Ayer tuvieron un rifirrafe en redes sociales el candidato a la presidencia de Castilla y León, Francisco Igea, y el otrora diputado naranja, hoy inversor en televisiones de baja estofa, Marcos de Quinto a cuenta de unas declaraciones del primero. Igea indicaba que jamás apoyaría una investidura del PP si Alfonso Fernández Mañueco era el candidato, debido a sus casos de corrupción. De Quinto le hacía ver que habría que apoyar al PP no fuese a ser que gobernase el PSOE. A lo que contestó Igea que él no tenía problemas con el PP sino sólo con Mañueco. Declaraciones del mismo tipo, indicando que Ciudadanos era lo mejor para evitar a los extremos, ha venido haciendo el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín.
Dicen los charlatanes que pululan por los medios que estamos ante una época donde se ha perdido la razón, la capacidad de raciocinio, por la exaltación que generan las redes sociales y los medios de comunicación del vómito. El antes camarlengo monclovita siempre dice que las personas sienten antes que piensan (sin explicar qué entiende por sentir, por pensar y evitando cualquier tipo de referencia al contexto). En general, aunque no lo dicen, piensan que la mayoría de las personas son gilipollas (por recordar al maestro Cuerda), masas estabuladas y que se tragan lo que sea… La fenomenología no la han entendido, como no han entendido al ser humano al que consideran un mero objeto moldeable. No es cierto. Las personas piensan más de lo que se presupone y sienten en relación a estructuras subjetivas.
¿Por qué subió Ciudadanos?
Cuando Albert Rivera y su muchachada naranja iban conquistando votos todo el mundo, más allá del cuñadismo o el populismo del sistema, pensaba que podría ser un partido que equilibrase el sistema. Un partido liberal que fuese limpio, patriótico y que sirviese para apretar las cuerdas a los dos grandes partidos. Frente a un PP podrido de corrupción en muchas regiones y frente a un PSOE corrupto (no sólo por lo delictivo) en Andalucía o con tendencias separatistas, un Ciudadanos que los controlase y los metiese en vereda, dando puerta a corruptos. Esto funcionó en Andalucía, al menos pareció funcionar, cuando para evitar a Podemos se apoyó a Susana Díaz y para acabar con los tejemanejes socialistas se decidió gobernar junto a Juan Manuel Moreno Bonilla.
Este tipo de acción fue premiada, más cuando hicieron caer a Cristina Cifuentes, en unas generales con un enorme resultado electoral. El pueblo les otorgó los suficientes apoyos como para poder gobernar junto al PSOE en mayoría absoluta. Se rebelaron frente al establishment, que les había aupado poniendo a todos los aparatos ideológicos de su parte, y pensaron que podían ser el Partido de España. Entregaron a Pedro Sánchez a Podemos y secesionistas pensando que le quitarían votos y hoy ya van camino de la desaparición.
¿Para qué votar a Ciudadanos?
Al final el discurso, impulsado por la facción que tiene las venas inyectadas de liberalismo estadounidense à la Hayek, viene a ser que han quedado para apoyar al PP, para ser su muleta, o peor, para ser los camareros mal pagados de un partido corrupto y con un indigente mental a la cabeza. ¿De qué sirve votar a Ciudadanos si sólo va a apoyar al PP pese a sus casos de corrupción? En realidad, de nada. Si la persona se considera de derechas y está cabreada con el PP por corruptos, tiene la opción de Vox que parece que les aprieta las tuercas más. Si la persona es rebotada del PP, pues le da un poco igual volver. Y si es de esas personas que bailan entre PSOE y PP siempre puede votar a cualquiera de los dos.
Si no sirven para vencer hacia un lado u otro cambios en el poder regional acaban como en Madrid, en la calle y llenando la calle Génova de nuevas afiliaciones. Si les da igual un apoyo externo del populismo de derechas, lo mismo debería pasarles con el de izquierdas. Eso es lo que piensa cualquier persona normal que vea el nivel de corrupción y de capitalismo de amiguetes de ambos bandos. Y este tipo de pensamiento está más extendido de lo que piensan esos gurús de la comunicación y de lo electoral. Sólo hay que ver los datos de fidelidad de voto para los principales partidos, tienen indecisos en torno al 40% de los votantes de la última ocasión. En el caso de Ciudadanos muchos más.
Si no se ve la funcionalidad de un partido, malo
Las personas, además de sintientes, son racionales y llenas de prejuicios. De hecho sin la “racionalidad subjetiva” tendrían complicado vivir la mayoría de las personas. Enfrentarse a impactos sensoriales continuamente acabaría con la mente de la persona más fuerte y por ello hay partes que se han racionalizado y almacenado en el subconsciente para prevenir ese “primero siento y luego pienso”. Más bien es “intentas que sienta, pero ya me huelo el pescado”. Pensar en las personas como disfuncionales que se tragan todo es lo que hacen los camarlengos y las élites de partido, pero el desencanto con la clase política demuestra que igual no es así.
Entre las cosas que las personas tienen claras es la funcionalidad de un partido político, no tanto respecto al sistema en sí sino respecto a las opciones políticas que permite y la proyección personal sobre lo que debería hacer. Si Ciudadanos va a apoyar siempre al PP ¿qué funcionalidad tiene? Para eso se vota al PP o a otro partido si no gusta ese al que siempre darán apoyo. Los dos partidos que venían a regenerar el sistema están de salida. En Ciudadanos ya están de saldo, más con esa posición de muleta del PP, y en Podemos van de camino.
Los postmodernos no han cuajado
Tras liquidar lo poco que quedaba de socialismo en IU, aguantan porque venden esa supuesta funcionalidad: ser los que hacen que el PSOE no sea completamente de derechas, según dicen ellos. Lo exponen después de haber presentado leyes más reaccionarias que las que habría pensado un gobierno socialdemócrata en solitario. Pero hay una cantidad de personas que lo creen así, cada vez menos. Si unos se entregan al PP, éstos están entregados a todas las posmoleleces que inventan en las universidades estadounidenses. Y la gente, que no es gilipollas y se va a tener que poner un cartel (de nuevo Cuerda), ya se ha dado cuenta.
El camarlengo podrá vender cosas desde “la vanguardia” de la postmodernidad, pero así son las cosas. El que dice que es periodista pero no tiene título venderá que comer gusanos es nutritivo. El maestrillo bourdieuano nos contará no-se-qué de fascistas y antifascistas y la llegada del V Reich. Mientras tanto, las personas normales, esas que dicen que son rojipardas, se quedarán en casa sin votar. Por el otro lado, volverán a votar a la derecha de siempre (ignara o valiente) y los naranjitos pasarán al PP corriendo (al menos los que permita Fran Hervías desde Génova) o se montarán partidos en la España periférica para seguir mamando (los que decía que tenían trabajos).