Época estival, época de fichajes y de esperanzas en los equipos de fútbol. Tiempo de ilusionarse con este fichaje, de la recuperación de sensaciones de aquel jugador que tuvo una temporada mal o, en algunas ocasiones, ver si es chaval que iba para genio se consagra. Todas estas sensaciones están distribuidas entre las distintas aficiones en mayor o menor medida. A ello súmenle el típico cabreado porque su equipo no ficha buenos jugadores –en unos casos por centrarse en cesiones, en otros porque se piensa que la llave del banco la tiene el presidente de turno- o, simplemente, no ficha. Ha pasado siempre y sigue pasando, salvo en el Real Madrid.
En el equipo blanco existe un mosqueo que no llega a explotar en enfado o ilusión. Están en un sube y baja constante cuya mejor muestra se puede encontrar en los artículos de Tomás Roncero del diario As. Más allá de la mufa, de si hace pajillas a perros (Abellán dixit con bastante mala leche) o se arruga frente al padrino del fútbol, leerle suele ser conducir a descubrir el sentir blanco. Unos días se viene arriba y ve en la plantilla de su equipo a la naranja mecánica, pero la mayoría de los días viene expresando el mosqueo que existe. Porque esfuerzos que ni los de Sísifo están haciendo en la prensa nacionalmadridista para tener entretenida a la afición y contento a su señor –no vaya a ser que los llame tolilis y los cancele- y les venden una realidad que un equipo como el Glasgow Rangers acaba fracturando. Tras el nadaplete no hay ilusión –por mucho que vendan a Alaba como el nuevo Franz Beckenbauer– y sí mucho humo con Mbappé. Como se ha dicho en otras ocasiones, el jugador francés ha desarrollado una enfermedad en un ojo de tantos guiños como ha hecho.
Tras la venta de Rafaël Varane, Roncero parece haberse dado cuenta de que el viudo con gafas tiene otras intenciones con el Real Madrid. A parte de construir su mausoleo en la Castellana (¿Se juegan algo a que le entierran allí o esparcen sus cenias?), no hay nada más. Y el periodista del grupo Prisa lo dice claramente: “Vender patrimonio (o dejar escaparlo sin que parezca grave como el caso del sevillano) es algo a lo que no está acostumbrado un madridista. Me he criado con un Madrid poderoso y comprador. […] Sé que los tiempos han cambiado y que los jeques y los clubes-Estado aprietan, pero hay algo en lo que el Madrid se está equivocando. Tenemos menos dinero, pero aún somos el club con el que sueñan todos los grandes futbolistas”.
El orgullo que puede sentir él –que es el mismo que sienten los hinchas de otros equipos por el suyo- no es compatible con el dinero a ingresar. Se han reído del Atlético de Madrid porque no podía pagar hace poco más de diez años los sueldos que se estilaban en la casa blanca, ahora sufren en sus carnes haber devaluado La Liga y no tener un gobierno que conceda licencias para construir torres, más la rebelión de los equipos pequeños que se hartaron de cobrar menos en derechos de televisión. Pero al final reconoce la situación: “Si tú vendes, acabas siendo el Atleti de hace unos años. Curiosamente, el Atleti se ha gastado 35 millones en De Paul y amenaza con fichar a Griezmann. ¿Desde cuándo los indios son más ricos que lo vikingos? Algo no me cuadra…”. Desde que, como se ha dicho antes, no hay “amigos” que hagan favores.
Están empezando a asumir, algunos, que Mbappé no llegará y que los millones de Varane –que son 35 más bonus y no 50 como venden en el nacionalmadridismo para salvar la cara gestora de su jefe y señor (igual que Hazard pasó de 100 a 150, o James de 20 a 0)- se quedarán en la caja con un equipo envejecido en la medular, con una defensa cogida con alfileres –aunque venden a Militao como si tuviese el toque de balón de Luiz Pereira en sus programas nocturnos- y con una delantera donde llevan esperando que exploten sus brasileños y Asensio desde hace años. Roncero, de hecho, quiere liquidar a Odergaard y Jovic, siempre y cuando se fiche algo decente. Venden que la cantera sacará esto adelante, pero no hay una Quinta del Buitre, y un nuevo nadaplete asoma en lontananza amenazante. Están cagados de miedo pero no lo admiten púbicamente.
Se ríen sobre la posibilidad de que el Barça no inscriba sus fichajes, pero ¿y si sí? Ven como la plantilla ganadora de la liga pasada –por mucho que les moleste, en especial a Gárgamel– se refuerza y no pierde efectivos. Ven que se acabaron los millones de las torres y que las camisetas de los jugadores no sirven para pagar sus propios sueldos –Ronaldo se marchó en cuanto no le permitieron reducir el porcentaje de publicidad que se quedaba el equipo y que costeaba casi totalmente su ficha (algo que no han contado, como tantas otras cosas)-; ahora deben competir en “igualdad de condiciones” (las comillas son por los intangibles, ya saben ustedes) con equipos como el Atlético de Madrid o el Sevilla y no les cuadran las cuentas para su obsesión (Champions). Normalmente leer a Roncero es un gasto de tiempo y puede producir urticaria, pero si se sabe escoger cada cual puede ver que están acudiendo con demasiada frecuencia al baño. Tanto biberón les ha dejado mal el estómago y su médico (FloPer) sólo tiene una receta, ayuno futbolístico. Es ver a Vallejo de central titular con Isco y Asensio de delanteros y les viene la cagalera.