Así, sin rodeos. Sin pensar, también. Resulta que para la dirigencia del PP la Iglesia católica, apostólica y romana es comunista. O lo de los porros que dice Isabel Díaz Ayuso (impidiendo la libertad de la que habla) es una cuestión de orden interno, o en el PP son católicos de mentirijillas. Vamos, postureo. Pueden decir “bueno ha sido una chica de Madrid”. Cierto, pero si se atreve a decirlo en público es porque lo habrá escuchado en más de una ocasión en la sede de Génova. Siendo tan monocordes, especialmente en las Nuevas Generaciones, y tan poco de pensar, es algo que más de uno y de dos habrán dicho.
Sucede que este sábado el papa Francisco I (símbolo y unidad de la Iglesia) se va a reunir con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz -¿se pondrá mantilla?-, para tratar asuntos sociales. Ante esa reunión, algo habitual de todos los pontífices, una tal Macarena Puentes ha calificado a la reunión entre el gobierno de España y el Vaticano de “cumbre comunista”. Estupidez máxima si se es católico y se está medio informado de la doctrina de la Iglesia. O discurso normal de personas que con dificultad pueden vestirse solas. Que elijan dónde ponerse.
El PP a la deriva
Nadie del PP, ni los que se dan golpes en el pecho haciendo profesión de fe, le ha dicho a la señora que ha metido la pata. Y no lo hacen porque no son católicos. En realidad su pensamiento en lo tocante a lo religioso es protestante (calvinistas, luteranos, baptistas del sur, etc.). No hace tanto el silencio de cualquier dirigente del PP hubiese sido lo lógico, pero en el PP de Pablo Casado hay codazos por ver quién dice la mayor estupidez. El presidente gana por goleada (la última impulsar un acuerdo Mercosur-UE que ya está firmado, aunque no ratificado por la pandemia).
Es tal la deriva del PP que pisan todos los charcos no se sabe muy bien en busca de qué. El papa Francisco no ha hecho algo distinto a lo que hicieron Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II o Benedicto XVI. Todos han antepuesto el apostolado a las posibles ideologías de los hombres. Todos han abogado por la paz y la fraternidad en el mundo. Todos han abogado por el diálogo. Todos tienen encíclicas sociales. De hecho fue Pablo VI (ahora beato) el que primero señaló en 1971 sobre el peligro de la destrucción de la naturaleza.
No tienen ni idea de doctrina católica
Debe sentar mal en la sede de la calle Génova que el actual ocupante del asiento de Pedro hable mucho de problemas sociales, de la dignidad de la persona o del peligro ecológico. Todos esos temas llevan siendo tratados por la Iglesia décadas. Y no sólo por los teólogos ordenados, sino los seglares de las muy distintas congregaciones. Que el mercado desaforado es un mal para la dignidad del ser humano, para la familia a las que destruye al mercantilizar las relaciones o para la naturaleza lo ha dicho hasta Juan Pablo II. Otra cosa es que en el PP estén a por uvas.
Rémi Brague, en su reciente libro Manicomio de verdades (Ediciones Encuentro, 2021), establece como grandes peligros para el ser humano al Estado (libertarios y peperos teniendo orgasmos) y al mercado (liberal-conservadores enfurruñados). Pero no ha sido el único autor católico que lo ha dicho. Es algo doctrinal. De ahí que las encíclicas Fratelli tutti o Laudato sí recojan ese bagaje de los anteriores pontificados. Y si establecen que hay que dialogar, se dialoga. ¿No han visto o leído Las sandalias del pescador?
¿Qué cabe pensar de todo esto?
Lo dicho anteriormente, que el catolicismo de la dirigencia del PP es puro simbolismo identitario. Son católicos como fórmula identitaria, una más a utilizar en el mercadeo político para engañar a las masas cretinizadas (eso al menos piensan en la calle Génova). Un simbolismo para que los verdaderos católicos, como si fuesen estúpidos, sean llevados a las fauces de la globalización y el capitalismo de amiguetes (en la gestión pública).
Demuestran su hipocresía teo-lógica y su carencia de fe. Son peores que los ateos y los agnósticos, pues estos, al fin y al cabo, no esconden ni su incredulidad, ni sus dudas. Caminan entre tinieblas (si leyesen las encíclicas sabrían por qué) pensando que lograrán la salvación, cuando ese camino elegido (más con la corrupción existente, material y del alma) no les lleva a la gloria eterna, sino a pudrirse en el purgatorio.
¿Un papa rojo?
Lo más gracioso es que, para demostrar que son protestantes, herejes e incrédulos realmente, el papa Francisco I, salvo por la cuestión del diálogo y el respeto a la dignidad de la persona (muy significada la lucha contra la pobreza), se está comportando como el resto de pontífices. Ni acepta el matrimonio de personas del mismo sexo, ni cree en la cosa queer, ni apoya dictaduras (al contrario), ni nada raro. Es más, el Opus está muy bien posicionado en el Vaticano y tiene mucho aprecio a Mariano Fazio (pensador opusdeísta brillante, vicario auxiliar de la prelatura del Opus).
El papa no hace politiqueo en sí, no lo necesita como bien dice Antonio Olivé. Su mirada es universal y a largo plazo. Por eso reunirse con este o con aquella no es una búsqueda de notoriedad, ni de votos. Además le habrán informado perfectamente de con quién va a reunirse. Una ministra postmodernilla que apoya todo lo que no gusta en Roma –y no duden que como pueda le lanzará una puya-. En el PP deberían leer más y mejor para saber qué pasa en el Vaticano… pero no sabiendo lo que pasa en su propia casa difícilmente van a conocer otros lares.
La alt-right inculta
El problema es que en el PP de la alt-right globalista no pueden admitir la doctrina oficial católica. Se quedan con lo que les interesa (aborto, eutanasia…) -desde la izquierda también se ha denunciado esa política de muerte por no entender la dialéctica de la dignidad de la persona- pero abominan de aquello que les da vergüenza (neoliberalismo). Como dice el dicho, en estos casos, no se puede poner una vela a dios y al diablo y pasa lo que pasa, que se acaba señalando al papa y a la Iglesia, por ende, como comunistas.
La Iglesia es colectivista según estos pasmados por la utopía individualista, pero sin colectivo no hay conversación, ni conversión, ni fe. El catolicismo no es como el protestantismo una cosa individual y personal en una relación individuo-dios, sino que va más allá. Sin comunidad fraterna de los creyentes no hay posibilidad de salvación (el perdón de los pecados debe ser realizado por una alteridad), ni apostolado, ni catolicidad. Por eso cualquier pensador católico, de verdad, pone pegas al neoliberalismo y a lo postmoderno. Es una cuestión de cultura que no muestran estas gentes porque… no les da.
Post Scriptum. A estos del PP les ha pasado lo que a Felipe González, a quien en el Comité Federal –cuando había comités donde se debatía y no se iba de palmero- Antonio García-Santesmases, con toda la retranca del mundo, le demostraba que la política del PSOE estaba a la derecha de la doctrina social de la Iglesia católica de Juan Pablo II. Y estar a la izquierda del PP es comunismo y a su derecha también.