Lo mejor de los partidos de máxima rivalidad en la capital del reino de España no es el posible resultado sino todo lo que acontece antes, durante y después del propio partido. Antigumente, antes de que la balanza se decantase hacia el lado blanco por la nefasta política empresarial de los giles, se llegaron a ocultar resultados en la prensa por la humillación al equipo del régimen (da igual el régimen que sea), ahora, en la época de los bulos, lo que se hace es inventar historias. Dentro de estas historias inventadas tienen, por ejemplo, la de El Mundo que acercó unos kilómetros un altercado con heridos al Riyadh Air Metropolitano. Pero no ha sido la única…

La mejor ha sido postpartido. Como de lo meramente futbolístico poco podían hablar, pues el penalti señalado les retrataba por sus actuaciones de antes, los insultos son siempre de los jugadores del Real Madrid —¿sabían que si se llaman Vinicius o Bellingham pueden mandar a tomar por culo a los árbitros o decirles que se jodan siempre que lo hagan en otro idioma?—, las patadas a hacer daño sin que les amonestasen con tarjeta roja no parecen existir y los penaltis no pitados por manos que arrastran balón ni tienen imágenes, había que buscar en otro lado. Y en ese lado han sido simeonizados.

Desde que el Cholo Simeone es entrenador del Atlético de Madrid llevan mamando del biberón rojiblanco lo que no está escrito (…aquí está este espacio para la isidorada de las champions…), especialmente la prensa, especialmente las televisiones, especialmente los teleñecos de la noche. Le han echado del Atleti unas doscientas veces pero ahí sigue. Le han puesto la mejor plantilla de España y se la han quitado a los diez minutos en cada programa y ahí sigue. Se cachondea de sus reporteros, de forma finísima, tanto como para que los propios interfectos y sus jefes no se enteren, y mañana volverán a por otra ración. ¡Ah, no! Que mañana no tiene rueda de prensa como sí tienen los que no han pasado entre los ocho primeros. Avisen a los becarios no vaya a ser que se planten en Majadahonda. Bueno, mejor no les avisen que si se tienen que quedar en la redacción puede ser peligroso.

El úlimo invento es que Simeone le puso los cuernos, premeditadamente, al Real Madrid al entrar en el estadio ¿cómo se llama ahora? ¿Santiago Bernabéu o Bernabéu sin más para no ofender a los islamistas? Aunque no se lo crean estuvieron debatiendo sobre ello durante más de veinte minutos. Hicieron el ridículo. Mucho. Muchísimo. Porque hacer “el ciervo”, mira que llamarlo así justo contra el equipo de sus amores, o mejor dicho para que todos lo entiendan, hacer el signo de los cuernos, más si es con la mano hacia abajo, tiene un significado, sí, pero religioso o antimufa. Y si conociesen al tristemente desaparecido Ronnie James Dio sabrían por qué.

El cantante británico, de origen italiano (este dato es clave para ambos casos), fue quien puso de moda el hacer el signo de los cuernos dentro del Heavy Metal. En varias entrevistas repondió que se debía a una abuela suya de origen italiano que lo utilizaba para apartar al diablo, para ejercer la contramufa diabólica. La familia de Simeone es de origen italiano, el entrenador argentino es conocido por todas las manías que arrastra consigo. No hay que ser muy listo para sumar uno y uno y que salga el gesto como un mecanismo antimufa o anti-diablo.

El escáner de la Castellana es el gran templo del diablo, la casa del mal, el centro de la masonería y los iluminati, por lo que hacer el signo de los cuernos tendría muchísimo sentido. Incluso acudir con ajos de Las Pedroñeras a toneladas no vendría mal. Pero no es por eso por lo que hace el signo. Como ha demostrado el periodista, por decir algo, Rubén Uría en su cuenta de X, ese gesto lo hace en todos y cada uno de los partidos, incluyendo los del propio estadio Metropolitano. Ergo (por cierto es palabra del latín, que hay mucho falto de cultura por ahí) es un signo antimufa que utiliza siempre. Pues allí que estuvieron los teleñecos de la noche mamando biberón toda la noche. No cabe la menor duda de que están contratados por aquello de los descuentos de la Seguridad Social.

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