No hay nada peor para un dirigente político que quedarse sin argumentos o que la prensa acabe haciendo el trabajo por él. Esto parece haberle pasado a la dirigencia de la oposición en España, se quedan sin argumentos y sin fuelle. Pareciera que se les fundieron los plomos después de la fracasada moción de censura de los neofranquistas y el consenso sobre la gestión del coronavirus. Por mucho que protesten, para las gentes de la izquierda más bien parecen ladridos o aullidos, al final sus argumentos, sus memes, sus chuscadas o sus propuestas pasan desapercibidas completamente. Mientras los neofranquistas se van hundiendo poco a poco, los peperos se mantienen a flote pero sin que la población acabe de saber qué dicen o hacen… algunos en el PP dirán que mejor viendo a su dirigente máximo.
Pablo Casado, tras salir triunfante de su disputa con el neofranquismo de Vox durante la moción de censura, continúa por la senda de aparentar cierta respetabilidad, cierto sentido de Estado, algo que no siempre controla, pero parece haber desaparecido. Sí, los medios de comunicación, especialmente la televisión, le sacan de vez en cuando pero no impacta lo que dice. Por un lado, porque los medios de comunicación están siendo un contrapoder crítico al gobierno cuando comete errores (léase la Comisión de control de la desinformación, por ejemplo) o hace propuestas un tanto contrarias al espíritu constitucional; o porque tienen fijación con el sector populista del mismo provocando cierto cansancio en la población. Los zapatos asquerosos de Pablo Iglesias en su viaje junto a Felipe de Borbón a Bolivia ya no son noticia. Pueden ser un atentado al buen gusto pero ya no llaman la atención, por lo que no tienen recorrido las informaciones de ese tipo. Lo que sucede con la esposa del presidente Pedro Sánchez, cuando antes podía ser escandaloso ahora queda en “otra más” pero sin efectos en la producción de algarabía. No se genera, por tanto, un clima donde Casado pueda “soltar sus perlas”.
Por otro lado, la gestión de la pandemia ha tomado tal cariz que ya no se puede reclamar al gobierno que actúe de una forma u otra porque cada cual hace de su capa un sayo y hay 18 formas de combatir la expansión del virus. Desde el gobierno del Estado han entendido, cuidado que les ha costado pese a que en estas mismas páginas se les aconsejó obviar las provocaciones en agosto, que hay que pasar de lo que hagan en la Comunidad de Madrid. Que no hacen pruebas PCR o de antigénicos y se engaña con las cifras para salvar la campaña de navidad, pues se traga con ello. Que no quieren reducir los horarios de actividades no esenciales, que hagan lo que quieran. Una vez que Isabel Díaz Ayuso deja de estar en primera plana por sus enfrentamientos con el gobierno estatal, sigue estando porque las ayusadas no desaparecen, no sirve de caldo de cultivo para generar un clima contrario al gobierno. Un clima mayor del habitual se entiende.
Como los presidentes de otras comunidades gobernadas por el PP están legislando sobre medidas sumamente restrictivas (ahí está Juan Manuel Moreno Bonilla cerrando todo a las seis de la tarde), algo que al gobierno le favorece, ese mismo tipo de medidas que antes toda la derecha decía que eran un atentado contra libertad, Casado se ha quedado sin argumentos necesarios para hacer oposición con un tema candente y que puede mover conciencias. Los Presupuestos Generales del Estado (PGE), a los que ha presentado una enmienda a la totalidad, son tan farragosos en ocasiones que tampoco sirven para lograr vencer a la opinión pública en favor de su propio partido. Hay cuestiones sueltas como el IVA de las mascarillas o subidas de impuestos a los más pudientes que no ayudan a movilizar en su favor. Entre otras cosas porque las críticas a estos temas se producen desde la derecha y desde la izquierda. Nada que hacer con ello. Le queda el tema del español como “lengua vehicular” de la educación, algo que acabará determinando el Tribunal Constitucional algún día, o la eliminación de la educación especial, un tema que no se ha explicado ni pedagógica, ni social, ni políticamente y que no parece tener mucho recorrido… de momento.
Queda Casado sin argumentos de peso con los que hacer oposición de forma que capte la atención -puede haber temas pero deberá ser su partido el que los adivine, no se le va a hacer el trabajo gratis desde estas líneas-, con el añadido de su negativa a renovar el Consejo del Poder Judicial algo que le señala a él como oposición poco constructiva. De hecho desde Ciudadanos ya han advertido que no se puede hacer oposición negándose a todo, algo que no les sirve para aumentar en la intención de voto pero que ayuda a no decaer –al menos hasta que la clase dominante decida si los manda unirse al PP o no-. Incluso Casado se ha unido con fervor a la victoria de Joe Biden frente a Donald Trump afirmando que ambos son de derechas (algo cierto según se entiende “derechas” en Europa) y que él es de la “derecha buena”. El problema es que eso puede servir para perder voto por su izquierda, pero tampoco hay que fastidiarle su momento de felicidad.
Los neofranquistas ahogándose en su vómito.
En el bando neofranquista las cosas son peores. No sólo perdieron estrepitosamente la moción de censura sino que han perdido completamente el norte en su argumentario. Ahí tienen a Hermann Tertsch diciendo que Biden está sometido al gobierno socialcomunista de España. No se sabe en qué estado lo ha escrito pero lo ha escrito. Puestos a decir burradas existen mejores que esa porque, por mucho que se fuerce la realidad, a todas las personas con dos dedos de cerebro les parece que Biden es el presidente del Imperio, de la primera potencia occidental y no Sánchez. Santiago Abascal, por su parte, aún está palpándose el cuerpo intentando ver dónde han quedado todos los golpes que le dieron durante la moción. Una vez que la derecha mediática se ha volcado con Casado con claridad, salvo Federico Jiménez Losantos y su tropa de amargados y resentidos, a Vox sólo le queda… no les queda nada en realidad salvo la decadencia.
¿Qué les queda hacer? Salvajadas y cosas estrambóticas que serán grácilmente elevados a la categoría de verdad por las señoras de la carnaza mañanera… hasta que sus jefes pongan orden o las cuotas de pantalla digan que ya no hacen gracia los payasos. Aprovecharán que tienen cogido al PP por las gónadas en Madrid, Andalucía o Murcia para seguir con su festival franquista, pero eso acaba teniendo un límite y más si se llega a un clima de cierta normalidad política. En cuanto haya presupuestos, con los que aguantar la legislatura, y lleguen los millones de la Unión Europea la inestabilidad política irá llegando poco a poco. Entre otras cuestiones porque hay un interés superior, en la clase dominante, porque el sistema salga de la crisis y se asiente. Y en eso los medios tienen buena parte de culpa tanto como la dirigencia política. En ese clima los neofranquistas quedan en evidencia y de la misma forma en que Antonio Ferreras y Susanna Griso los dan voz y visos de veracidad, los harán desaparecer poco a poco. Como hicieron con Ciudadanos en su momento. Además que no se puede engañar a todas las personas todo el tiempo pues, más allá de lo que digan en la televisión –verdadera conformadora de las mentes infantiles que quieren en el poder-, existe una realidad, unas prácticas sociales que siguen conformando a las personas.