Monseñor Carlos Osoro debería iniciar el proceso de beatificación de Florentino Pérez antes de que le jubilen. No sabe este hombre los milagros que ha conseguido El padrino del fútbol y la construcción. Por no hablar de la multiplicación de los peces y los panes de los hospitales sin enfermos o las carreteras sin coches, ha logrado que los jugadores de su equipo de fútbol (ese que se ha quedado sin pagar un euro) y los tertulianos que lo rodean desprendan santidad en todas sus acciones. Una Gracia inimaginable y que podría abrir un nuevo camino.
Ahí tienen el ejemplo de Vinicius. Un luchador contra las lacras del mundo. A veces, no le entienden y cuando llama hijo de puta a un árbitro es para reconducirlo. Lo mismo cuando agrede a un jugador del Mallorca por la espalda, insulta a otro de cualquier equipo o se lanza contra la afición rival menospreciándola. Está evangelizando en el madridismo aunque los demás no lo entiendan.
Rodrygo ha tomado el mismo camino que su compatriota y en el último partido contra el Cádiz agredió a un jugador gaditano, con un codazo en el pecho para situarle en la senda. ¿No hizo caer el Señor a Saulo del caballo camino de Damasco (En realidad no se sabe si lo hizo caer, pero no estropeen el relato)? Pues lo mismo salvo que con el codo. Por eso ni el árbitro (Gil Manzano, hijo del camino florentino), ni el VAR entendieron que eso fuera una agresión (eso sólo lo hacen los jugadores del Atleti, ese equipo demoníaco). Era una fórmula evangelizadora.
Como lo son los desmayos de Rüdiger o Ceballos. Ante el toque con un contrario se arrodillan y gesticulan como si el diablo los poseyera para hacer ver que el mal está ahí afuera. Afuera del paraíso cérvido. Del paraíso del ser superior. Del paraíso en la Tierra que es todo lo que toca y controla Su Florentineza. La fe de los demonios de Fabrice Hadjadj (Nuevo Inicio) es un cuento para niños en comparación con la Obra que está levantando el amigo de la Preysler.
¡Qué decir de los tertulianos, párrocos de las ondas y escribanos de las MarcAs! Verdaderos apóstoles del bien blanco. Incluso agradecen a los demás que equipos que participen de los “entrenamientos” (preparativos para la odisea que es la Champions) del equipo del Mundo. Su intento de catolicismo (en su sentido etimológico) es incomparable. Si para ello hay que despreciar al hereje, mentir con los nuevos adeptos (Mbappé es como el hijo pródigo que nunca llega) y convertir a los agresores en mártires de la causa es por un bien mayor.
¡Beato súbito!