Cada dos por tres surgen noticias de políticos y/o apegados al poder que han plagiado tesis –al fin y al cabo no dejan de ser comprar en ciertas instituciones educativas-; de personajes de la política que dan patadas al diccionario; o personas públicas que muestran graves carencias culturales por tratar de alardear. Tampoco el nivel de los columnistas en los medios de comunicación es mucho mejor. Miles de columnas escritas cada año con el único propósito de meterle el dedo en el ojo al contrario. También existen columnas de proyección de deseos o sublimaciones personales, aunque este tipo de columnas tienen más gracia.
Todólogos, doxósofos y aprovechados copan los medios con pocas salvedades. Sigue habiendo, si se rebuscan, buenos columnistas que saben de lo que hablan por experiencia personal y/o conocimientos, a veces ambas dos, pero no es lo habitual ya. Es más sencillo que se acabe llamando para escribir sobre el 23-F a Javier Cercas –porque ha escrito una ficción sobre el tema-; o a Sergio del Molino –como experto en la España periférica (léanlo sin sonrojarse)-, que a personas que han dedicado años y esfuerzos por conocer en profundidad el tema. Es el signo de los tiempos donde la banalidad lo abarca todo, incluso los espacios de autoridad intelectual.
Usurpadores
De estos espacios es de lo que se va a hablar hoy. Los demás espacios son perfectamente conocidos como no-lugares de conocimiento y sí de espectáculo. Desde hace tiempo han surgido centros de pensamiento (think tanks en inglés) adheridos a partidos políticos o instituciones sociales que pretenden superar la mediocridad de los medios de comunicación. Informes, ensayos o debates, con cierta tendencia como es obvio, pero que no hace mucho tiempo atrás producían textos y datos con una persona de prestigio –nada que ver con conocida- detrás de ellos.
Hoy ha sido invadida esta parcela del conocimiento por verdaderos indocumentados. Filósofes que no han terminado ni la carrera; matemáticas que hablan de historia de las ideas; libertarios disfrazados de conservadores; periodistas convertidos en teóricos políticos sin haber abierto un libro sobre la materia; etcétera. El problema no es usurpen un lugar anteriormente reservado a gentes con verdaderos conocimientos, sino que esa casta de la ideología dominante los pretenden vender como “verdaderos adalides del pensamiento”. Y no, no es así.
Cualquiera vale
Como muestra, le ha tocado, se siente, un artículo publicado ayer mismo en El debate sobre un informe-estudio de la Fundación Disenso que, como todo el mundo sabe, está vinculada a Vox. En este caso la autora, Alicia Delibes, una profesora de secundaria de matemáticas que se lanza a explicar cómo se ha llegado a la situación actual del pensamiento woke. Ya saben, relativismo, corrección política, etc. Una persona que jamás ha destacado en este tema y que ha realizado un informe-estudio-ensayo al que Bieito Rubido y la fundación conceden visos de autoridad a nivel académico. Con dos…
El título es llamativo cuando menos: “El derrumbe de occidente: adoctrinamiento escolar, censura de la libertad de expresión, imposición de la teoría de género…”. ¿Habla de eso el texto? A veces. Lo más curioso que son los saltos cronológicos que va dando. Una prueba: “Y es que, paralelamente al éxito de las ideas liberales, la izquierda resurgió dispuesta a armarse ideológicamente contra la hegemonía del «neoliberalismo». El esquema marxista no encajaba bien en una sociedad que crecía económicamente y donde la lucha obrera no tenía ya mucho sentido. Entonces estalló la crisis financiera. Qué fácil resultó echar la culpa de la pobreza y del desempleo al libre comercio, a los bancos y, en general, al modelo capitalista”. En 2008 quedaban 6 marxistas en el mundo, más o menos.
La Nueva Izquierda vale para todo
Siguiendo a Scruton se apropia del término Nueva Izquierda y lo extiende hasta nuestros días como el marco de revisión del marxismo. Lo que en la academia se califica de Postmarxismo. Algo que sabe cualquiera. Tampoco queda claro que los citados “Althusser, Foucault, Derrida o Deleuze” fuesen revisionistas del marxismo. El primero tal vez, los otros es complicado que revisasen algo de Marx. La autora, en sus tiempos jóvenes, fue mau mau así que le sonará que estuvieron esos autores más cerca de la revolución cultural china que del teoricismo académico de Althusser. Pero si lo dice Scruton será verdad…
Y ese es el problema que lo que dice Scruton es una estupidez analítica. Cuando publicó su libro Pensadores de la Nueva Izquierda (editado en España por Rialp) en 1985 (posteriormente lo modificó y editó en 2015) causó escándalo no porque dijese que Foucault y Deleuze eran espesos y ariscos al escribir, que lo eran y siguen siendo, sino porque sus apreciaciones mostraban que había leído poco a los autores. Así es normal que la autora del artículo cometa el sinsentido de seguir poniendo a Louis Althusser como “guía intelectual” de mayo del 68. Un acontecimiento sobre el que el pensador francés tuvo siempre sus dudas y sus críticas. Cierto que muchos de sus alumnos eran maoístas –lo que no es culpa de él-, pero fue mucho más influyente en esas gentes Guy Debord.
