De Pedro Sánchez destacan sus amanuenses su capacidad de resistencia, de resiliencia dicen los más posmo-burgueses. Algún crítico, como es el caso del escritor Arturo Pérez-Reverte, lo señala como un verdadero asesino sin piedad –rememorando aquellos pistoleros de las spaghetti-westerns-. La oposición y sus medios afines lo ven como el mayor mal que ha sufrido España. Y sus socios de Gobierno… esos no opinan, tan sólo se dedican a ponerle palos en las ruedas y hacer fiestas de lesbianas con penes femeninos, aunque en el fondo le tienen envidia y tirria porque creen que está ocupando el lugar que la Historia le debe a elles.
Hay que contextualizar lo anterior afirmando que todos, y cuando se dice todos es todos, están de acuerdo en lo básico del sistema político actual. Disminución del valor interno de los partidos políticos –centrados solamente en las camarillas de burócratas mamadores de los presupuestos- que se transforman en plataformas electorales del personaje de turno (el sistema de plataformas políticas hacia el que se camina); política de gestos que encajen en el espectáculo necesario para que los medios de comunicación ganen dinero –unos con suscriptores y visitas, otros solamente con visitas que generan publicidad y subvenciones-, en un mecanismo de retroalimentación que deja fuera cualquier aproximación a la verdad y a ciudadano; espectáculo gatopardista; y la alienación de las personas.
La palabra sin valor de un presidente
Que todo sea un espectáculo alienante donde se plantean dicotomías –algunas de las cuales conducen al odio visceral en muchos casos-, no empece para que en las cosas importantes, en las cosas que tienen que ver con valores, con la ética, con la palabra dada los dirigentes políticos sean perjuros constantes. Más grave es cuando quien obvia cualquier promesa hecha es el presidente del Gobierno y secretario general del partido más antiguo de España. No es incumplir una promesa electoral –como los 600.000 empleos de Juan Manuel Moreno Bonilla que han acabado con un aumento de 200.000 parados en Andalucía-, la cual depende de un contexto económico y social estable o propicio. Es incumplir una promesa personal incardinada en valores compartidos, al menos por aquellos que le han votado.
En esto Sánchez ha sido el maestro del olvido. El genio del pisoteo de la ética. El morritos de salvar su cara bonita antes que lo que une a las personas. Juró que jamás pactaría o negociaría con EH Bildu en decenas de ocasiones (mítines, entrevistas, etc.) y ayer mismo los ha colocado en la Comisión de Secretos Oficiales. Obviando, aunque no olvidando, que son los herederos de lo que supuso ETA, situar en ese tipo de comisión a aquellos que tienen como finalidad destruir la unidad del Estado, pasándose la soberanía nacional por la entrepierna, no es lógico. Ni ético. Si Sánchez hubiese estado callado aún cabría un mero reproche ético, pero es que no ha parado de decir que no lo haría. Su palabra papel mojado.
Plegarse a los secesionistas
Otros partidos con los que jamás iba a pactar, a los que incluso les puso rayas rojas en un Comité Federal y en todos los períodos electorales, son los partidos secesionistas catalanes. No pactaría nada y ha acabado ERC en la Comisión de Secretos Oficiales. Palabra en papel mojado como se ha comprobado con todos los acuerdos llevados a cabo, con unas tragaderas enormes, durante la legislatura. Lo paradójico es que al final un voto del diputado Casero del PP es el que permite tener una legislatura con presupuestos y no con el apoyo de los traidores catalanes.
Y sigue tragando con todo. Si hace falta manda a Félix Bolaños a Barcelona para desclasificar documentos secretos o lo que haga falta. Si hay que llenar las arcas de la Generalitat con 3.000 millones más, para que lo gasten en tonterías de secesionistas y no en Sanidad (destrozada), en Educación (destrozada) o Servicios Sociales (casi inexistentes), se hace. Porque no es un pacto ¿o sí? Seguramente esto también lo saben justificar, con numerosos insultos, por supuesto, los palmeros del “mejor presidente de la historia”.
