Se puede debatir sobre la culpabilidad del gobierno central sobre no asumir las competencias de la gestión posterior de la catástrofe de la gota fría en la Comunitat Valenciana. Si es un cobarde el presidente, si no tiene capacidad de decisión, si debe o no o si interfiere o no. Eso es subalterno a lo que viene haciendo el presidente de la Comunitat, Carlos Mazón. Él es el primero que debe estar al frente de todo, desde el momento en que los organismos del Estado avisan del peligro hasta ahora en que los trabajos de recuperación están en marcha.
Lo primero que debe hacer el presidente valenciano es callarse. Con cientos de muertos, familias destrozadas, bienes perdidos y sin llegar los servicios básicos, no hay tiempo para hacer política cuartelera. Seguramente haya ido ascendiendo en el Partido Popular a base de puñaladas traperas, mentiras contra compañeros y adversarios y lamiendo muchos culos por el camino. No es anda nuevo, en todos los partidos para ascender, por mucha capacidad que se tenga, lo primero de todo es ser un lametraserillos y Mazón no habrá sido una excepción a esa regla… salvo que tenga un familiar con suficiente dinero para comprarle una carrera política (esto solo se produce en el PP). Todo eso que ha aprendido en la política interna de un partido no sirve de nada en la vida real. El avatar de partido no es válido para el dirigente de una parte del Estado.
Cierto que mentir le ha salido muy bien a Pedro Sánchez, pero lo ha hecho siempre ha posteriori y sin muertos, ni casas destrozadas, ni barro hasta las cejas. Mazón debe ser de la misma generación de mentirosos compulsivos de esta clase política. Sabiendo que tiene comprada a buena parte de la prensa con las subvenciones publicitarias, se cree que todo se decir aunque le desmientan los hechos. El problema es cuando los hechos son demasiado tozudos. No es lo mismo bajarse los pantalones ante el miserable (Page dixit) Puigdemont, que negar la propia responsabilidad primigenia en la catástrofe. Ni la AEMET ofreció los datos mal, ni rebajó las expectativas de la lluvia, como intentó hacer creer (¿por qué el alcalde de Utiel cerró los colegios el día anterior a la catástrofe?). Ni la Confederación Hidrográfica del Júcar tiene capacidad de activar o desactivar alertas como afirmó ayer. Miente sobre los cadáveres puestos en fila y no le importa.
Se ha quejado de que la ayuda no llegaba deprisa y corriendo y resulta que no había solicitado esa ayuda porque, dice, pensaba que ya con la UME sobre el terreno se hacían ellos cargo de todo. Miente porque las ruedas de prensa que ha ofrecido, ya que no ha dejado de hablar de cosas políticas no de información sobre el estado de las cosas, han ido de afirmar su autoridad como jefe máximo (llegando a exigir en una de ellas que los ministros se pongan a sus órdenes) hasta quejarse de la falta de recursos. Todo ello mientras desde la presidencia negaba la ayuda que le querían prestar otras comunidades autónomas (curiosamente las no gobernadas por el PP). Habla demasiado y sin fundamento, por lo que lo mejor es que se calle y se ponga a trabajar.
¿Tiene miedo a que le puedan imputar por negligencia? Pues con no haber sido político le valía. A nadie le obligan a ser presidente, es algo voluntario. Siempre puede volver a trabajar donde sea que trabajase. Pero, claro, se vive muy bien teniendo una cohorte de pelotas detrás diciéndote lo bien que haces todo, hasta que llega un sopapo de realidad y te dice que no tienes ni “puta” idea. Ahora ese miedo se lo tiene que meter por el orificio rectal y ponerse a trabajar de verdad, sin ruedas de prensa para echar porquería a los demás pues ha decidido asumir todo el mando. Trabajar en favor de los valencianos, callado y sin dormir si hiciese falta, porque hasta ahora lo único que ha demostrado es que es un incompetente enorme.
El problema es que, en vez de pensar en los valencianos, está pensando en los votos de las próximas elecciones, en dos años y medio. Está pensando en salvar, tan solo, su trasero. Por eso habla y no trabaja. Es más que consciente de haber metido la pata hasta el sobaco, los saben hasta dentro de su partido, el cual ya le da por amortizado para esto de la política. Las declaraciones ayer de Alberto Núñez Feijoo, más los alaridos en las distintas columnas de la prensa de derechas, incluyendo los que financia Mazón, evidencian que su suerte está echada. De no ser así le apoyarían frente a un Gobierno central malvado. Pero no, están pidiendo que Sánchez asuma el mando de las operaciones. Esto lo sabe Mazón y por ello pelea cual gato panza arriba para salvar sus posaderas. Le dan igual los valencianos, está en la lucha de su propia supervivencia personal y su modo de vida fastuoso.
Debe callarse, trabajar y luego, cuando todo esté medianamente estabilizado, dimitir e irse cuanto más lejos mejor. Porque buena parte de las consecuencias de las riadas son suyas, de su incapacidad de decisión, por tomarse a guasa las alertas, por estar a lo político-espectacular y no la gestión pública de verdad. Que el encargado de las alertas estuviese comiendo con un empresario taurino mientras las riadas comenzaban a llegar a las poblaciones no es más que el símbolo de esta clase de políticos que gobiernan la Comunitat. Dimitir si tiene un mínimo de dignidad, aunque sea un verbo que no maneja la clase política actual. A su casa a reorganizar el grupillo aquel en el que cantaba, Marengo (manda huevos el nombrecito), o a hacer algo de provecho con su vida, porque en el ámbito público no ha causado más que desgracias.
Post Scriptum. A tenor de lo del grupo Marengo en el que cantaba Mazón, surge una duda existencial ¿por qué tienen tan mal gusto musical en la clase política española? Entre cansautores, grupos de niños pijos que tienen traumas profundos, flamenquillos sin gracias y repetitivos y música insulsa no se salva ni uno. ¡Qué gusto tan atrofiado!