¿Qué le pasa a la prensa deportiva de este país?, cabe preguntarse por la constante crítica maligna dirigida contra el Atlético de Madrid. ¿Cuándo la prensa del equipo rojiblanco ha estado pendiente de otros equipos para intentar reírse de ellos o criticar los fichajes, las presentaciones, el dinero que tienen o el entrenador que les gusta? Nunca. Bastante han tenido todos esos plumillas y reporteros en intentar dar información del propio club sin vetos o sin malas caras. Que las ha habido y las habrá. Sin embargo, desde otros lares sí que se ataca al Atleti.
La prensa guipuzcoana fue la primera que comenzó a atizar al equipo rojiblanco cuando, allá por las idus junii, se hablaba de la posibilidad de que el equipo madrileño fichase a Robin Le Normand. ¿Un aviso de la madrileñofobia desatada este verano? Quizás. El caso es que llegaron a calificar de equipo mediocre, pequeño y sin futuro al Atleti los periodistas de la Real (monárquica y borbónica, por tanto). Se inventaron otras historias también respecto a Mikel Merino, pero tampoco hace falta insistir en ello… hoy no tienen a ninguno de los jugadores que preferían un equipo grande.
Como el fichaje era un central hispano-francés el resto de la prensa miraba para otro lado. El lío con el fichaje de Dovbyk, por no querer pagar más comisiones de las acordadas al agente del jugador y que estaba la Roma detrás intentándolo torpedear desde el principio, le produjo mucho risa a cierto sector de la prensa porque se veía que estaban tiesos en el equipo del Metropolitano. Ellos y ellas estaban presentando a la tortuga (cuyo coste para La Liga es de 130 millones) y el cambio a Alex Sørloth era como baja de nivel (pese a haber marcado más goles que otros, guiño, guiño). Aunque ya comenzaban a estar con la mosca tras la oreja pues desde el Canal de Uría se había advertido de que este año habría un gasto mayor que otros años.
En cuanto se supo que se iban a hacer las operaciones de Julián Álvarez y Conor Gallagher, lo que suponía traerse a dos jugadores de la Premier, ambos internacionales (campeón de Copa América uno y subcampeón de Europa el otro), comenzaron a empalidecer. Tras haber logrado cargarse el programa el Golazo de Gol, pensaban que tenían los medios controlados pero, ante fichajes de ese relumbrón y calidad, teniendo al Barça hundido económicamente y con un Laporta más mentiroso que nunca, normal que las miradas virasen hacia Hortaleza. Y ahí es cuando surgió la policía de los fichajes a nivel estatal… vamos que el nacionalmadridismo sacó las garrillas.
Resultaba muy divertido en aquellos días ver a los periodistas de guardia señalar que era imposible que el Atlético de Madrid cerrase ambas operaciones. Julio Pulido gritaba (hecho real) en radio y televisión que no era posible que el equipo rojiblanco tuviese el dinero para eso. Era imposible de todas, todas. Le secundaban otros en COPE y SER. Pedro Morata, que se lleva bien con Gil Marín pero debe comer todos los días, afirmaba que el problema más que de dinero era de capacidad de inscripción por el Fair Play Financiero. Al día siguiente se contaba en estas mismas páginas y en Canal Uría que no existía ese problema financiero porque así lo afirmaban en La Liga. Álvarez fue inscrito sin problemas.
La operación de intercambio Samu-Gallagher se cayó por culpa de Jorge Mendes pero desde la radio y la televisión ya había risas y cachondeo. En el ínterin no se actuó muy bien con el Valencia y Javi Guerra, aunque estaban avisados de que su operación estaba ligada a la respuesta del británico. Las críticas valencianistas, mucho más duras con Peter Lim, fueron justas, pero otros aprovecharon para insistir en la falta de dinero y de proyecto. No pensaron que Mendes necesita llevarse bien con los clubes porque sin grandes estrellas a las que representar el negocio se le puede caer. Así que coló al senderista portugués, el cara vinagre de Viseu, en la operación Chelsea-Atleti y se solventó, no sin espera, el fichaje de Gallagher y la salida del portugués para siempre. Un problema menos y más FPF. Pero ya no puede ser el equipo del pueblo.
La policía de los fichajes, como ustedes habrán leído y escuchado, se dedicó esos días, pues su equipo había empatado en el comienzo de liga y hay que taparlo, a analizar lo ruinoso o no de la operación del portugués. Como sospecharán ha sido la más ruinosa de la historia —olvidando por el camino los 155 millones de Hazard o los 70 de Jovic, por ejemplo—. No contentos con eso, porque deben tener algo dentro que les lanza a ser la niña en el bautizo, la novia en la comunión y el muerto en el entierro, ahora debía recuperar a la policía de las celebraciones. Que son los mismos que las otras policías.
El Atlético de Madrid, como el Barça con el Gamper o el Valencia con el Trofeo Naranja, decidió recuperar parcialmente la presentación de los nuevos fichajes de sus equipos masculino y femenino (¿conocen algún fichaje del Tacón?). Parece que les ha sentado mal. Tienen la suerte de que para esto han recuperado a los Teleñecos de la noche y claro había que negar la cantidad de aficionados que había en el estadio, criticar los cánticos (cada cual en su casa canta lo que le sale de…), afear los fichajes o quejarse de cualquier cosa estúpida como que la placa del senderista estuviese llena de botes de cerveza. Del ruido de la lata de Castellana no hablan ¿no?
Florentino Pérez ha conseguido que el nacionalmadridismo sea la ideología dominante en la prensa deportiva. Si lo aceptan sus accionistas, sus editores y redactores es algo que no incumbe a los demás. Si son panfletos de cierto equipo es una decisión editorial que no incumbe a quien esto escribe. Ahora bien, lo de hostigar a otros equipos porque les han quitado un cuarto de portada o les opacan el fichaje del año, no. Y esa negativa es porque lo están haciendo con mentiras, falsificando los datos o sin hacer periodismo —decía uno que había llamado al Atleti, siendo redactor jefe del equipo blanco, y le habían contado que no tenían dinero, lo que es mentira, confirmado por quien escribe—. Pueden vender lo que quieran, alimentar la ideología nacionalmadridista, inflar las supuestas gestas pero “¡Que me suelte el brazo!”. No el mío sino el del Atleti.