A ustedes, quienes suelen dejarse caer por estás páginas, igual se les ha pasado la calificación de mini-nistro/mini-nistra respecto a algunos representantes del gobierno español. Esa catalogación, como indica el titular, se realiza a aquellas personas que están por debajo, intelectual y profesionalmente, del cargo que ostentan. En el caso que hoy se expone se dice que la ministra de Igualdad es licenciada en Derecho y doctora en Derecho Constitucional, siendo profesora titular del mismo en la Universidad de de Valladolid. Eso dice su currículo porque la verdad es que, a tenor de sus últimas declaraciones, no parece serlo.

Ana Redondo, que así se llama la ministra por si no lo sabían, ha afirmado que unos homosexuales deberían demandar a la Iglesia católica ante el Tribunal Constitucional porque el no darles la comunión es un atentado frente al artículo 14 de la Constitución Española. ¿Qué dice el art. 14? «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». La propia mininistra reconoce que no existe ninguna ley que establezca que la Iglesia católica deba dar la comunión a los pecadores por sodomía, pero que ella probaría.

Si no existe ley, la desigualdad que pudiese existir no tiene encaje constitucional. Tampoco, siguiendo los principios del derecho (que se recogen en el art. 1 del Código Civil), existe una costumbre, más bien lo contrario, sobre ello. Es más, dentro del ordenamiento jurídico español y europeo, queda a libre voluntad de cada religión no solo la católica, que es algo que, por lo que sea, se olvida cuando se señala el uso del hijab u otras discriminaciones contra las mujeres—, la determinación de la propia doctrina. Una doctrina que sí tiene la costumbre de negar la comunión a todos los que se hallen en pecado, no se hayan confesado y no desistan de pecar. Y la sodomía es pecado en el catolicismo, le guste o no a la mininistra.

Como ya se comentó en un artículo anterior, el catolicismo no es lo que cada uno quiera que sea para acomodarse a sus gustos o deseos, es una religión bien clara respecto a lo doctrinal y los usos y costumbres. Y reunirse con la Conferencia Episcopal Española no va a servir de nada a la mininistra, si es que acude ella. Le dirán lo mismo que se ha escrito aquí y que verdes las han segado. Y esto es algo que la señora Redondo debe saber con total seguridad, salvo que tenga algún tipo de discapacidad cognitiva. Por ello solo se puede pensar que es algo político, porque ni ideológico es. Algo relacionado con el lobby gay que capitaliza las políticas del Igualdad en el PSOE.

Que la Iglesia católica no es gay-friendly, por decirlo en el idioma del imperio ideológico homosexual, es conocido desde hace milenios. No década, ni siglos, milenios. Lo dice la Biblia, lo dice la doctrina de los distintos Concilios, lo dice cualquier presbítero y hasta el muy “progresista” papa Francisco. Al homosexual por serlo no se le rechaza y como sucede con otro tipo de personas pecadoras se rechaza el pecado pero no a la persona. Cuestión bien distinta es que viva constantemente en pecado y ahí sí hay una serie de medidas limitantes de la práctica comunal. Lo que hay es un ataque, siempre, contra la Iglesia católica por tener todavía, como institución social, influencia sobre las personas, aquellas a las que el sistema quiere llevar al estadio de la idiotez absoluta.

¿Por qué demandar a la Iglesia ante el Tribunal Constitucional cuando se sabe que no va a prosperar? Por una cuestión ideológica wokista, no hay otra salvo que sea tan nesciente como aparenta. Para ocultar su constante fracaso, por ejemplo, en la protección de las mujeres a las que siguen asesinando, violando y sometiendo. Especialmente en ciertos entornos religiosos a los que no se atreven a decir nada, no vaya a ser, como ha sucedido en Gran Bretaña, que los califiquen de racistas o poco progresistas. Y por ahí no pasa el sanchismo. O puede ser que le hayan regalado el doctorado y el cargo en la universidad, que no tiene muy lejos a alguno que parece que sí.

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