Que el PSdeG-PSOE es una casa de “tócame Roque”, por no decir algo más fuerte, lo sabe todo el mundo. No de ahora, sino de siempre. Hay barones, baroncillos, caciques, caciquillos, mendicantes (por aquello de tener al apóstol cerca), correveidiles y demás fauna que existe en cualquier partido político, pero elevado a la n potencia. Por lo tanto no se puede culpar al saliente secretario general de ello. Es el paraje natural del socialismo gallego desde hace cuarenta años y como no ha habido valentía en cerrar el chiringuito y mandar a los 1.000, que habría que expulsar, a su casa no vale como excusa para tratar mal a ninguna persona.
Gonzalo Caballero sufrió una derrota grave en las elecciones gallegas quedando en tercer lugar tras PP y BNG. Ahí debería haber dimitido el economista y así se lo exigió alguno desde Madrid. Claro que ¿por qué iba a dimitir él si otros también habían tenido “resultados históricos” y se agarraron al cargo? Estaba en su derecho de aguantar e intentar cambiar la situación como hizo el otro. Ganó unas primarias contra la vieja guardia gallega y con buena parte del sanchismo militante apoyándole. Ha intentado que la federación gallega sea normal porque no hay concello donde no aparezca un tonto con gorra de plato, pero no ha sido suficiente para Ferraz.
Humillación al secretario saliente
Caballero perdió las primarias frente a Valentín González Formoso (59%) y se preparaba para, como es normal, ceder los trastos a nuevo electo. Como corresponde a la normalidad del partido, ya se había convocado el Congreso gallego y se estaba trabajando en la ponencia marco y los demás preparativos. No le habrán escuchado al doctor ninguna queja o exigencia. Aceptó la derrota sin más y a sus clases en la Universidad (porque sí tiene donde caerse muerto). Pero esto no es suficiente para las huestes de Santos Cerdán. Parece que no sólo debe aceptar la derrota sino marcharse y no cumplir con los estatutos del partido. Como se hizo con Susana Díaz en Andalucía, a Caballero le han querido obligar a dimitir, a irse cual sabandija y, en un ejercicio de honradez estatutaria, ha decidido quedarse.
Cerdán que es hombre de pocas palabras –por aquello de que es de pocos pensamientos- ha decidido humillar a Caballero quitando a los responsables de la organización del Congreso gallego manu militari. Es castellano, por sus cojones. Y lo peor es que lo hace intentando hacer daño a compañeras y compañeros de partido, filtrando mentiras tales como que no habían preparado la ponencia marco. Algo que Pablo Arangüena ha desmentido dando un sopapo en la cara a Ferraz. Al menos en tiempos de Alfonso Guerra había una línea, que se movía sí, pero haberla la había. Ahora es por cuestiones testiculares.
Las penurias que ha venido sufriendo
Caballero habrá cometido errores en su gestión dentro del PSdeG, y por ello quiere dar gestión en el Congreso regional (no como otros), pero una vez que la democracia ha vencido y el candidato de Ferraz ha ganado (y bien que han movido hilos desde la sede madrileña) no había necesidad de más. Llevan cerca de un año intentando que se marche de la política gallega. Le han ofrecido alguna embajada o cargo político en EEUU (como si fuera una Carmen Montón más, aunque él no ha plagiado en su carrera académica), lugar en el que ha impartido clases en prestigiosas universidades. Le han amenazado con la dureza que un secretario de organización in pectore, no el real, es capaz de sacar para salvaguardar su modo de vida. E, incluso, le han llegado a amenazar con no dejarle ir al 40° Congreso federal de delegado.
Y quien más le ha presionado, pensando que era consejo familiar, ha sido su propio tío Abel Caballero, quien quiere seguir mangoneando el PSdeG en la sombra. O al menos lo que dejen en Pontevedra. Ya han conseguido que perdiera, pero no les vale. Tienen que ir con saña a humillar, a vejar, a destruir la imagen de la persona como ya es habitual. Como sucedió con Tomás Gómez, como ha sucedido con Susana Díaz, como ha sucedido con José Luis Ábalos y como sucederá con quien no haga lo que desean en Ferraz. Para colmo, Caballero, en un gesto de pluralidad y democracia, se atrevió a acudir a la celebración del 40° aniversario de la corriente de Izquierda Socialista. El único barón que tiene en cuenta a la corriente como tal junto a Emiliano García-Page.
Caballero volverá a la universidad, a seguir con su amplio y magnífico curriculum en materias económicas, no como otros, y dejará que pase el tiempo (porque le quieren obligar hasta que dimita de diputado regional). Sus huestes, son muchas, se recogerán alrededor de un brasero y esperarán el momento oportuno para volver a la contienda. Desde el respeto a la mínima disciplina de partido exigible, con las ganas de vencer a Feijóo, pero con la guadaña preparada para aquellos que han humillado a un compañero que no lo merecía. Total, vuelve todo a manos de Pepiño el gasolineras.