Robles como moneda de cambio
Lo tragicómico de esa carencia de palabra no es la carencia de ética –los más antiguos sabían que carecía de ella antes de ganar las primeras primarias (en las segundas mucho más)-, no es que valga menos que una moneda de tres euros, es que acaba siendo una trituradora de personas, cuando menos, competentes y con sentido de Estado. En esta ocasión le va a tocar a Margarita Robles (una de las ministras más valoradas y respetadas) comerse el marrón, y quien sabe si entregar su cabeza en bandeja de plata, del inexistente caso del espionaje a los secesionistas catalanes.
Da igual que los seguimientos que hubo en el pasado fuesen individuales y bajo protección judicial (como ha dicho veladamente la ministra y El país), Sánchez y su troupe de asesores monclovitas dan validez a los secesionistas. La mentira del espionaje masivo, que no se sostenía desde el principio para cualquier persona avispada (que el artículo de opinión ha salido en The New Yorker: ¡¡¡una revista de ámbito muy literario!!!), la asumió el presidente con sus actos. Lo que ayer dijese en el Congreso es papel mojado porque a la vez estaba metiendo a los traidores a España en la Comisión más peliaguda y más de Estado.
Además sus socios, por llamarlos de alguna forma, de Gobierno le están pidiendo la cabeza de la ministra por no se sabe bien qué problema mental. Porque no es un problema político o ético como quiere vender Pablo Echenique (que intente hablar de ética este tipo es gracioso), sino de rabia por haber recibido una crítica muy lógica de la ministra de Defensa, en estos momento de conflicto bélico, y por haber callado la boca, según cuentan las malas lenguas monclovitas, a ÉL en las reuniones del Consejo de Ministros. ÉL tiene esa espina clavada y si le suman que han tocado a “una de sus chicas”, ningún macho alfa aguanta sin responder. Una estrategia, ya verán, que está conchabada con ERC y Bildu para hacer caer a Robles. ¿Se atreverá Sánchez? Si con ello salva su documental, no lo duden.
¿Quién trabaja en Moncloa?
Vale que quien está al mando carezca de palabra dada. Ya avisó José Antonio Gómez (director de Diario 16) de su poder destructor en El líder que marchitó a la Rosa, un libro anterior a las segundas primarias -¡cómo lo vería!-. Pero las personas que trabajan en Moncloa ¿no pueden decirle algo? Que hay 1.500 personas trabajando allí. Los funcionarios igual deben estar callados por prudencia, pero el resto de los chorrocientos asesores y asesoras algo podrían indicar. Rafael Simancas no va a decir nada porque solo sabe de cerrajería, Iván García tampoco porque estará con las llamadas eróticas, pero hay más personajes pululando.
La realidad es que Antonio Hernando y Óscar López, los recuperados, van a hacer bueno al camarlengo monclovita, Iván Redondo. No se sabe si están a ver qué rascan para “su jefe” José Blanco, o si no están capacitados para salir de las encerronas de la vida política. El marketing de nada sirve cuando hay que gobernar. La economía crece al 4,8% (Sánchez dixit) pero está media España enfadada por una inflación galopante. Si no entienden, y deberían saber todos un mínimo de Economía, que lo macro está muy bien pero es lo micro lo que afecta al personal, deberían dimitir y ponerse a trabajar –aquí habría que meter a Manuel de la Rocha Jr.-.
¿De verdad no hay nadie en Moncloa con valentía suficiente para decirle al emperador que va desnudo? Luego la culpa será de los medios, como dicen los palmeros de sus sanchidad, y los que provocan que los fascistas puedan llegar al poder. Es desconocido que Falange tenga ese apoyo. Pero si lo dicen por Vox, la realidad es mucho más sencilla, cuando se está a tonterías, faltando a la palabra y tragando con secesionistas, lo normal es que acabe la gente votando a partidos nacionalistas. Ultraliberales en lo económico, pero con pátina nacionalista. Si se está a los penes femeninos, lo normal es que aumenten los votos de quienes ven que eso supone un peligro, primero, para las mujeres. No culpen a los demás de las propias miserias.