Nada nuevo bajo el sol. Que Pablo Iglesias haya dicho “Ahora que no soy político puedo decir la verdad” sólo sorprende a quienes se quieran sorprender. Si ayer se publicaba en estas páginas que Pablo Casado había mentido 1.637 veces, con el ex-vicepresidente tercero del Gobierno la suma no alcanzaría esa cifra –es imposible atrapar a un mitomaníaco- pero toda su vida política se ha construido sobre una mentira constante. Colaron en los medios de comunicación a este chico con una finalidad clara, acabar con cualquier atisbo de izquierda racional (esa a la que califican ahora de neorrancia). Y lo lograron. A la izquierda del PSOE no queda nada, ni rebeldía.
Iglesias ha sido un pelele de cierto grupo de comunicación que ahora bien se lo está pagando. Aprovechando los últimos coletazos del 15-M, la caída del PSOE de Rubalcaba y del primer Pedro Sánchez y la necesidad de insertar en el debate toda la agenda globalista de la postmodernidad progre, Iglesias obtuvo el favor de las televisiones (cuando éstas eran capaces de generar algo así) para presentarse como el guardián de las esencias de la izquierda. El Mesías de la verdadera izquierda. Esa que, engarzando con el populismo à la Laclau y subida a toda la patulea teórica de las universidades estadounidenses, venía a cambiar la faz de toda Europa. “Ni de izquierdas, ni de derechas, del pueblo” bramaban en todos los medios de comunicación. “Acabar con la casta”, pedían hasta que se convirtieron en casta.
Le tenían calado
Millones de personas se ilusionaron. Cientos de miles se entregaron a la brega en las redes sociales (los famosos comandos morados) para escupir las consignas que les daban quienes eran considerados poco menos que los herederos de Prometeo. Y a la par emponzoñar el debate político con insultos, desprecios y bulos constantes. No fueron los trolls de Vox quienes primero hicieron el trabajo sucio sino los de Amado Líder. Quienes desde la izquierda osaban señalar esa operación como un engaño o una operación de falsa bandera fueron acribillados, insultados y vetados si trabajaban en algún medio de comunicación.
Muchas fueron las personas que e intelectuales que no se tragaron el sapo del Mesías de la izquierda. Aunque, bien es cierto, que tuvo una amplia influencia como para podemizar a las bases urbanitas del PSOE –también hubo mucho trepa que para conseguir ascender se podemizó de mentirijillas-. Sin embargo, no engañó a todo el mundo como pretendían. Algunos ya le tenían calado, entre otras cosas porque sabían que Podemos se fundó en el momento en que le negaron en IU ser candidato. La reacción fue destrozar la federación madrileña, aupar al poder a un incapaz como Alberto Garzón y montar el propio partido con el apoyo mediático de Roures (el millonario trotskista e independentista).
Verborrea de izquierdas, acción de derechas
Desde el primer momento se les vio que el comportamiento, la praxis, era contraria a lo que iban diciendo por todas las esquinas mediáticas. Hablaban de democracia, de referéndums, de libertad y en Podemos, más aún tras Vistalegre II, mandaba el mesías y su cohorte. Si algún secretario decía o hacía algo que no le gustaba al mandamás, se le segaba el cuello y a otra cosa. Si un portavoz decía algo de izquierdas se le cambiaba. La distancia entre teoría y praxis fue haciéndose cada vez mayor y el número de votantes cada vez menor. Al mismo ritmo que desaparecían los círculos.
Sólo hay que recordar que estas gentes querían prohibir votar a las personas mayores porque no les votaban. Pusieron en duda el sistema de recolección de datos en las mesas electorales –el más garantista del mundo seguramente- porque, entre unas elecciones y otras, perdieron según ellos dos millones de votos. No cabía en su cabeza que alguien de izquierdas no pudiese votarlos. De ahí que el desprecio a la población a la que querían salvar fuese especialmente crudo tras elecciones. Una soberbia pequeña burguesa, cuando no burguesa directamente, era la norma de estas gentes que se creían en una misión divina por sus títulos, sus aparentes saberes y su engarce con el zeitgeist.
Mentiras y casoplones
La principal mentira de Iglesias fue afirmar hasta la saciedad que ÉL no cambiaría, que ÉL no dejaría su barrio de toda la vida, que ÉL no era como los otros políticos, que ÉL no era casta. Y al poco tiempo de estar viviendo de la política cambió de novia, con el consiguiente ascenso de la nueva (democracia de pernera debe ser el concepto), y un poco más allá cambió de casa. El famoso casoplón fue la acción práctica que hizo despertar a muchas personas del engaño que habían estado viviendo. Para aparentar, incluso, llegó a hacer un referéndum dentro de Podemos para ver si acción privada, mentirosa, era legitimada por las bases (bajo un sistema de voto bastante manipulable). Una vez superado el trance comenzaron las teorías sobre la libertad de comprarse lo que le diese la gana. Y sí tiene esa libertad salvo que todo lo anterior haya sido una mentira.
Como buen nihilista y populista, los valores sólo valen para la derecha, para los del PSOE pero no para ÉL. Había hecho de la política un acto moral –eso al menos vendía- y a las primeras se lanzaba de cabeza a comprarse una casa de la casta. Normal que les les llamasen bobos (burgueses bohemios). Ahora, al menos, no se esconden y hacen cosas de la izquierda caviar sin sonrojarse. Esas imágenes de tres tíos en la sede de la calle Princesa con “Nosotras” detrás quedarán para la historia de la falsedad.
Ahora los trolls podemitas dirán que es un bulo las palabras de Iglesias. Que no ha querido decir lo que ha dicho (ahí arriba tienen el vídeo). Que no se le ha interpretado. Claro que lo peor viene después de esa frase tomando por idiotas a todos, los presentes y los ausentes, al decir que la geopolítica se mueve por interés no por ideología. Como si hasta el señor que planta tomates en Almería no lo supiese (de hecho ese señor lo sufre). Ya quedó desnudo no hace tanto, cuando se estaba pactando un acuerdo de gobierno, y aquí se utilizó a Louis Althusser para hacer ver que era todo mentira. Algunas personas se sorprenderán del reconocimiento de la mentira perpetua de Iglesias, otros ya lo sabíamos.