En vista de que lo del caso Negreira, de momento, no avanza, pese a que su florentineza va penando por las esquinas cual mártir de segunda regional (todo el mundo conoce que en el Calvario era el ladrón no arrepentido); que con la clase política actual la mierda se extiende hacia tantas partes que si se escribe sobre ello se acaba manchado; nada mejor que mirar hacia el Vaticano. Si hay algo jugoso, y poco explorado por los escritores de novela negra, es lo que sucede en la curia romana. Más si cabe cuando se está ante un posible cisma en occidente. Nuevamente en Alemania.
El cisma que se presenta a la Iglesia católica (y que los anticlericales, que no es lo mismo que laicistas, están celebrando) nada tiene que ver con el tradicionalismo reaccionario de Lefebvre, ni con la cara dura de los del Palmar de Troya, esto recuerda mucho más a las noventaicinco tesis de Lutero clavadas en la iglesia de Wittenberg. Ante ello el papa Francisco está a sus cosas populistas y demagógicas; a su Iglesia de los pobres, alternativa a la Iglesia de liberación de los anticuados marxistas; a la Iglesia de campaña; y a participar en Disney plas (o +) con los jovenzuelos más granados de todas las diversidades woke. O lo que es lo mismo, centrado en lo minoritario, dejando de lado a lo “normal”. Pareciera que en China no hubiese pobres, ni en España, ni en Italia (está dejando perecer el Hospital del padre Pío (que siempre se ha preocupado por los menos favorecidos)…
Nadie se enfada, dentro de la Iglesia católica, por esa misericordia y caridad hacia el mundo explotado y esclavizado por las potencias, pero tampoco se entiende que acabe todo como la “casa de tócame Roque” por no atender cuestiones que tienen que ver con la doctrina y el evangelio. El cisma alemán parecerá como una adaptación eclesial a los tiempos que corren para aquellos que son incrédulos o poco eclesiásticos, pero para la gran mayoría de católicos es algo que no se comprende. Que haya un Marx de por medio ya debería haber servido de aviso, pero es que la mayoría de obispos alemanes están de acuerdo con la deriva woke y anticatólica que está tomando el invento del Sínodo de la sinodalidad.
Hace unos días se expusieron las conclusiones del Sínodo alemán donde se pretende que los sacramentos sean realizados por los laicos; que hombres y mujeres prediquen durante la misa; que los trans sean ordenados; y que se bendigan las uniones civiles entre personas del mismo sexo (qué manía decir uniones homosexuales ocultando a las mujeres lesbianas). El remate lo ha dado el obispo Franz-Josef Bode (de Osnabrück y vicepresidente de la Conferencia Episcopal) animando a, como recoge Infovaticana, “todas las parejas de nuestra diócesis que no pueden o quieren casarse por la iglesia, pero que aún quieren que su relación sea bendecida por la iglesia, a contactarnos […] Las parejas homosexuales o las parejas que se han vuelto a casar y se han divorciado pueden comunicarse con los trabajadores pastorales locales”.
A más, a más, el obispo de Limburgo y jefe de la Conferencia Episcopal, Georg Bätzing, se ha declarado en rebeldía contra Roma, afirmando que harán lo que les salga del rosario. A ello se suman protestas de curas diocesanos que se niegan a aceptar lo que dicen sus obispos y que no encuentran el abrazo romano. Todo un panorama (desolador) que amenaza cisma mientras el heredero de la silla de Pedro está haciendo lo woke en la cadena más ideológica y globalista que existe en el mundo, Disney.
A cualquier persona laica le puede parecer todo perfecto. Al fin y al cabo es ir con el correr de los tiempos. Algunos teólogos incluso llegan a afirmar que esto no es más que seguir el espíritu del Concilio Vaticano II (otros les dan la razón pero en lo negativo). La realidad es que la mayoría de católicos está estupefacta ante lo que ocurre. No tiene nada que ver como homofobia o lesbofobia, sino con una tradición de siglos mandatada por el propio Jesucristo. Paradójicamente, nadie se queja, de igual forma, ni pide a otras religiones que hagan lo mismo, se les acepta en su diversidad y el hijab es tomado como algo empoderante.
La realidad, se sea o no católico, es que en Occidente lo que existe es más un anticatolicismo que ha penetrado hasta los tuétanos de la propia Iglesia. Lo peor es que ha sido con el consentimiento del papado romano (que quiere eliminar cualquier vestigio de la misa tradicional) y con el aplauso del mundo woke y demás aliados de Soros. Ya destruyeron la izquierda europea (no queda nada que pueda ser reclamado como socialdemocracia, como mínimo), el pilar materialista, y ahora van a por la Iglesia católica, el pilar espiritual. Muchos de los que aplauden y se sonríen, esencialmente desde la izquierda, no son capaces de advertir que todo es parte de un mismo programa de colectivización mental y corporal de Occidente. Paradójicamente, hoy, la izquierda materialista y los católicos comparten más de lo que se podía prever. Ni Juan Pablo II, aunque algo sí Benedicto XVI, algún cardenal como Angelo Scola o algún obispo como el emérito de Granada, podrían prever acabar siendo casi aliados de los marxistas (verdaderos, no el cupletismo populista y diverso). Así están las cosas…