Althusser, el malvado
Scruton puede poner a Althusser como revisionista y dentro de la Nueva Izquierda, igual porque sólo leyó las quejas de John Lewis y de los marxistas británicos, los cuales le tenían rabia porque esa New Left que estaban trabajando ellos desde hace años (al menos desde 1955) encontraba un contraste en el continente. Althusser siempre se mantuvo firme en la defensa del marxismo como un materialismo (del acontecimiento en sus años finales) y lo único que incorporó fueron los aparatos ideológicos del Estado y la sobrerreproducción. ¿Es esto neolengua como dice Scruton y continua la autora? Pues no.
Esto lo sabría alguien que hubiese leído a Althusser cuando se peleaba con el secretario general del PCF, George Marchais, por desviarse hacia las posiciones postmodernas. Hay un libro en español para quien se quiera informar (Lo que no puede durar en el PCF, Siglo XXI). Si alguien pretende hablar de un autor en un trabajo riguroso, cuando menos tendría que leerlo. Y parece que no. Quien esto escribe sí se ha leído a Scruton y a Althusser y puede escribir lo que escribe.
Los postmodernos
Una vez queda claro que Althusser nada tiene que ver con los iniciadores del postmodernismo (salvo la amistad que tenía con algunos), es cierto que “Jean-François Lyotard, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Jacques Derrida”, a los que habría que añadir a Felix Guattari, han sido unos vendehúmos y padres de todo ese movimiento del de los estudios de los ofendiditos, culturales y de la deconstrucción. Cabe decir que el Foucault al que cabe referirse no es el de Las palabras y las cosas (Siglo XXI y Clave Intelectual), ni el método de la genealogía, sino al posterior de los oprimidos en cárceles y al influyente autor que es tomado por el neoliberalismo. ¡Cómo! ¿Foucault neoliberal?
¿No lo sabía la autora? Pues existe un libro que fue publicado hace poco más de un año donde se explica perfectamente cómo el autor francés influyó y mucho en el neoliberalismo. Editado por Daniel Zamora y Michael C. Behrent podrían leer Foucault y el neoliberalismo (Amorrotu). Y si no se lo creen mucho, siempre les quedará François Bousquet y su El puto san Foucault (Ediciones Insólitas). Ni se citan, ni se han leído. Pero claro como el neoliberalismo es un invento y lo que existe realmente, eso dice la autora, es el liberalismo, pues no se ha detenido a leer y dotar de contenido el informe.
¿Qué liberalismo? El de Friedrich Hayek. ¿Por qué? Por un detalle bien sencillo, el autor austríaco fue uno de los primeros en criticar la Justicia Social en los mismo términos que la autora en el texto, como corrupción moral. Lo que escama es no cita al autor y establece que hablar de Justicia Social es algo del postmodernismo, cuando es bastante más antiguo el concepto. Por cierto, Scruton hace una crítica muy contundente del neoliberalismo en su texto Conservadurismo (El Buey Mudo), desde la página 160 en adelante, por si no ha leído el texto.
La ideología de género, los postcoloniales…
Llegamos al final del estudio-informe, tras pasar por el escándalo Sokal (que dejó por los suelos a todos estos fantoches de la deconstrucción), donde ya se centra en lo que le interesa (aunque le ha dedicado poco espacio): el wokismo. Los estudios de género son bastante más antiguos que el movimiento woke, pero habrá que disculpar una vez más esta imprecisión. La ideología de género ha sido criticada bastante más por la izquierda racional, esa que sigue bebiendo de lo crítico del marxismo (¡Anda como Alasdair McIntyre! El filósofo católico, en Marxismo y cristianismo, editado por Nuevo Inicio), y el feminismo que por los neoliberales… hasta ahora que necesitan material.
La perversión postmoderna ha tenido sus más duros críticos en numerosos intelectuales que han acabado siendo catalogados de reaccionarios como Regis Debray o Alain Badiou (este último calificado de postmoderno por Scruton, para que vean que estaba el conservador un poco equivocado). Sin embargo, el muy postmoderno y pre-woke Bernard-Henri Levy (uno de esos nuevo filósofos que la derecha acogió con entusiasmo en los 1970s) sigue siendo adorado por los liberales. Para conocer esto hay que estudiar todo los aspectos de una propuesta.
Hablar por hablar
No vale con afirmar, junto a Scruton (que parece que es el único libro que ha leído esta señora), que no hay que utilizar su lenguaje para quitar la hegemonía cultural, hay que analizar si todo este postmodernismo es o no producto del liberalismo. Criticar a Deleuze y Guattari (El antiEdipo es básicamente infumable de leer –pese a haberlo terminado de leer no se recomienda salvo obligación-) por escribir hacia dentro es una cosa, negar que el capitalismo en una máquina de generación de deseos (algo que ha utilizado un teólogo para criticar el capitalismo Daniel Bell Jr., La economía del deseo, Nuevo Inicio) es otra.
Al final del camino muchos conservadores, de distintas ramas, están viendo como todo lo que la autora critica en el texto es producto no sólo del postmodernismo teórico sino de la propia estructura del sistema capitalista y su ideología dominante, el neoliberalismo. De hecho, como dice el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, lo posmo y el liberalismo son las dos caras de la misma moneda (en el prólogo al libro de Guillermo Rovirosa El primer santo: Dimas el ladrón. La virtud de escuchar, Nuevo Inicio). Foucault y Hayek se abrazan más de lo que se piensa. Pero para saber de ello hay que leer más, no cuatro libros. O ser una persona profesional del tema. Y así todos los días leyendo cosas aberrantes. Y sí, algunas personas se están empezando a cansar con tanto indocumentado.