso a la búlgara, no se vislumbra discusión ideológica y tampoco es factible que, de haber algún sentido crítico en parte de la militancia, pudiesen alcanzar la delegación congresual con el nuevo sistema antidemocrático que se ha instalado en el PSOE, mediante un reglamento que guarda sorpresas desagradables para la militancia. Hace años cuando Felipe González quiso erradicar el marxismo y cambiar las normas de funcionamiento democráticas, hubo un sector crítico que le presentó batalla. Incluso en el 29° Congreso Izquierda Socialista y parte de ese sector crítico se negaron a participar de una pantomima hasta que no se restableciesen las garantías democráticas y de debate en el seno del partido. Hoy, quienes ostentan esas siglas están a la espera de acudir a aplaudir más fuerte que nadie al secretario general sin protestar por la laminación democrática.
¿Qué feminismo?
El citado artículo 2 dice en su primer punto: “El Partido Socialista Obrero Español es una organización política de carácter federal que, de conformidad con el artículo 6 de la Constitución Española, concurre a la formación y manifestación de la voluntad popular como instrumento para la participación política, que representa a la clase trabajadora y a los hombres y mujeres que luchan contra todo tipo de explotación, aspirando a transformar la sociedad para convertirla en una sociedad libre, igualitaria, solidaria y en paz que lucha por el progreso de los pueblos. Sus objetivos y programas son los fijados en su Declaración de Principios y en las resoluciones de sus Congresos y Conferencias”. A esta declaración de principios se quiere incorporar el concepto de feminismo, se supone que para remarcar algo aunque se intuye por la declaración y la praxis que ha tenido el partido en los últimos cuarenta años que feminista es.
El problema es que el PSOE ha sido colaborador necesario de la afrenta que ha sufrido el 51% de la población española con la ley transgenerista. Una ley que permite el borrado de las mujeres (brecha salarial, techo de cristal, estadísticas de violencia de género) y que apuesta por la afirmación de los roles de género patriarcales frente a lo que han defendido las feministas: la abolición del género. Eso de que el Estado debe cuidar para incorporar las características de las mujeres no se le habría ocurrido ni a Pilar Primo de Rivera. Le pasan por la derecha reaccionaria. Por tanto, no vale cualquier feminismo, sino que hay que explicitar en concepto y práctica política qué feminismo defiende el PSOE como si le fuese la vida en ello.
Tampoco vale el mujerismo como feminismo, esto es, que la sola presencia de mujeres en altos cargos, pero sin tener poder ejecutante real, sirva como ejemplo de apoyo al feminismo. Eso no es feminismo es marketing político zafio. Por lo dicho en la presentación de las nuevas ministras y ministros cabría sospechar que se apoya algo parecido al estilo de lo que lleva años haciendo el PP. Vende, pero la acción política real, las decisiones o el prestigio acaba siendo acaparado por los hombres. De nada sirve denominar al PSOE como feminista –menos tras laminar a algunas feministas-, ni colocar de portavoces a mujeres, si en la praxis política se hace lo contrario a lo predicado. Si el PSOE se cataloga como feminista debe explicitar qué feminismo defiende, no para debatir –algo imposible dentro del partido- sino para saber a qué atenerse.
¿Ecocapitalismo, ecologismo o medidas verdes que machacan a la clase trabajadora?
Nadie niega, salvo algunos muy cerriles, que existe un problema ecológico en el mundo. Como decía Marx, el capitalismo destroza a los elementos de donde obtiene el rédito: al ser humano y a la naturaleza. Hace siglo y medio ya era obvio que el proceso capitalista ya era malo para la Tierra y sus seres habitantes. Lo que hoy se observa no deja de ser la explosión de la hiperproducción globalizada de un sistema económico y social desbocado. De ahí que, siendo un partido de corte socialista (aunque la mayoría de sus élites sean socialdemócratas o social-liberales), lo normal es que apueste por un ecologismo anticapitalista y así debería quedar reflejado.
¿Los escritos del PSOE y lo manifestado por Sánchez son anticapitalistas? No, en realidad son más bien una mezcla de ecocapitalismo (o ecologismo liberal) o de progresía verde. No es que esto sea malo en sí, algo es algo para cambiar el rumbo, pero la realidad es que no se afronta el problema en su centro neurálgico: el capitalismo con sus sistemas de producción y de reproducción. Un capitalismo à la Gates, cuando Google es una de las empresas más contaminantes del planeta, no es solución. Centrarse en el desarrollo digital no es menos contaminante, ni menos capitalista, ni menos explotador. Por no hablar del impulso tremendo a las energías alternativas que hace falta dar aún en España –que en esto el gobierno lo está haciendo bien dentro de las posibilidades-.
El problema del ecologismo (en sus diferentes versiones, aunque un poco menos en la ecosocialista) es que no hace frente a las contradicciones evidentes de su ideología. Si se quieren eliminar las macrogranjas para volver a la producción extensiva, que dicen que es mejor volver a la producción del pasado, hay que decir sin esconderse que no habrá suficiente para todos y que los precios serán más caros. No vale intentar convencer de que es malo para la salud comer esto o aquellos desde el gobierno cuando en realidad lo que se está haciendo es ocultar que ese tipo de comida de subsistencia o sin grasas animales será lo normal en una España (o Mundo) ecológica. Tampoco se puede decir que es necesario incorporar dos millones de inmigrantes cuando para dejar menos huella hay que controlar la natalidad y “desurbanizar” núcleos urbanos. Salvo que sea para utilizar al ejército de reserva del capital, la realidad ecológica señala un peligro demográfico evidente. Y así con muchísimas propuestas más que el PSOE debería señalar sin miedo para poder calificarse de ecologista (aunque sería mejor el término ecosocialista).
No es tan sencillo decir que se quiere calificar al PSOE, además de como partido de la clase trabajadora, como feminista y ecologista sin un intenso debate abierto a la militancia (no valen esas conferencias donde hablan los elegidos y los demás callan). Porque en ese debate sobre ideas y prácticas es donde se puede aclarar qué se quiere hacer en realidad. No puede ser que el PSOE se declare feminista y las gentes de Juventudes Socialistas defiendan los vientres de alquiler (a los que acompañan ciertos lobbies insertos en el PSOE), por lo que supone de explotación de la mujer. No puede ser que el PSOE se califique de ecologista sin observar las realidades de toda España. Porque moverse por las capitales en bici puede ser bueno y necesario, pero ir al hospital de Alcázar de San Juan desde Quintanar de la Orden (ir al de Toledo es para Perico Delgado) o es en coche o te mueres (valorar el dineral que cuesta un coche eléctrico y que no todo el mundo puede pagar). No se puede estar en el ecologismo donde los ricos disfrutan de todo y los demás de nada. Todo ello debe ser explicitado y debatido antes de admitir que el PSOE es feminista o ecologista. Debe haber consonancia entre teoría y praxis y cada vez hay menos.