La ola de conservadurismo en Europa es más clara que nunca. Allí donde se celebran elecciones los partidos que defienden posiciones conservadoras, alejadas del neoliberalismo y el populismo, tienden a ser las más estables y las que acumulan sorpresas electorales. Algunos desde posiciones más identitarias, normal vista la ideología que destila la clase dominante, otros desde posiciones más tradicionales, de recuperación de aquello que se nos dijo que era malo per se. Hay conservadores de derechas —por utilizar una adjudicación que cada vez tiene menos valor cualitativo— y los hay, y aquí está la sorpresa, de izquierdas.

En España, pese a lo que nos cuentan los medios de manipulación al servicio de la clase dominante, hay círculos —es mucho más clásico hablar de “círculos” pues son grupos organizados y masificados— conservadores con distintos matices que parten de una misma identificación del problema actual. Sí divergen, aunque no tanto como se pueda pensar a priori, en las formas de salida del sistema actual, empero caminan por sendas similares. Algo así como la Comunidad del Anillo donde todos distintos acaban comprendiendo que es tarea de todos encontrar la solución para poder vivir según como cada cual crea más conveniente. Y como demostró J.R.R. Tolkien en es Comunidad existen personajes que, en realidad, sucumben al poder del mal.

Este artículo es una pequeña pincelada de esos círculos conservadores que, día a día, van sumando nuevos adeptos entre la población. Sin duda la más ilustrada pero también fueron pocos los elegidos por Jesús y andando el camino se logró crear o influir sobre toda una civilización. ¿Llegará un san Pedro que los una a todos en la misión común? También es corto porque, debido a la expansión digital, las personas cada vez menos son capaces de leer textos largos y prolijos en datos y detalles. Se impone el artículo flash, de no más de 1.500 palabras, y no el elaborado, aunque breve, artículo de análisis y/u opinión que se desarrollaba no hace tanto tiempo.

Puros, lo que se dice círculos conservadores puros, no existen. La ideología dominante todo lo quiere cubrir con su oscuridad y cualquiera no es ajeno a esta acción del mal. Dentro de un mismo círculo puede haber conservadores más estéticos y otros más chestertonianos, más tendentes a lo reaccionario (que sería otra visión del mundo) o más tendentes a lo tradicional. Los liberal-conservadores no son catalogados aquí porque son como el lobo vestido de oveja. No recuerdo en este momento si fue Roger Scruton o fue Alasdair MacIntyre quien dijo que el conservador no es ajeno al sistema capitalista, a muchos de los postulados liberales e, incluso, socialdemócratas, pero no es nada de eso en sí. Se conserva lo bueno que la vida social ha generado pero eso no quiere decir que se esté de acuerdo con ese o aquel sistema.

El liberalismo, que es la ideología dominante actual, tiene dos caras, como decía monseñor Francisco Javier Martínez, una progre o woke y otra plenamente liberal y en el juego entre ambas caras de la misma moneda se juega el futuro de la humanidad. El conservador se rebela ante este sobeteo de la misma moneda. Pese a que tenga en ambas caras la faz del César, ha llegado el momento de afirmar que el engaño de los fariseos es obvio, que no existen dos formas plenamente distintas de gestionar lo sociopolítico. En parte por esto está surgiendo el círculo conservador de izquierdas. Mientras una cara destruye lo moral, lo cultural, lo tradicional, la otra cara se dedica a “conservar” esas conquistas o a venderlas de otra forma pero con las mismas intenciones, cambiar la antropología del ser, mientras el sistema funciona a pleno rendimiento.

El primer círculo conservador es el formado por todas esas personas y pensadores que son, en parte, discípulos de Higinio Marín y Miguel D’Ors (sin olvidar al padre Álvaro) y que sobrevuelan la Universidad de Navarra y el CEU, escriben de vez en cuando en El debate de la Asociación Católica de Propagandistas, dirigen la Revista Centinela, o se reúnen en Casamata. Se puede inscribir aquí a Enrique García-Máiquez (con su hidalguía bajo el brazo), a Julio Llorente y sus monóculos editoriales, Mariona Gumpert, José María Sánchez Galera o Carlos Marín Blázquez, por citar a unos pocos. Hay más, unos cuantos más, y conforman el círculo más homogéneo dentro de la poca homogeneidad del conservadurismo español. Verán que se lanzan halagos los unos a los otros, más allá de la sinceridad, se entiende porque en estos tiempos de redes sociales no queda otra que apoyarse y no pelearse por nimias diferencias.

Dirán ustedes, con toda la razón del mundo, que la mayoría son católicos, algo evidente porque el conservadurismo español está informado por el catolicismo, se profese o no esa fe. De hecho el incipiente círculo conservador, casi tradicionalista, español, para regocijo de Yesurún Moreno, está fuertemente influenciado por el catolicismo pese a que existen ateos entre sus filas. Utilizan el marxismo como uno de los instrumentos de análisis pero en lo tocante a lo moral y ético no distan mucho de los conservadores. En lo social tampoco hay grandes diferencias, tal vez les separe que unos, los red tories creen que el Estado debe seguir siendo un elemento de acción social, siguiendo los pasos de la solidaridad y la Doctrina Social de la Iglesia, mientras que los conservadores más puros ven al Estado como ese Minotauro devorador del que hablase Bertrand de Jouvenel.

Luego existe un grupo menos homogéneo, que en muchas ocasiones colabora con los otros dos círculos, pero que sigue la línea de pensamiento conservador con sus propios matices. Aquí se encuentran algunos pensadores del Camino Neocatecumenal, de Comunión y Liberación, caminantes del desierto social y político. Disfrutan igual con G.K. Chesterton que con John Henry Newman. Tienen más querencias liberales, sin llegar a ser preocupantes en su entrega a los postulados desintegradores, y suelen estar muy preocupados por el nihilismo. Habría que incluir aquí, y que me perdonen por ello, a David Cerdá o Feli Merino.

Y, por último, existe un círculo de falsos conservadores. Tanto a derechas como izquierdas los hijos putativos de Gustavo Bueno corretean a sus anchas por el campo de las ideas españolas. Como el maestro, son virtuosos como Lengua de Serpiente, ases de la media verdad, epígonos de lo que sí pero no. Se sitúan en el espectro del conservadurismo o de la izquierda alternativa intentando aparentar ser lo que dicen que son. Algo, por otro lado, muy aceptado en la sociedad postmoderna pues la voluntad del deseo valida cualquier deseo o expresión de voluntad. Son los que más se quejan de la cancelación cuando nadie les cancela, ni les impide expresarse. Son los más puros católicos de Trento o del Vaticano II, según toque; son los más puros marxistas; los más puros materialistas; los más listos… pero detrás de todo ello se alza la sombra del Anticristo, o si lo prefieren del autoritarismo.

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