Tras una semana donde las personas han estado más ocupadas de la “soledad de Antonio”; del cabreo de Manuel “el camionero sin camiones”; de acaparar leche y pasta; de celebrar un permiso europeo -con lo que ello supone de falta de soberanía-; o de elevar/hundir a mejor/peor presidente de la historia al actual, el enredo más estúpido –si es que ello es posible- ha sido el debate sobre los impuestos. ¿Por qué estúpido? Porque, más allá del posicionamiento ideológico de cada cual, cuando se habla hay que hacerlo teniendo en cuenta la realidad material de España.
¿Cuál es esa realidad material? Que el Estado debe más de 1,4 billones de euros, un 147% si se mide sobre el PIB y más un 1000% si se mide respecto a los ingresos del Estado. Da igual sea un ayuntamiento, una diputación, una comunidad autónoma o el Estado central, se debe un dinero que supone un verdadero lastre para cualquier tipo de política impositiva o de inversión. La anterior crisis económica supuso un golpe enorme a la estructura económica española. Como reconoció Mariano Rajoy, iba con la aspiración de bajar impuestos y tuvo que subirlos. Ahora se vuelve a pedir que se bajen impuestos –por el problema del alto precio de los combustibles- pero ¿tiene capacidad de ello España?
Una política económica expansiva es un suicidio
Desde el gobierno Pedro Sánchez y su equipo económico están sosteniendo el crecimiento de la economía vía política expansiva. Ello supone que se van a sumar a los más de 1,4 billones de euros de deuda otros 70.000 millones de préstamos de la Unión Europea. Con el añadido de que el Banco Central Europeo va a dejar de comprar deuda, algo que China ha dejado de hacer hace tiempo, y piensa subir los tipos de interés para contener la inflación. El margen de inversión del Estado central (más allá de los fondos europeos) será entre poco y nada. Bien es cierto que no se necesitan grandes infraestructuras nuevas como hace años, pero tampoco se puede ir subvencionando a cada grupo que se queje o demande algo con fuerza suficiente.
Tampoco se puede ir a la inversión de la Comunidad de Madrid de miles de millones de euros en el Metro y otros proyectos cuando deben 34.000 millones de euros. La época de meter dinero en el sistema mediante infraestructuras no es esta. Y como el Estado español, en todas sus ramas, es escasamente productivo, depende del sistema impositivo. No es de extrañar la voracidad con la que desde la Agencia Tributaria se está actuando contra cualquier español medio, especialmente los autónomos. Necesitan rascar hasta el último céntimo. Se gaste bien o mal el dinero público.
Sanidad, educación, pensiones y seguridad
Si se quiere tener una sanidad, una educación, unas pensiones, una seguridad (policial, defensiva y jurídica) públicas y dinero para imprevistos, lo lógico para cualquier Estado que no sea libertario, hay que recortar el gasto. ¿Dónde recortar el gasto para mantener esos servicios básicos? De cualquier otro sitio de los gastos estatales porque no hay impuestos suficientes que puedan soportar la situación actual de deuda exagerada.
Casi todos ustedes seguramente mirarán hacia la clase política, pero tampoco es un gasto desmesurado, aunque todo lo que se pueda recortar en gasto superfluo es bueno. Peor es todo el dinero de la publicidad institucional, el cual en realidad se utiliza para comprar voluntades de medios de comunicación. ¿Qué es más importante, una pensión o un anuncio en un digital? Aunque sea una cuestión demagógica, sin duda es mejor que los medios no cobren y su abuela sí. Este ejemplo es uno entre todos los millones que se van poco a poco en gastos innecesarios, pero tiene importancia social pues algunos medios no apoyarían a Isabel Díaz Ayuso o a Sánchez con el fervor que lo hacen si no hubiese pasta de por medio.
Saber gestionar
Otra parte es la buena gestión. Con el PP llegaron los hospitales mediante leasing (curioso que Alberto Núñez Feijóo se quejase de esto), esto es, un hospital que costaría construir y equipar unos 1.000 millones, acaba costando 7.000 millones porque se paga al constructor 300 millones durante 20 años más gastos. Este tipo de gestión ha hecho más daño que muchas subvenciones que se critican. Subvenciones que, en muchos casos, solo sirven para tener contentos a diversos grupos de presión y cuya acción social es casi nula. Normal que la deuda pública en Castilla-La Mancha se duplicase en dos años de gobierno de Dolores Cospedal.
Sin duda nadie quiere que se elimine el Museo del Prado, ni cosas por el estilo, pero es necesario dejar de financiar a día de hoy muchas actividades para poder asegurar una buena sanidad, educación y demás funciones vitales del Estado. A día de hoy no se pueden bajar los impuestos, por mucho que mientan en el PP, pues ni con un aumento productivo –bajo la actual estructura económica- se paliaría la reducción de la deuda. Hay que recortar masivamente gasto público, pero nadie se atreve a debatir sobre ello. Hay Comunidades Autónomas que llevan algún tiempo reduciendo su deuda, como numerosos ayuntamientos, pero hay otros más que no.
Enfrentar un futuro oscuro
El problema es que el Gobierno actual está atrapado en una serie de pactos múltiples que supone siempre algún tipo de concesión monetaria o infraestructural que impide ese recorte del gasto. En otra situación, con un partido de derechas sin mayoría, ocurriría lo mismo seguramente. Tampoco es quitar 30 diputados en la Asamblea de Madrid, que también, sino impedir que un presidente de autonomía gane más que el presidente del Gobierno. Impedir que crean –independientemente del color político- que el dinero no tiene dueño.
El futuro no tan bonito y bello como pintan desde el gobierno con sus cosas verdes, o desde la oposición con sus reducciones de impuestos. Ni los primero pueden gastar, ni los segundos reducir hasta que la deuda española se baje en cerca de 1 billón de euros. Y mejor hacerlo ahora que hay cierto viento a favor en la economía, pese a la turbulencia ucraniana, que cuando se llegue al punto de quiebra. ¿Sabe esto la clase política? Sí y lo callan. Y quienes no lo sepan son casi peores que los mentirosos y más peligrosos.
Post Scriptum Sí, la UE recomienda una deuda máxima entre el 60% y el 50% del PIB de cada país, pero dada la situación fluctuante de la economía mundial, mucho mejor estar entre el 45% y el 50%.