En un país democrático la labor de la oposición es fundamental como elemento de control al gobierno de turno. Los partidos oponentes tienen la obligación de encontrar los errores que el ejecutivo pueda cometer o la implantación de medidas injustas que vayan en contra de los intereses de pueblo.
Sin embargo, cuando la oposición, que puede estar formada por uno o varios partidos, confunde los intereses de la ciudadanía con los suyos propios, entonces esa democracia tiene un problema porque lo que es legítimo se convierte en una rémora para el desarrollo de las sociedades.
Además, si a eso se suma la utilización de «juego sucio» a través de sistemas de propaganda sostenidos por determinados medios de comunicación y, sobre todo, por medio de campañas perfectamente orquestadas en redes sociales la oposición se convierte en terriblemente humana, injusta y como consecuencia en corrupta y espuria. La corrupción contra el derecho a una información veraz es la peor de las corrupciones.
Desde hace décadas vengo escribiendo, publicando, enseñando en foros, conferencias y Universidades que la peor de las corrupciones que puede haber en democracia es la de los medios de comunicación, dado que lo que se pone en venta es la propia libertad. Sin embargo, el desarrollo de las nuevas tecnologías ha creado otra corrupción aún más dañina que es la impunidad de las redes sociales.
Las diferentes plataformas se han convertido en un nido de bulos y noticias falsas de las que luego muchos medios de comunicación se hacen eco, ¿una nueva técnica de comunicar a la ciudadanía que no acepta a las redes sociales como medio de comunicación libre e independiente?, tal vez habría que investigar legal y profesionalmente desde la sociología aplicada este posible fenómeno, y de ser así conducirlo a través de una aplicación legal bajo la ley civil y penal, por más que a simple vista se trata de contenidos manipulados que sólo tienen la intención de ofrecer a la ciudadanía una realidad falsa que se viraliza y, a partir de ahí, se entra en la dinámica en la que la verdad ha perdido la batalla, y la verdad jamás en ningún sistema de convivencia, menos aun en democracia, puede verse distorsionada ya que esta representa y es sin duda para el uso de la libertad de ciudadanos y ciudadanas, para el pueblo libre en general la adaptación entre el entendimiento y la realidad
Las redes sociales o las diferentes plataformas de streaming, además, se han convertido en un arma política clave, sobre todo si se quiere hacer una oposición absolutamente falta de ética, de dignidad humana y carente de los valores que se espera de la labor de oposición democrática.
Con estas nuevas herramientas se puede manipular al pueblo de manera muy fácil y sin ninguna responsabilidad. No hace falta dar la cara, sólo crear un perfil falso y lanzar el mensaje con un hashtag atractivo. No se desarrolla la información, sólo 300 caracteres acompañados de imágenes o vídeos con un contenido muy bien elegido. A diferencia de los medios de comunicación, en las redes no hay una cabecera ni una empresa editorial que asume las consecuencias legales de una información o un análisis falso. Las social media no hace necesaria una labor de contraste y de análisis de documentos como sí se hace en los medios. Las redes pueden publicar y difundir información sacada de contexto o con una antigüedad que la desfigura en los tiempos. El problema está en que la oposición utiliza estos contenidos dándoles apariencia de veracidad para desgastar al gobierno.
Sin embargo, la ciudadanía cada vez consume más los contenidos en redes y menos de los medios de comunicación libres e independientes. Es más fácil y eso lo saben quienes utilizan lo publicado con estas herramientas como una parte de su estrategia política, craso error del político ético que cambia estas herramientas por la ideología, por las ideas, el pensamiento, la estrategia social y política reflexiva y los programas de gobierno haciendo huso de esos magos, gurús o trileros con corbata que utilizan más el marketing que el debate y la verdad.
Este fenómeno se está dando en casi todos los países del mundo. Lo estamos viendo en cómo los movimientos «pro Trump» siguen difundiendo contenidos para hacer creer a los estadounidenses que existió un fraude electoral en 2020, algo que ya está demostrado que no fue así. Sin embargo, millones de personas lo siguen creyendo gracias a lo que difunden las redes sociales, las plataformas de streaming o de podcast.
República Dominicana no es ajena a este fenómeno y la falta de ética y de escrúpulos de una oposición formada por partidos que creen que el poder les pertenece por la gracia de Dios está llevando a una situación límite de desinformación.
Tanto para el PLD como para Leonel Fernández el único objetivo es recuperar la Presidencia sea como sea y por el método que fuera, aunque para ello necesiten una red de desinformación, bulos y noticias falsas que traslade a la ciudadanía una realidad que no se corresponde con lo que de verdad está sucediendo en la República Dominicana bajo la presidencia de Luis Abinader.
Cuando se recurre a tácticas faltas de ética y de dignidad democrática como única estrategia política para hacer oposición es que, en primer lugar, el único objetivo que tienen tanto el PLD como Leonel Fernández es derribar a Luis Abinader del modo que sea, aunque sea con la mentira por bandera. En segundo término, si sólo tienen ese sistema para contraponer a la gestión del presidente dominicano y a su nuevo modo de gobernar, entonces la oposición está avalando y alabando al presidente Abinader.
Finalmente, parece mentira que Leonel recurra a estas tácticas cuando sabe lo que es gobernar, pero, tal vez, lo que no aprendió en sus 12 años en la Presidencia, es a ser humana y democráticamente merecedor del cargo que ocupó. El pueblo dominicano desde su sabiduría popular lo sabe y no esta dispuesto a olvidar como lo hace quien aún sigue utilizando la técnica del entetanimiento.