Una de las características principales de los líderes políticos de corte trumpista es el de presentarse como salvador de la patria, como el elegido por la providencia para convertir el país en cuestión en una especie de paraíso donde desaparecerán los problemas. En Europa hay varios ejemplos: Marine Le Pen, Isabel Díaz Ayuso, Santiago Abascal o Thierry Baudet. En algunos casos, como en Italia, han logrado llegar al poder con Giorgia Meloni, en coalición con Matteo Salvini y Silvio Berlusconi. En Estados Unidos, ese populismo alcanzó la Presidencia con Donald Trump bajo el lema «América, lo primero».
Ahora, ese fenómeno ha llegado a República Dominicana con nombres y apellidos: Leonel Fernández. El expresidente, en su labor de torpedeo (que no de oposición) al gobierno de Luis Abinader, ya se presenta ante la ciudadanía como el hombre que sabe todo lo que pasa en cada hogar y que les va a dar soluciones individualizadas a todos y cada uno de ellos.
Para ello, antepone su experiencia en la Presidencia durante 12 años, más de una década caracterizada por el desgobierno, la corrupción y el asalto a los poderes fundamentales del estado de derecho.
En una entrevista reciente, Leonel Fernández afirmó que «el gobierno [de Luis Abinader] ha invertido 500 mil millones de pesos, ha aumentado la deuda en los últimos 17 meses en 23 MM de dólares y no tiene una sola obra importante que exhibir en ningún lugar del país, por tanto yo diría que es un fracaso».
Si hablamos de las grandes obras que realizó en República Dominicana la constructora brasileña Odebrecht durante los gobiernos de Leonel, entonces hay que darle la razón, es un experto en infraestructuras.
Odebrecht pagó 92 millones de dólares en sobornos en la República Dominicana de Leonel Fernández, dinero que fue incrementado, además, con sobrecostes por obras adicionales o modificaciones de ingeniería y que no fueron adjudicados a través de concursos públicos, además de que esas concesiones se mantuvieron por medio de cambios en los contratos.
Las mayores adjudicaciones a Obebrecht se realizaron durante las dos últimas presidencias de Leonel Fernández. Durante ese periodo se asignaron a la constructora brasileña 14 obras por un valor de más de 2.000 millones de dólares. De este modo, Odebrecht se convirtió en la principal contratista de la República Dominicana. Finalmente, todas estas obras terminaron costando más de 3.200 millones de dólares, superando en nueve casos el umbral del 25% permitido por la ley dominicana. Destaca, por ejemplo, la construcción de la Autopista del Coral y Circunvalación La Romana que tuvo un sobrecoste de un 148% respecto a lo presupuestado.
Tal era el nivel de corrupción en aquella época, que en uno de los más importantes restaurantes, el ex ministro de Obras Públicas de Leonel, Víctor Díaz Rúa, dijo que él era más rico que las más importantes familias dominicanas, familias que han logrado su riqueza a través del trabajo y de la buena gestión empresarial.
Por otro lado, el populismo suele traer aparejados episodios de amnesia grave. En la misma entrevista, Leonel afirmó que «este año 2022 ha sido un año luctuoso para la vida nacional. Yo diría que la raíz del problema de seguridad está en el narcotráfico, el tráfico ilícito de drogas es como la matriz de los delitos conexos que se derivan con respecto a este tema».
Durante sus gobiernos no se desarrolló ninguna política efectiva para luchar contra la delincuencia y el narcotráfico. Mientras en la actualidad, las agencias antidroga de Estados Unidos han felicitado la labor que realiza el gobierno de Luis Abinader, durante los años de mandato de Leonel Fernández, la DEA lanzaba la alarma de que el 10% de la droga que llegaba a Estados Unidos pasaba por República Dominicana. En aquellos años, desde el Palacio Nacional, Leonel ya era un populista al uso y lanzaba discursos pomposos en los que prometía una «guerra frontal» frontal contra el narcotráfico. Sin embargo, el pueblo dominicano no sabe si esa guerra se perdió o si lo que provocó la soflama de Leonel fue que aumentaran los puntos de venta de drogas.
El actual líder de Fuerza del Pueblo basa su estrategia en el trumpismo más puro. Sólo se refiere a la política nacional, es decir, cerrar República Dominicana en un escenario de globalidad e interconexión absoluta en un país que depende en gran medida del exterior, en el que su economía se sustenta sobre los ingresos del turismo y las remesas de la diáspora.
Además, se está convirtiendo en un grave peligro para la democracia dominicana porque ya se presenta como «un elegido», como el hombre que va a liberar de problemas a todos y cada uno de los hombres y mujeres que habitan en el país (se olvida de la diáspora, como hizo durante sus años de gobierno). Ese mesianismo es el primer paso hacia el autoritarismo.